⪼Capítulo 4⪻

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—¡Corre Niall! Corre lo más rápido que puedas, no te detengas.

—¡Louis! No te dejaré aquí.

Sus pies perdieron velocidad al intentar detenerse para ir en busca de quien se convertiría sin duda alguna luego de esta noche, en el líder de su aquelarre.

—¡No te detengas! —gritó desde los brazos que lo aprisionaban—. ¡Guía a los demás! Si no regreso al amanecer, ¡márchense!

—¡Louis no! —gritó con desesperación.

—¡Vete!

Logró decir antes de que los brazos que lo sujetaban lo envolvieran por completo.

֎֎֎

Budapest, año 1937.

El atardecer de aquel día había llegado. Luego de tanta planificación, de sopesar absolutamente cada posibilidad de error, y de repasar una tras otra el plan había llegado el momento.

Louis estaba concentrado, intentando bloquear las alborotadas emociones del aquelarre. Sin embargo, primero necesitaba calmar las propias. Era por ese motivo, que estaba sentado sobre una pared de piedra rota y erosionada, alejado del resto observando los vestigios del sol, aquellas tonalidades naranjas y amarillas que permanecían en el cielo minutos después que el sol se hubiera escondido.

Anhelaba los rayos del astro rey brindándole calor nuevamente. Se había resignado a pasar toda una eternidad privado de la luz del día, de la misma manera en la que se había resignado a no ver más a su familia.

Haber sido privado de esas dos cosas, le recordaba el monstruo en que se había convertido. Si hubiese tenido elección, no habría elegido esta clase de vida, jamás. ¿Cuál era el sentido de ser eterno cuando verías morir a cada persona que alguna vez amaste?

Lo había experimentado con su madre.

Luego de la desaparición de su único hijo varón, su compañero, el sostén de sus días desde que su marido murió, Elizabeth se había sumido en una insondable tristeza. La habían privado hasta de un cuerpo al cual llorar. Nunca había podido superar la dolorosa pérdida de su hijo, y a pesar de que los años habían transcurrido, no lo hacían para ella.

Ese dolor, esa parte de su corazón que había muerto junto con Louis, le había provocado una profunda depresión, que había llegado a enfermarla, hasta el punto de morir abandonada en el hospital de la ciudad. Ni siquiera su hija Charlotte había permanecido con ella. Cuando la joven se casó, viajó junto a su esposo hacia Bradford para trabajar allí, aprovechando el auge de la industria textil en aquella ciudad, y nunca más regresó a Londres por su madre.

Y aunque hubieran pasado veinte años de aquel triste suceso, Louis no podría olvidarlo jamás, porque otra de las maldiciones que conllevaba la eternidad era la falta de olvido. Nada se olvidaba, todo permanecía rozagante en la memoria, recordándole de esa manera el monstruo en el que lo habían convertido.

Debía reconocer que ese, era uno de los motivos principales por el cual había dejado de matar humanos para alimentarse, no quería ser un monstruo, y aunque su alma ya estaba condenada al fuego eterno una vez que su existencia se acabase —como él aseguraba—, haría lo necesario para redimirse, si es que existía alguna clase de redención para alguien como Louis.

Escuchó unos suaves pasos a su lado, no hizo falta girarse, cuando sintió la serenidad invadirlo.

—Jason —pronunció a manera de saludo antes de que su amigo se sentara a su lado.

—Louis...

El segundo al mando sintió otra vez esa emoción que predominaba los últimos meses en su amigo. A pesar de que este intentara opacarla con su habilidad, no podía ocultarla totalmente.

Fire on Fire [Larry Stylinson]Where stories live. Discover now