Capítulo 24: Estrés

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Lo escuchó, Akaza escuchó las palabras del hermano menor de Kyōjurō pero eso no detuvo su andar hacia él.

—Estoy enamorado de Kyōjurō. —corrigió el pelirrosa.

—Pero por tu culpa murió... Si realmente estuvieras enamorado de mi hermano, no lo hubieras asesinado. —el menor respondió, si de todas formas iba a morir, no se quedaría callado, se prometió ser mas fuerte el día en que su padre ofendió la memoria de Kyōjurō.

Akaza no dijo nada, el silencio que se había formado era sepulcral pero la muerte rondaba entre ellos dos; el demonio lleno de coraje y el humano cubierto de terror.

Por otro lado, Senjuro notaba como el demonio caminaba hacia él, directo a matarlo. Tenía miedo, iba a dejar solo a su padre que finalmente había decidido avanzar sin embargo, iba a reencontrarse con su hermano mayor aún así, todavía no quería morir.

—Lo que haga no tiene nada que ver contigo. —se colocó a centímetros del más bajo y levantó su puño para destrozarle la cabeza. —Que seas igual a Kyōjurō físicamente me repugna, no soporto la idea de verlo débil.

"¿Estás seguro de lo que vas a hacer?"

—Cállate. —dijo severo el demonio, lo que menos quería ahora era escuchar esa fastidiosa voz.

"Sabes que lo que dijo ese niño es cierto, por eso estás enojado... Porque es verdad".

—¡Cállate! —repitió Akaza con ira. —Te mataré. —expresó con ojos fríos dispuesto a dar el golpe.

Senjuro cerró los ojos fuertemente cuando se dio cuenta que ese demonio iba a soltar el ataque y, aunque los mantuviera cerrados, las lágrimas seguían saliendo con temor.

🔥❄

La noche estaba en su punto más alto y la luna tenía un aspecto hermoso y, bajo la misma, dos hombres se encontraban sentados en el pasto a la orilla de un lago con mucha naturaleza a los alrededores, solo viendo con una sonrisa el reflejo de la luna en el agua.

—Kyōjurō. —llamó Akaza girando su cabeza hacia el rubio para verlo directamente. —¿Te puedo hacer una pregunta?

Rengoku que por el contrario se mantenía en silencio con una sonrisa, tenía cargado entre sus brazos un pequeño bebé de apenas dos meses. —¿Qué cosa? —gentilmente le dirigió la mirada al pelirrosa.

—¿Me amas? —preguntó con un sonrojo masivo, ni siquiera su color de piel pudo hacer que se disimulara. —Porque yo te amo más que la lealtad que le tengo a él.

Abrió sus ojos con sorpresa, no se esperaba que Akaza le cuestionara sobre eso. —¿Te he dado motivos para creer lo contrario?

—No.

—Akaza. —habló Kyōjurō en un tono firme pero dulce. —¿Me casé contigo, no? Porque quiero pasar toda mi vida contigo.

—Sí, pero. —desvío la mirada hacia el lago. —Tengo la necesidad de escucharlo otra vez, que me amas y que no me dejarás.

Una risita salió de los labios del más joven y aquello provocó que el pelirrosa se avergonzara. No importaba cuanto tiempo pasara, no creía que Kyōjurō estuviera a su lado junto con el hijo que ambos procrearon.

Con unos ojos color naranja pero llenos de brillo y unas mejillas levemente sonrosadas, Rengoku expresó:

—Te amo, Akaza y no me separaría de ti por nada en el mundo, no cambiaría lo que tememos por nada de lo que pueda existir.

—Kyōjurō... —susurró el pelirrosa sorprendido. —Te haría mío justo en este instante pero nuestro bebé se despertaría.

—Pero puedes besarme. —Miró al niño que cargaba entre sus brazos con una sonrisa tierna. —Quiero que me beses, Akaza, si no lo haces, yo te besaré a ti.

Sonrió honestamente. —Está bien.

Se acercó hasta Rengoku y lo besó con suavidad y delicadeza para no despertar a su niño. Un beso que demostraba cuanto se amaban y cuanto querían a su hijo.

Sujetó levemente las mejillas del rubio al separarse y juntar sus frentes con felicidad. —Es increíble hasta donde hemos llegado, mi flamita. —despegaron sus frentes las unas de las otras para recomponer su postura.

—No tienes vergüenza. —se burló el rubio.

—Por supuesto que no, por ti no, además. —observó al niño. —Los genes de tu familia son fuertes, salió idéntico a ti.

—Pero creo que se parecerá mas a ti. —respondió el rubio.

Se quedaron en silencio hasta que Akaza rompió nuevamente la pausa con su voz:

—¿Me perdonarías, Kyōjurō? —cuestionó con tristeza y amor.

🔥❄

Senjuro esperó el golpe del demonio no obstante, éste nunca llegó.

Gritó con terror cuando sintió que alguien tocaba su hombro, lo había sacado del shock en el que se encontraba.

—¡¿Senjuro?! —se preocupó. —¡¿Estás bien, Senjuro?! —lo sujetó por los hombros para sacudirlo con poca fuerza ya que necesitaba sacarlo del trance.

Cuando finalmente se dio cuenta de que el demonio ya no se encontraba y de que la persona que estaba sujetándolo era su padre, calló de rodillas al suelo con alivio.

Shinjuro lo observó con preocupación, no se perdonaría que algo le pasara por no cuidarlo, después de todo, Senjuro todavía estaba en la edad en la que requería de su padre.

—¿Qué pasó? —intentó calmarlo dándole pequeñas palmadas en la espalda para tranquilizarlo.

Estar parado frente a la muerte y de un momento a otro, saber que aún sigues con vida es una carga de estrés enorme sobre todo cuando no se está preparado ni físicamente ni emocionalmente.

—¿Padre? —entre sollozos, Senjuro se dio cuenta de que ya estaba a salvo, miró a sus alrededores con velocidad para percatarse de que ese demonio ya no estaba en el callejón.

—Todo está bien. —no sabía como intentar calmar a su hijo pero trataba de lograrlo.

ArrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora