20 | Oculta algo

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Tras la conversación con Jena sobre el viaje a la nieve y la mentira de Elijah, dejé pasar las semanas

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Tras la conversación con Jena sobre el viaje a la nieve y la mentira de Elijah, dejé pasar las semanas. Esperé con paciencia a que el chico de ojos verdes me contara la verdad, pero en ningún momento sacó el tema y yo tampoco me atreví a hacerlo. Hasta llegué a pensar que su hermana estaba equivocada.

El segundo cuatrimestre comenzó con fuerza. Tras la vuelta de vacaciones, los siguientes meses estuvieron plagados de trabajos y exámenes. Había fines de semana donde mi rutina se basaba en madrugar, sentarme frente al escritorio a estudiar y aprovechar las horas de las comidas para desconectar. Ahora, ya con mayo a la vuelta de la esquina, ese estrés aún sigue presente.

Como estar en mi habitación -entre las mismas cuatro paredes donde paso mucho tiempo- me agobia, he optado por tomarme un descanso en casa de los chicos. A la última persona que espero encontrarme cuando timbro es a Ralen. Tiene el pelo revuelto, como si acabara de tomar una ducha.

Alza las comisuras de sus labios con una sonrisa. Su personalidad ha cambiado durante estos meses, ya no está tan distante y eso me gusta.

—¡Qué sorpresa! —Se echa a un lado para dejarme entrar.

Recorro con la mirada toda la casa, pero no se escucha ni un ruido más que nuestras voces, lo que me da a entender que estamos solos. En la mesa junto al sofá hay un par de mandos de la play y un botellín de cerveza casi vacío.

—¿He interrumpido tu plan nocturno?

—Pues sí —me acusa.

—Oh. Qué pena más grande.

Me dejo caer sobre el sofá y agarro un mando. Ralen ladea la cabeza, esperando que diga algo más. Quiere que le proponga echar una partida al Mario Kart.

—¿Te apuntas a que te dé una paliza? —propongo divertida.

Sonríe engreído. Después se sienta a mi lado y coge el otro mando. Tras pulsar varios botones para programar, me mira de lado.

—¿Lista para perder? —me reta.

—Lista para ver como tragas el polvo del suelo.

Y tras decir eso, fijo mi atención en la pantalla.

Los siguientes minutos ninguno emite sonido alguno. El único ruido que se escucha son nuestros dedos al pulsar los botones del mando. La partida se encuentra bastante reñida, primero Ralen se pone en cabeza, pero tras varios metros, consigo rebasarle. Cuando creo que el resultado final estará a mi favor, el coche de Ralen adelanta al mío dejándome perpleja.

He perdido.

—No ha valido —protesto.

—¡Claro que ha valido! Aprende a perder, Siena. —Me guiña un ojo.

—Quiero la revancha —pido.

Ralen niega con la cabeza. Sin decir nada más, se levanta del sofá y se encamina hacia la cocina. Algo me da a entender que va en busca de otra cerveza. Voy a pedirle una, pero cuando le veo entrar en el salón, descubro que ha adivinado mis pensamientos porque trae dos botellines. Me entrega uno.

Pintando constelacionesWhere stories live. Discover now