IX. Anónimo

194 70 0
                                    


El vapor que emanaba del plato de pasta frente a él inundó su olfato y el aroma que percibió con él abrió su apetito de golpe. Sin perder más tiempo, agradeció por la comida y se apresuró a comer.

El agua hirviendo bañó los granos tostados molidos en la cafetera y un fuerte olor a café inundó la habitación. Kazuto hizo caso omiso al sonido que salió del aparato cuando este terminó su labor, y continuó comiendo hasta dejar el plato vacío. Agradeció una vez más, se levantó y lavó las cosas que ensució.

Tomó una taza de la gaveta y sirvió café en ella. Subió las escaleras mientras bebía el contenido con cuidado, disfrutando el sabor que sentía en la boca, pero de nuevo frustrado por ya no sentir que su cansancio disminuyera a pesar de haber aumentado la cantidad de café que usaba.

Al entrar a su habitación, dejó la taza sobre su escritorio y encendió el monitor de la computadora. Talló con fuerza sus ojos para mantenerse despierto y dio una última revisión a los archivos que le habían enviado unos días atrás.

–Pude terminarlo a tiempo. –celebró sin muchos ánimos.

Se dejó caer en el respaldo del asiento para mirar la pantalla frente a él.

–Aun así, últimamente me cuesta trabajo cumplir con las fechas.

Con el borde de la taza sobre sus labios, calculó la cantidad de trabajo que aún le quedaba por terminar. Más allá del agotamiento que sentía, su preocupación iba dirigida a las consecuencias que estos retrasos le traían.

Durante las primeras visitas que hacía a Yui en Alfheim Online, se dedicaba a pasar tiempo con ella, ya fuera completando misiones o simplemente hablando entre ellos de cualquier cosa, a veces incluso llegando a tocar el tema de Alicization cuando hacía falta.

Sin embargo, en las últimas semanas, esas visitas se habían convertido en tiempo muerto al ser él incapaz de mantenerse despierto por la intervención de la asistencia del sistema.

Aunque Yui en más de una ocasión había hablado con él para explicarle que comprendía la situación, Kazuto no estaba dispuesto a romper su promesa por ningún motivo, por lo que se obligaba a sí mismo a rendir lo suficiente para poder cumplir sus responsabilidades en ambos lugares.

Acabando con el café que quedaba en la taza de un trago, buscó el AmuSphere para entrar a ALO. Se recostó en la cama y colocó el dispositivo en su cabeza. Sobre la pantalla digital que se proyectaba en el lente frente a sus ojos, parpadeaba un reloj en la esquina superior izquierda, el cual marcaba pocos minutos pasadas las diez de la noche.

Una sonrisa de conformidad curvó sus labios, pues sin darse cuenta, había conseguido estar listo veinte minutos antes de la hora en la que ingresaba normalmente.

–¡Link Start!

Tras decir el comando, su visión se oscureció por un breve momento. Un sonido familiar para sus oídos se escuchó de algún lugar, y con él una infinidad de colores se dibujó a su alrededor.

Esperó unos pocos segundos mientras su avatar aparecía por completo. Al abrir los ojos, se desorientó al encontrarse fuera de la cabaña, mas recordó que el último punto de guardado que había utilizado fue precisamente en el exterior por la prisa que tenía por salir en aquel momento.

–Yui. –llamó a la pequeña AI, anunciando su llegada, pero esta no apareció. –¿Por qué no viene?

Movió su mano izquierda de arriba hacia abajo, desplegando el menú del juego ante él. Buscó entre las opciones su lista de amigos y presionó con su dedo índice el único nombre que había en ella.

Una vez más...Where stories live. Discover now