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𝕱𝖆𝖙𝖍𝖊𝖗 𝖆𝖓𝖉 𝖉𝖆𝖚𝖌𝖍𝖙𝖊𝖗

Ambos corrían por el bosque, padre e hija

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Ambos corrían por el bosque, padre e hija. Él con sus cabellos rubios y sus ojos azules brillando por la alegría que la pequeña le daba y ella, con su melena negra como la noche y sus ojos igual de oscuros.

Reían, cantaban y silbaban, juntos. Era especial, siempre lo había sido. Peter Hale no se consideraba un buen padre, pero para la pequeña niña de rostro angelical, Peter Hale era el mejor papá del mundo.

Ella encontró un árbol, en donde tiró de su padre para recostarse con él allí.

La pelinegra tomaba las manos de su padre y atenta veía las garras que sobresalían, dónde sus uñas debían estar.
—¿Tendré estás papi? —preguntó sacudiendo la mano de su padre.

La voz dulce de la niña podía calmar a cualquiera incluido a él.

—No, tú tendrás algo mejor, es más, lo tienes.—contestó mientras sonreía llevando a la niña a su regazo.

—¿Qué tendré?

—Un don, un don especial como el de tu madre.

Peter no lo sabía. Pero la pequeña Electra, miró al frente y vio a la mujer que la acompañaba la mayoría del tiempo. Una mujer de cabellos negros como los de ella y ojos igual de oscuros, su mirada destilaba amor.

—Mami —susurró la pequeña, alertando a su padre. Los ojos de la pequeña brillaron con un azul electrico. Ese que brillaba cuando miraba más allá de la vida, encontrándose con los muertos.

Peter dudó, pero siguió la mirada de la niña, no pudo ver nada. Estaba seguro de que ella, su alma gemela, su hermoso amor que fue asesinado, estaba allí, cuidando a su pequeña, como siempre lo había jurado.

—Mami te extraña, papi —formuló la pequeña, riendo ante las cosquillas que le daba su madre al susurrar en su oído.

Peter formó una línea con sus labios y retuvo las lágrimas.

Aquel tan especial don, el don de hablar a los muertos, lo había tenido su esposa y ahora, su hija, lo había heredado.

—¿Tú la extrañas papi? —preguntó, dejando sus ojos grandes en los de su padre.

Acarició los cabellos negros azabaches de la niña.

El hombre suspiró, sintiendo como llegaban a su mente los miles recuerdos con la madre de ella, quien era el amor de su vida.

—Sí, pequeño ángel. La echo de menos —Electra señaló al frente y rio— mami está allí.

—Mami siempre estará con nosotros —aseguró, sonriendo.

Electra no entendía por qué su padre no podía verla, pero estaba feliz por tenerlos a ambos.

Peter se quedó en silencio y Electra, siguiendo la orden de su madre, abrazó a su padre. Ambos sintieron el aroma y la presencia de ella. Cerraron los ojos por unos segundos, sumiéndose en el amor que los rodeaba.

Al abrir los ojos de nuevo, Electra no vio a su madre. Pero sintió el dolor de su padre, así que no salió de sus brazos.

Luego de unos minutos, Peter habló— escúchame, amor. ¿Recuerdas qué te conté de la gente mala?

Electra asintió— los cazadores —respondió, enojada— los que se llevaron a mi mami.

—Así es cariño. ¿Recuerdas qué no debes venir al bosque, verdad? Nunca.

—Es peligroso.

Peter la miró a los ojos y debió contener las lágrimas.

—¿También recuerdas lo que dije?

—Que siempre me protegerías de los hombres malos.

—Así es amor —su voz se quebró, pero no pudo detenerse— y como voy a protegerte, debo mandarte a otro país, nena, tienes que irte con unas personas que te cuidarán.

Electra negó y dejando caer lágrimas por sus pequeñas mejillas, abrazó a su padre— no quiero irme.

—Lo sé. Pero debes irte. Porque los hombres malos no están buscando, te están buscando, y tengo que esconderte en un lugar seguro —explicó, acariciando sus cabellos azabaches— prometeme que jamás creeras que te he dejado o abandonado ¿entiendes? Digan lo que digan, hagan lo que hagan, siempre seré tu padre y jamás te dejaré.

La niña guardó en su mente el rostro de su padre grabado, junto con aquellas palabras.

—Te amo, mi pequeño ángel —declaró como una promesa y abrazó a su pequeña, sabiendo que sería, probablemente, la última vez que la vería.

Electra Hale buscaría a quienes mataron a su madre y recuperaría a su padre, aun si eso le costara la vida.

Así lo prometí y así voy a cumplirlo.

Las personas que me educaron habían hecho de mí, casi un arma. Peter me dejó con unas personas en Argentina, muy lejos de Beacon Hills, demasiado, procurándose que nadie me encontrara. Ellos eran una manada de lobos Argentina que me entrenaron y cuidaron como una familia.

Pero nunca había dejado de pensar en mi padre y en mi familia, en mi madre y en los que la mataron.

Aunque tuve que esperar a madurar, ciertamente, para saber toda la verdad. Saber por qué mi padre nunca llegó a verme o buscarme.

Álvaro Bellyr era quien había tomado el papel de padre en mi vida, también era el alfa de la manada y quien, me contó la verdad.Aquella que solo avivó el fuego dentro de mí que anhelaba venganza.

Mi padre iba a venir a buscarme, pero incendiaron su hogar y mataron a todos, él solo había sobrevivido y estaba en coma.

Luego, cuando despertó. Álvaro y su pareja Oliver, decidieron no dejarle pasar la frontera. Debido a que creían que no era bueno para mí.

También, al cumplir mis dieciséis, Álvaro me entregó las cartas que Peter había dejado para mí, para que supiera la verdadera historia detrás de mi nacimiento.

Adara Argent fue mi madre.

Sí, una no muy buena combinación: Un hombre lobo y una Cazadora.

Dos almas que se enamoraron, destruyendo las barreras que sus familias habían creado entre amos. Los desafiaron y huyeron.

Yo fui fruto de ese amor.

Ellos no pudieron disfrutar de su amor, porque, al tenerme, tuvieron que detener su huida y quedarse por un tiempo en un mismo lugar.

Fue una cacería.

Con apenas dos años de vida, mataron a mi madre mientras ella me protegía y tal vez, no hubiera sido tan doloroso, si los que la asesinaron a sangre fría no hubiera sido su propia familia.

Christoper Argent

Kate Argent

Gerald Argent

Asesinaron con repetidas flechas en su pecho a mi madre, que intentaba protegerme.

Mi padre había salido por unos minutos por algo que necesitábamos.

La siguiente en ser asesinaba iba a ser yo, pero mi padre me salvó antes y volvimos a huir.
Me llevó otra vez a Beacon, dónde su propia familia me cuidó, pero no por mucho tiempo.

Y así, fue que terminé aquí, en Argentina, escondida, y planeando una venganza por la muerte de mi madre y la destrucción de mi familia.

No tenía nada para perder, lo que sí poseía, era una sed de venganza para saciar.



La Médium • Scott Mccall  /en Edición\Donde viven las historias. Descúbrelo ahora