Capítulo 2

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Era la primera vez que Esquiruela salía del campamento desde la batalla contra Enlodado, y se encontró disfrutando de la sensación de la brisa en su pelaje y del crujido de las hojas secas bajo las patas

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Era la primera vez que Esquiruela salía del campamento desde la batalla contra Enlodado, y se encontró disfrutando de la sensación de la brisa en su pelaje y del crujido de las hojas secas bajo las patas. Aquí y allá captaba señales tempranas de la estación de la hoja nueva: unas pálidas campanillas de invierno debajo de un árbol, y una única flor precoz de fárfara que destacaba en un musgoso tronco verde como una salpicadura de sol. La joven guerrera se dijo que debía contarle a su hermana dónde hallar esa planta. La fárfara era un buen remedio para los problemas respiratorios.

En cuanto estuvieron lejos del campamento, Zarzoso se detuvo.

—¿Por qué no abrís camino vosotros? —propuso, dirigiéndose a Cenizo y Orvallo—. Veamos lo bien que conocéis el territorio.

—Por supuesto —aceptó Orvallo entusiasmado, y echó a andar.

Cenizo, sin embargo, miró con dureza al atigrado antes de desaparecer entre los helechos tras Orvallo. Esquiruela entendió la razón.

—¿Por qué has dicho eso? —le soltó malhumorada a Zarzoso en cuanto se quedaron solos—. Los estás tratando como si fueran aprendices. No te olvides de que Cenizo es mayor que tú.

—Pero soy yo el que encabeza esta patrulla —replicó el guerrero—. Si no te gustan mis órdenes, será mejor que te vayas.

Esquiruela abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla. No quería acabar metiéndose en otra discusión. En vez de eso, pasó junto a Zarzoso y bordeó una mata de helechos, siguiendo el rastro de Cenizo y Orvallo.

Cenizo debió de oírla, porque esperó a que lo alcanzara y redujo el paso para adaptarlo al de ella.

—Están creciendo nuevos brotes en los árboles —señaló, apuntando con la cola las ramas de un roble—. No falta mucho para la estación de la hoja nueva.

—Estoy deseando que llegue —masculló Esquiruela—. No más hielo ni nieve, muchas más presas...

—Al clan no le iría mal disponer de más carne fresca —coincidió Cenizo—. Y hablando de carne fresca, ¿qué tal si cazamos algo? ¿Crees que a Zarzoso le molestará?

—A mí me importa una cola de ratón si a Zarzoso le molesta o no — bufó la joven.

Abrió la boca para saborear el aire. Al principio le pareció detectar un rastro de tejón, y se preguntó si debería mencionárselo a Zarzoso; los tejones eran un problema, especialmente si su territorio coincidía con el de un clan. Pero el atigrado era el último lobo del bosque con el que ella quería hablar en ese momento, y, además, supuso que él no prestaría ninguna atención a nada de lo que le dijera.

Volvió a saborear el aire, y su olfato se llenó del olor de una ardilla. Cuando entrevió a la criatura de poblada cola, entretenida con una bellota a unos pocos zorros de distancia, se olvidó por completo del tejón. Tras comprobar la dirección del viento, adoptó la posición de caza y avanzó sigilosamente hacia su presa. Al verla saltar hacia ella, la ardilla corrió a refugiarse a un tronco cercano, pero Esquiruela fue más rápida. Le clavó los colmillos y la despachó con una veloz dentellada en el cuello.

Los Cuatro Clanes | 𝕛𝕛𝕜Where stories live. Discover now