VI

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Kagaya sentía cómo Uzui regresaba a una gran velocidad constante, pronto pudo volver a controlar la técnica de sangre y hacer que volviera a ser un niño. Probablemente la disminución del peso fue lo que ayudó a que Zenitsu fuera aún más rápido.

—Preparen todo para recibir a Tengen y al joven Agatsuma– Aoi y las tres maripositas fueron llamadas por la ocasión. Una serie de truenos anunció la llegada del rubio y el niño que fueron llevados de inmediato a sus antiguas camillas.

A pesar del daño colateral, todos agradecían que fuera Zenitsu quien encontró y trajo de vuelta a uno de los niños, pues no sabían cómo reaccionaría a un Uzui niño cualquier otro cazador que no estuviera al tanto de los cambios en el líder general y los pilares.

Tengen fue tratado con rapidez, la técnica de sangre se había encargado de la mayoría, era Zenitsu quien sufría por tener nuevamente las piernas destrozadas. Había que acomodar los huesos, esta vez sus gritos no eran por berrinche o asco de la medicina, esta vez sus gritos eran de verdadero dolor que se incrementaba a cada momento.

Kagaya estaba por entrar a la habitación cuando escuchó muchos pasitos tras de sí, los niños que se mantuvieron despiertos haciendo papiroflexia llevaban todas sus grullas en canastitas, Shinobu y Kyojuro eran quienes más tenían.

—Señor, queremos darle nuestras grullas a Zenitsu para que tenga un deseo– sus cuatro pequeños lucían realmente preocupados, Mitsuri incluso parecía estar a punto de llorar.

—Si juntamos todas nuestras grullas puede pedir de deseo que ya no le duela lo que le hace gritar así– Kyojuro le extendió su canastita llena.

—Estoy seguro de que pedirá ese deseo– Kagaya les sonrió ampliamente antes de entrar, Aoi y las demás enfermeras salieron con la única orden de tranquilizar a los niños y ayudarlos a contar sus grullas lejos de los gritos de Zenitsu.

Antes de que siquiera comenzaran a contarlas Zenitsu dejó de gritar al convertirse en un pequeño niño de cabello azabache. Claramente el cazador no estaba en gran riesgo de morir, pero Kagaya no lograba soportar los gritos de dolor del joven, le causaba gran tristeza escucharlo y además quería agradecer que salvara a otro de sus preciados niños.

Ahora, agotado y hambriento, Kagaya se disponía a volver a su habitación —Señor, son más de mil grullas– el pequeño Kyojuro se había separado de los demás —Las conté antes de ir a verlo. Es suficiente para que Zenitsu pida su deseo ¿estará bien, cierto?– supo que la idea de donar las grullas había sido de Rengoku, no le sorprendía que incluso de pequeño quisiera proteger a todos a su alrededor.

—Así es, el joven Agatsuma pidió un deseo, ahora hay que dejarlo descansar– acarició con suavidad la cabeza del menor, se sonrieron y cada uno siguió su camino.

°°°

—¿En verdad está bien?–.

—¿Qué le pasó?–.

—¿No era rubio?–.

—¿Deseó encogerse?– los cuatro pequeños que decidieron juntar sus grullas se encontraban alrededor de la camilla de Zenitsu. El nuevo niño apenas despertó fue bombardeado con preguntas qué no entendía y también quería hacer las suyas.

—Tranquilos, apenas está despertando y debe estar muy confundido... Inosuke ya volvió y trajo muchos duraznos ¿por qué no van y le roban algunos?– Tanjiro salió al rescate cuando comenzó a oler pánico en su amigo.

—¡Sííí!– gritaron al unísono y salieron corriendo al ataque.

—Me llamo Tanjiro Kamado, dime ¿qué es lo que recuerdas?– su amigo lucía tan pequeño, asustado y a punto de llorar que no podía evitar inquietarse, ahora sin desastre al rededor no podía contarle lo mismo que a los demás niños.

Mis niñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora