Extra 200k | Reina oscura

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Advertencia: no es un capítulo explícito, pero es más subido de tono de lo normal, así que debería clasificarlo como +18 por si acaso. También aclaro que este extra no es consecuente del extra pasado, sino que ocurre mucho tiempo antes, meses después de la boda de Tomoise. Sin más, espero que les guste.


Hacía un calor infernal, por lo que Tom, siempre atento de sus necesidades, consiguió una casa con alberca incluida. Eloise no le preguntó de dónde la había sacado porque no le interesaba la respuesta.

Estaba acostada en la tumbona con una sombrilla cubriéndole del sol. Mientras Tom se encargaba de algunos negocios con sus mortífagos, ella disfrutaba de la soledad con un bonito bikini azul cielo y unos lentes de sol. Llevaba algunos minutos con la única compañía de su limonada fresca y la suave melodía que sonaba desde su estéreo. Cuando hubo gozado lo suficiente de su intento de bronceado (porque realmente se había embarrado casi todo un bote de bloqueador solar), se levantó, metió un pie a la alberca para comprobar su temperatura y posteriormente brincó hacia ella echa bolita.

Nadó y nadó hasta que la piel de los dedos se le arrugó, y continuó nadando ajena a que Tom había llegado a casa y estaba de pie en la puerta del patio, de brazos cruzados, apoyado en el marco, mirándola fijamente.

Finalmente decidió parar, asomando la cabeza para nadar hacia la orilla. Fue ahí que notó a su esposo observarla. Eloise sonrió, encantada con su presencia.

—Hola, guapo —saludó, risueña—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—El suficiente para darme el gusto.

Eloise dejó salir una risa boba. A pesar del tiempo que llevaban casados, de saber el estatus social que Tom iba tomando cada vez más, él seguía poniéndola nerviosa.

—Métete conmigo —le pidió, sumergiéndose hasta la barbilla—. El agua está deliciosa.

—Tú estás deliciosa. —Yéndose a sentar en la tumbona donde antes había estado ella, Tom palmeó sus muslos—. Ven aquí.

Y ahí estaba el efecto del deseo: el latir desbocado de su corazón, la sequedad repentina de su boca, el palpitar de sus órganos. De absolutamente todos.

Sin pensarlo dos veces, Eloise salió de la alberca usando las escaleras de material. El top del bikini abrazaba sus pechos, mientras que las bragas se perdían en sus glúteos. Normalmente no usaba este tipo de ropa, pero en vista de que la casa siempre estaba sola –porque obviamente Tom no permitiría que nadie viera a su esposa luciendo así de apetecible–, y de que ambos seguían en su etapa hormonal post-luna de miel, decidió usarlos más a menudo.

La piel le ardió cuando se acercó a él. No era el sol, sino sus ojos. La consumían fervientemente.

Sin importarle a ninguno de los dos que él estuviese seco, Eloise se sentó sobre su regazo y rodeó su cuello con los brazos. Tom la recibió con un beso, prolongado y profundo, como el del que no ha visto a su mujer en largos años.

La diferencia era que habían estado juntos a penas esta mañana.

—¿Cómo te ha ido?

Tom resopló cuando Eloise se separó para preguntarle. Hablar de trabajo era lo último que quería hacer, teniéndola así.

—Como todas las otras veces, cariño —respondió, viajando con los labios por el cuello tostado de la castaña—. Tenemos más gente en nuestra causa.

«Nuestra causa». Eloise no podía pensar en él significado de la supuesta causa cuando él usaba el «nuestra», incluyéndola en todos sus planes en un acto inconsciente, como si fuera automático.

Forever | Tom Ryddle [HP 0.5] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora