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Una estudiante no debería estar pensando en un profesor de esta manera y por tanto tiempo.
No, un estudiante no debería pensar en absoluto en un profesor. Pero, ¿y si él fuera el que empezara todo? ¿Por qué sería culpa del estudiante si el profesor fue el que hizo el movimiento?
Las vacaciones de invierno parecieron durar más de lo que se suponía. No podía esperar volver a Hogwarts. Las fantasías sobre él no eran suficientes. Necesitaba verlo. El solo pensar en él hizo que todas esas imágenes y sentimientos de la detención regresaran. Sus muslos se apretaron mientras sostenía un libro frente a su cara, ocultando el rubor y las pupilas dilatadas de los ojos de sus amigos.
Recordó la forma en que se acercó a ella, ofreciéndole un tipo diferente de detención. Preguntó primero, por supuesto. Él no la obligó. Se aseguró de que ella supiera que podía decir que no cuando quisiera y salir del aula.
Pero ella no dijo que no. En cambio, se derritió en sus brazos cuando la colocó sobre el escritorio, mirándola a los ojos por un momento antes de besarla. Sus labios se movieron tan sensualmente contra los de ella, haciéndola gemir en su boca y apretar sus hombros para apoyarse. La hizo débil.
No se atrevió a tocarla más a menos que ella quisiera. El profesor Lupin tenía muchas fantasías sobre ella, pero sobre todo quería hacerla sentir segura y hacerle saber que tenía opciones. No era el tipo de hombre que obliga a una dama a hacer algo, especialmente algo sexual.
Toda la detención pasó con besos lentos, tirones de pelo y toques ligeros en sus muslos y costados. No fue más allá de eso. Estaba tan perdida en la forma en que él se movía que una vez que él se apartó, ella gimió y frunció el ceño, ganándose una risa de él. Remus amaba la vista de sus labios rojos hinchados, mejillas rosadas y cabello desordenado. Ella respiraba con dificultad, sus manos aún sobre sus hombros. La había dejado sin aliento.
Pensar en todo eso la hizo apretar inconscientemente sus muslos aún más, el espacio entre sus piernas buscaba un poco de liberación.
Estaba atrapada en la misma página durante treinta minutos, sus ojos no se movían de una oración. Ni siquiera se dio cuenta de que su boca estaba ligeramente abierta y seca mientras imaginaba su lengua trabajando contra la de ella.
El tren se detuvo abruptamente, haciendo que todos los estudiantes en el compartimiento saltaran un poco de sus asientos. Una vez que se detuvo, todos miraron por la ventana. La nieve había cubierto los senderos.
Ella tenía problemas más grandes que la nieve. Tenía fuego entre las piernas y esperar hasta que llegaran al castillo no era una opción. Se disculpó, luego se puso de pie y se arregló la falda. Podía sentir lo mojada que estaba mientras caminaba por el tren en busca de un baño. La sensación de sus dedos allí no era ajena a ella, pero desde que probó a su profesor, deseó que pudiera reemplazar esos dedos. El tren comenzó a moverse de nuevo, haciendo que se tambaleara hacia atrás.
