「10」

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(Aclaraciones al final del capítulo).

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Suave clavel, perdona sus pecados.

Con la pureza de tu roció, bautiza su alma y bendice su camino de regreso a casa.

Suave clavel, por favor, no te marchites.

Renace en un capullo en el inicio del mes de agosto, en sus pupilas abismales.

...

El pasto revolotea al compás de las campanadas del viento. Los pétalos blancos dejan caer su roció en un rebote sutil. Construye un recuerdo en movimiento para soportar la ausencia y siembra un clavel para embellecer el adiós.

El cajón se hunde con lentitud en lo profundo de la tierra, su inocencia se acurruca entre las flores blancas y duerme. La diosa de la vida tararea una canción de cuna y le cuenta un cuento, en dónde sus pecados son perdonados y su alma es purificada. 

— No te olvides de él — une sus manos y le habla al cielo.

La placa sin nombre refleja su rostro. 

El viento cosquillea su oreja. Le susurra que será el próximo: —Prepárate para lo que esta por venir—, y él aprieta sus puños, tragándose la angustia. 

Con sus manos escondidas dentro de su chaqueta y la capucha cubriendo sus ojos, Gavin Reed entra a la capilla. Esa que esta conecta con el cementerio, abandonada y deteriorada por el tiempo. Y detrás de él, lo acompaña un cambia piel.

Nunca entendió que es lo que lo llevó allí esa tarde de verano...

Algunos dicen que buscaba respuestas, otros consuelo. Y él, solo recorre su vida por los grandes vitrales coloridos destruidos y en las ofrendas de flores que decoran alrededor del sinfín de plegarias y esperanzas petrificadas en una escultura de un ángel. 

Sacrificios de cuerpo y alma: fe, esperanza. 

Un cordero y una estaca: dogma y miedo.

Y cuan será la inmensidad del silencio, que puede escuchar sus pasos hacer eco por los pasillos.

Sospecha que ese día no hay nadie en casa y se detiene al final del camino. Levanta su cabeza a la cruz frente a sus ojos y el polvo del aire resplandece alrededor suyo como luciérnagas tecnicolor. Sus pestañas se aclaran en un chorro de luz y respira sol. 

— ¿Por qué? — le pregunta. 

Las palomas blancas aletean ante su voz  y regresan al cielo. Llevan su mensaje, pero no responden. 

 — Solo di algo, joder... 

Sentando en una de las tantas bancas, él escucha su pregunta. 

Pestañea suavemente y se levanta, caminando despacio hasta la salida. 

 Jaque mate, detective Reed.

Un escalofrío recorre la espalda del detective, siente una mirada en su nuca y para cuando gira su cabeza, él ya no esta.

▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁

[3]

Gavin Reed nunca fue buen jugador de ajedrez...

Perdería en la primera ronda y daría vuelta el tablero sobre la mesa. Mas nunca se inclinaría. El cronómetro sigue restando los segundos y él, avanza una casilla. Un paso y espera. 

Filo dulceWhere stories live. Discover now