09 | Soy tuyo

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Tenían trece años y ya se auguraba que Eloise Walker y Tom Ryddle iban a conquistar Hogwarts.

Aunque cada uno estaba haciendo amigos por separado, ambos pertenecían al mismo círculo de personas y se las arreglaban para terminar el día el uno junto al otro. Eran los más queridos en el grupo. Tom por su inminente atractivo, su pulcritud e inteligencia silenciosa; Eloise por su carisma, su astucia y su sonrisa risueña. Se empezaban a ganar a los profesores uno a uno sin que nadie se diera cuenta, ni siquiera ellos mismos.

Eloise estaba rebosante de felicidad. Todo lo que quería en la vida se le había obsequiado en cuanto supo que era una bruja.

Iba dando saltos por el pasillo rumbo a su próxima clase, haciendo girar su vestido que le llegaba a las rodillas y la capa en su espalda. Tarareaba una canción, con los libros en su pecho y la mente en las nubes. En el camino debía encontrarse con Constanze, su nueva mejor amiga. A pesar de que tenía muchos amigos, de todas las casas, Eloise siempre prefería pasar tiempo con Tom y Cons. Para su desgracia, a Tom no le caía bien la chica y a veces se veía obligada a dividir su tiempo para no hacerlo sentir desplazado.

Constanze, afortunadamente, nunca se enojaba. Eloise le había dejado muy claro que Tom estaba por encima de cualquier otra persona en el castillo. Además, la morena tenía su propia amiga Hufflepuf.

—Oh, hola Rubeus.

El adolescente semi gigante sentado en el suelo levantó la cabeza del libro que estaba leyendo, probablemente algo sobre animales, y sonrió felizmente a Eloise. Ella era, quizá, la única Slytherin lo que trataba bien.

—Hola, Eloi. ¿Vas a clase?

—Sí, ¿tú no vas?

La próxima clase de la chica era astronomía, una que le fascinaba a Eloise porque amaba las estrellas y las constelaciones, pero que Tom consideraba aburrida e inútil. Rubeus, de primer año, tendría que estar en su propia asignatura. Arrugó sus toscas facciones y con un suspiro se puso de pie, sobrepasando la estatura de Eloise por más de medio metro a pesar de que era dos años menor. Ella rio divertida debido a la diferencia de tamaños, y Rubeus se encontró a sí mismo sonriéndole con la inocencia de un mago de buen corazón.

—Te acompa...

—¡Eloise!

Los dos miraron al frente, donde Constanze se acerca al trote hacia ellos. Parecía asustada. La castaña creyó que algo malo había sucedido hasta que la alcanzó, se guindó a su brazo y prácticamente la llevó a rastras hacia al salón, mirando por encima del hombro cada tanto. Solo cuando estuvieran lejos fue que Eloise entendió que Constanze la había alejado de Rubeus.

—¿Cons?

—¿Te hizo algo? —La castaña negó, asombrada de que hubiera formulado aquella pregunta siquiera, y Constanze suspiró con alivio—. Menos mal. No sé si habría podido confrontarlo si él hubiese querido pelear. No podemos ir a duelo, y honestamente no quiero hacerlo. Mucho menos con él. No debes quedar a solas con Hagrid, Eloise.

La chica le puso mala cara, deseando haber tenido la oportunidad de al menos disculparse con su grandote amigo.

—No me hizo nada, ¿por qué habría de hacerlo? Rubeus es un buen chico.

—Es un semigigante, Eloise —le repitió como si ella no lo supiera—. Los gigantes son malos. A Tom no le gusta que él esté cerca de ti. Tarde o temprano hará algo horrible, y será expulsado. No puedes estar con él cuando suceda o te van a expulsar a ti también.

—Tonterías. —Rodó los ojos y se soltó de su agarre para meterse al salón. Como siempre, Tom ya le tenía su lugar apartado.

Eloise se dejó caer en el asiento y él inmediatamente percibió su mal humor, pero Constanze musitó con los labios «El gigante» y Tom entendió qué había sucedido. Frunciendo el ceño, volvió la vista al frente. Rubeus Hagrid no le agradaba ni un poco, pero menos le gustaba verlo con Eloise. No entendía por qué habían admitido a alguien de su especie en el colegio. Era cuestión de tiempo para que explotara y arremetiera contra pero estudiante. Si se atrevía a ponerle un dedo encima a Eloise, no sabía hasta dónde era capaz de detenerse.

Al finalizar la clase, donde Tom contestó todo correctamente pero Eloise no participó en lo más mínimo (cuando era su clase favorita), la chica recogió sus pertenencias y salió precipitada. Tom, por el contrario, se tomó su calma antes de salir a buscarla. La conocía mejor de lo que ella se conocía a sí misma. Conocía sus manías, sus gustos, sus miedos, por lo que no fue difícil hallarla en el jardín, a orillas del lago, escondida entre los arbustos.

A pesar de que no era fan de sentarse en el suelo, lo hizo por ella. Eloise tenía un adorable puchero de enfado en sus rosados labios. Tom esperó pacientemente a que ella expulsara su ira.

—Odio que lo traten así —dijo finalmente—. Con tantos prejuicios, como si fuera un monstruo. Rubeus es nuestro compañero, nuestro amigo.

—Mío no es.

—¡Pues mío sí! —gritó ella, enfadada. Tom alzó las cejas.

—Él no es tuyo, nada tuyo. No es tu amigo —le dio un suave tirón a un mechón de su castaño cabello. El gesto iba cargado con dulzura—. Yo sí soy tuyo. Tu único amigo.

—Tengo más, a parte de ti.

—Pero ninguno de ellos es yo, así que no cuentan.

Eloise bufó. Ya no se le veía tan molesta.

—No se puede hablar contigo, ¡eres muy egoísta!

—No, Eloise. —Rebatió Tom con obviedad—. No soy egoísta, solo te estoy recalcando lo que ambos sabemos. Tú y yo nos pertenecemos. No se te puede olvidar.

—¿Cómo podría olvidarlo? —Murmuró con la cabeza baja, tirando del césped distraídamente—. Aún así, no quiero que te metas en mis otras amistades.

—No lo haré.

—Ni que mandes a Constanze.

—Ella va sola —contestó burlón—. Yo no la mando. Aunque debería agradecerle. No lo haré, pero debería.

Eloise entornó los ojos, sabiendo que era casi perdido pelearse con Tom. Él siempre ganaba. Decía cosas a las que ella no podía negarse. Le repetía que ellos dos estarían juntos siempre, y entonces a ella se le olvidaba por qué estaban discutiendo.

—Eres tan tonto —resopló—. No sé cómo seguimos siendo amigos.

Tomándola por sorpresa, Tom se incorporó velozmente y atrapó el rostro de Eloise entre sus manos. La miró fijo a los ojos, sin ningún rastro de diversión en su mirada.

—Somos más que amigos —decretó, serio—. Y seguimos siéndolo porque me quieres y no puedes vivir sin mí.

—En ese caso, tú tampoco puedes vivir sin mí.

Para su completo asombro, Tom no se molestó en negarlo.

—Pues no. La verdad es que no puedo.

Ella se sintió ruborizar bajo el tacto frío del azabache. El enfado se esfumó en el viento.

—¿Y también me quieres?

—Sí —aseguró sin vacilar—. Más que a nada en el mundo.

El corazón de la castaña se aceleró con violencia, y para ignorar aquellos latidos desenfrenados, inclinó el rostro para besarlo en los labios. Todavía seguían siendo inexpertos. Seguían sin abrir la boca, conformándose meramente con el tierno contacto.

Sin embargo, aquello que a simple vista parecía inocente, cada día iba transformándose en algo más peligroso.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ