Capítulo XXV

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—¿Es cierto que últimamente las hortensias son las que más se utilizan en las bodas?— interrogó la mujer, abrazando el brazo de quien sería su futuro marido.

—Sí, tanto en el ramo como en los centros de mesa— respondió _____, sonriéndole a la pareja.

—¿Tienen algún significado... o algo?

—Claro, y algunos de sus significados son amor... abundancia... belleza... entre otros— dijo en medio de pausas, ya que le prestaba un poco de atención a la conversación que tenía Rai con un cliente respecto a unas quejas que tenía este último.

—Me parece muy lindo, ¿y a ti, querido?

—También. ¿Podremos contar con la florería Ayaka como nuestro proveedor de flores para la iglesia y salón?— interrogó el hombre amablemente.

—Claro. Si es necesario, llamaré a la dueña para que arreglen bien estos asuntos— ofreció la Kikuchi.

—No, no, está bien. Mañana volveremos a hablar con ella si no hay problema, es que justo ahora estamos apresurados.

—Por supuesto, no hay problema.

Se despidió de ellos y fue directo a donde se hallaba su hermano menor teniendo el problema. Por lo que había oído hacia un rato y ahora a pasos de donde estaban. Dibujó una sonrisa y se posó a un lado de su familiar, mirando a la muchacha molesta.

 —¿Puedo ayudar en algo?— preguntó.

—Él no está tratando de debida manera a los clientes, con su cara me dan ganas de arrojar estas flores frente de ustedes e irme— expresó su molestia, moviendo el ramo de margaritas que llevaba en una de sus manos.

_____ comprendía lo que decía la joven que parecía tener la misma edad que Rai, ya que este tenía grandes ojeras y sus labios curvaban hacia abajo, como si estuviera él también molesto. Y claro que lo estaba; se quedó hasta muy tarde jugando en línea y apenas pudo dormir, y ahora debía de atender la tienda con ella. Para agregar, aquella escena.

El chico aprovechó que la cliente no lo veía para rodar los ojos.

—Discúlpelo. ¿Ya has pagado por esas flores?— interrogó la mayor de los tres.

—No— respondió.

—Entonces se las dejamos a mitad de precio, como muestra de nuestras disculpas. ¿Qué le parece?— dijo sin borrar su sonrisa.

La chica aceptó, pagó el nuevo precio y se marchó.

—Sino fuera porque justo ahora estamos representando la cara de la florería, le hubiera dicho de todo— se aproximó a Rai para susurrarle aquello —. Me molestó que te gritara. Nadie le grita al zombie de mi hermanito, excepto yo cuando no haces caso— y despeinó un poco su cabello.

—Zombie Rai odia a Taro el que se enfermó— soltó una queja, echando un poco hacia atrás su cabeza y juntando sus párpados.

Sino hubiese sido porque Taro se había enfermado, probablemente él estaría descansando en esos momentos. _____ dibujó una media sonrisa para voltear a ver a los demás clientes que quedaban. Raramente, ese día tenían un gran nuevo a esa hora.

—Bueno, zombie Rai, ve a descansar unos treinta minutos que yo los atiendo a todos ellos— le dio un ligero empujón en dirección en la que se hallaba la habitación de descanso de los empleados.

—¿En serio? Zombie Rai lo agradece...— y se apresuró como pudo allí, a dormir el tiempo que le dijo su hermana.

_____ Kikuchi soltó un ligero suspiro, preparándose mentalmente a todo el trabajo que tenía delante. 

Desde la última vez que había vista a Megumi Fushiguro, ya habían pasado unos cuantos meses. Hasta sentía que había transcurrido mucho más, que incluso le era complicado recordar cómo era el rostro del muchacho que la tenía enamorada todavía. Fueron meses en los que fue desarrollando una linda relación con él, que parecía que iba a seguir progresando, no por nada los sentimientos continuarían estando.

Y, desde ese entonces, aún no tenía noticia alguna de su parte. Ni de si estaba bien, o no; si estaba vivo, o no. Temía tantas cosas que, para no pensar de más, solía trabajar de más en la florería, estudiar más y leer de vez en cuando.

Iba de cliente en cliente, buscando azucenas, margaritas, girasoles, lavandas y rosas, envolviendo de a grandes ramos a una simple flor. Incluso se había pasado el tiempo que le había dicho que llamaría a su hermano, aunque sólo fueran diez minutos.

 Incluso se había pasado el tiempo que le había dicho que llamaría a su hermano, aunque sólo fueran diez minutos

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 —Que viernes tan loco— dijo Rai, dejando escapar un suspiro y recargado sobre el mostrador.

—A mí me agrada— confesó _____, atenta a la organización de unas envolturas.

—Espero que no te obsesiones con el trabajo...

—Para nada. Aparte, lo decía porque está muy lindo el clima.

—Entonces especifica...— y volteó a ver que ingresaban unos clientes —Iré a atender.

—Bien. No olvides ser amable y sonreír— respondió mientras que el menor se ponía de pie y marchaba hacia allí.

Al acabar con ese pequeño trabajo, se sentó en donde había estado su hermano, así observar disimuladamente cómo hacia su trabajo. Le alegraba saber que esa pequeña siesta lo había ayudado bastante. 

Agachó su cabeza, siendo ahora ella la que estaba cansada. Quería que ya terminara su turno, aunque solo faltaban pocos minutos.

Oyó como la puerta de vidrio era abierta, indicando que debía de ir a trabajar. Levantó lentamente la cabeza para ver en esa dirección. Sus ojos se abrieron de a par, al notar que quien había ingresado se trataba de Megumi Fushiguro.

No pudo retener la sonrisa emocionada y aliviada que quería surcar sus labios, y más cuando sus miradas cruzaron y él le devolvió una también, pero pequeña y tranquila. 

FLORES |Megumi Fushiguro y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora