Oops, You Think I'm In Love

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El destino le estaba jugando una muy grande.

Jennie no era entrometida ni mucho menos. Pero en ese momento se encontraba siguiendo a la chica de sus pensamientos.

Al parecer Lalisa Manoban estaba en una cita.

Las había encontrado por casualidad, Jennie realizaba unas cuantas compras y al permitirse un pequeño descanso en una heladería divisó a Lisa.

Se veía extremadamente guapa maldita sea. Con su hermoso cabello rubio y un atuendo para morirse. Unos vaqueros muy apretados que remarcaban su figura y un top negro que dejaba entrever sus marcados abdominales.

Dios mío.

Jennie, después de haber fantaseado quien sabe qué con la menor, remarcó en la preciosa chica a lado suyo.

No era su tipo, vaya. Era más alta que Lisa, tenía un largo y liso pelo negro, un cuerpo caliente (nada se comparaba a Lalisa pero, meh, la chica se partía de buena a comparación de otras chicas), unas facciones duras y marcadas que la hacían ver fría pero digna de admirar.

Jennie las observó alejarse y no perdió el tiempo, decidió seguirlas un poco, no había visto a Lalisa desde hacía dos días. Por lo visto (había stalkeado todas sus cuentas y las de sus amigas) se había ido de camping con las chicas de su clase.

Joder, quería verla.

Se acercó lo suficiente para escuchar a la chica de los ojos grandes.

— Irene unnie — Pronunció dulcemente alargando la última letra—. ¿A dónde seguiremos nuestra cita?

Caramba. Jennie quería morirse ahí. Lalisa nunca se había mostrado tan...tan inocente. Ni cerca. Parecía una verdadera adolescente enamorada.

No. Rápidamente ese pensamiento quedó en el olvidó y fue reemplazado por una información que no quería saber.

— ¿Qué tal si vamos a aquella tienda y luego a tu casa? — Dijo la tal Irene con una melodiosa voz señalando una tienda de lencería. Ya sabía a dónde se dirigía la chica y no le agradaba para nada—. Podríamos estrenar lo comprado.

Jennie rogaba que Lisa tuviera la decencia de declinar la oferta y volviese a casa. Con ella.

— Me parece más que perfecto. — La rubia miró a Irene de una manera que Jennie no pudo describir pero que le produjo una serie de emociones desagradables—. Deberíamos estar llegando a casa en media hora y mamá estará encantada de que una bella dama visite nuestra humilde morada.

— El placer será mío — la castaña rodó los ojos—. Quiero conocerla.

— Qiiiri cinicirli — Bufó Jennie.

Decidió dejarlas por la paz. ¡Que Lalisa hiciese lo que quisiese! Lo de ellas sólo había sido un calentón, a penas y se conocían. No quería saber sobre el estupido bien gusto que su vecina tenía con la música y que podía escuchar por las tardes o su estupida fascinación por poemas. Definitivamente no le había puesto atención a las palabras de la menor cuando visitaba su hogar y no sólo se besaban. Definitivamente no la había investigado ni preguntado a sus amigos sobre ella. Ni a su madre. Ni hablar.

Por eso Jennie definitivamente no se encontraba espiando por la ventana el cuarto de la rubia. Nunca.

Las había visto llegar y al parecer seguían en el primer piso con mamá Manoban porque no subían. Hasta que escuchó unas risas. El corazón se le subió a la boca. Lalisa sonreía como sólo ella sabía hacerlo. Se veía feliz. Y la otra chica también sonreía. Maldita sea. Las dos realmente se veían muy bien juntas. Ambas eran muy hermosas. Y con grandes cuerpos. Y con grandes auras.

Se escondió detrás de su escritorio. Se moriría si se enteraba que la estaba espiando.

Agudizó el oído, pues las chicas tenían un energética platica.

— Irene, ¿deberíamos probar nuestras nuevas "prendas"? — Lisa pronunció la última palabra con humor —. Creo que son demasiado sexys.

Jennie levantó por inercia el rostro. Veía a una Irene acomodada en la cama de su Lalisa. Y a la otra dentro de su cuarto de baño.

La pelinegra se veía cómoda. Tal vez no era su primera vez ahí. Le hirvió la sangre.

O le salió la sangre por la nariz. Lisa había salido del baño con una lencería extremadamente sexy. Unas bragas negras con encaje que no dejaban nada, nada, a la imaginación. Y un bra del mismo tipo que, bueno, lo cubría todo menos lo "importante".

Jennie se quedó como piedra. Primero había pensado: "¡Dios Lalisa que preciosa!" "Ella es ilegal, contrólate Jennie" "¿Cómo es posible que se vea tan sexy?". Luego: "Le quiero arrancar eso con mis propias manos" "Como hacer que las de 17 tengan 18 en 2 segundos" "Oh no, mejor en 1, no esperaría tanto". Para finalmente: "Oh Jesucristo Santo. Lalisa Manoban, ¿por qué estás dejando que esta suripanta de nombre Irene te vea en tu máximo esplendor?". Quería cruzar la ventana, romperle la cara a la maldita esa, también romperle el cerebro para que no recordase a la menor en esas vestiduras, luego raptar a Lisa y llevársela a un lugar mejor.

— Oye Bae — Lisa se acercó lentamente y pronunció nerviosa—. ¿Me veo bien?

La mirada de la pelinegra se mantenía seria y luego sonrió.

— Te ves fantástica.

Jennie bufó, esa palabra no bastaba. ¡Se veía completamente de otra galaxia! ¡Tan hermosamente perfecta!

— Deberías probarte el tuyo.

La contraria se encogió de hombros y entró al baño.

Oops.

Sus miradas chocaron. Lalisa le dedicó una sonrisa ladina. Y sin más preámbulos abrió sus piernas.

Disparo justo al corazón.

Y a otro lugar.

Sin más preámbulos la rubia empezó a acariciarse. Siempre manteniendo el contacto visual. Jennie tragó. Joder, lo que daría por ser ella quien la acariciase. Lisa la miraba con lujuria y formuló lo que parecía "ven".

La menor no paraba y, evidentemente, la temperatura de su cuerpo era como el infierno. Sus mejillas estaban sonrojadas y se veía como tenía que esforzarse por respirar. Soltaba suspiros o gemidos, no lo sabía. Ella había comenzado a tocarse también.

Pero todo se arruinó.

Irene salió del baño encontrándose a una rubia excitada, en una posición comprometedora y con una vestimenta más que provocadora.

¿Qué había hecho?

Había entregado a Lalisa en bandeja de plata al enemigo.

Oops...I Did It Again | JenlisaWhere stories live. Discover now