13 | Desastre familiar

7.6K 902 1.3K
                                    


 Desastre familiar 

Montreal, Canadá

10 de Noviembre del 2022

Anheli

Estoy loca.

«Me estoy hundiendo al borde de la locura»

¿Por qué?

Porque no dejo de pensar en ese maldito hombre de cabello azabache y ojos azules.

«¿Qué carajos pasa conmigo?» «¿Por qué no puedo dejar de pensar en él aun sabiendo todas las putas mentiras que me dijo?» «¿Qué es lo que me ha hecho?»

Cada vez que cierro los ojos, rápidamente una sensación cálida se apodera de mi cuerpo y mi mente recuerda lo que pasó hace días, en esa oficina. Cada noche el escalofrío de sentir su boca sobre mi cuerpo, sus caricias sobre mi piel sólo lograban que mi carente excitación incrementara y terminaba con un puto dolor en el sexo.

Me negaba. Me negaba completamente masturbarme por culpa de ese imbécil. Me negaba a ceder en el maldito deseo y placer que me provocaba. «Yo no soy así» Carajo, se supone que estoy con Dante. «¡Se supone que odio la puta infidelidad!»

«Y aun así caí» Caí como una cualquiera. Caí en los brazos de un hombre al cual no conozco de nada. A pesar de que me dijo lo contrario. Caí como una mujer que necesitaba saciar ese placer exuberante que palpitada en cada parte de mi cuerpo. «Y lo vi a él» Lo sentí. Lo acaricié. Lo besé. Y supe que sólo mi placer sería saciado por él.

Porque esa noche yo fui completamente suya.

Y él fue completamente mío.

—Carajo... —murmuro con la cabeza baja, mientras me apoyo en el lavabo de mi baño siendo consciente que otra vez he soñado con él. Cierro los ojos queriendo borrar su rostro de mi cabeza pero es imposible. «¿Qué tanto pudo hacer conmigo ese hombre para tenerme así?»

Abro la llave del caño y llevo un poco de frescura a mi nuca y a mi rostro el cual siento completamente caliente. «Puta excitación» Ladeo mi cabeza de lado a lado queriendo soltar toda esa tensión en mis hombros y vuelvo a suspirar, prometiendo que no volvería a suceder.

«Él está en Francia, yo en Canadá. Fue sólo cosa de una noche. Nada más»

—Sí, Anheli. Pero no quisieras que fuese algo de sólo una noche —le digo a mi reflejo y llevo mis manos a mi cuello, acariciando las zonas que él había tocado— ¿Qué ocurre conmigo? —pregunto en un murmuro doloroso y me obligo a dejar de pensar en él para cerrar la llave y salir del baño.

Me sobresalto, asustada, en el momento en que veo a los mellizos saltando sobre mi cama, demasiado felices. Se encuentran vestidos con sus pijamas que se relacionan entre sí. Aria tiene su pijama de cebra, franjas rosadas y blancas, mientras que Aiden es de franjas negras y blancas. ¿Sí yo los escogí? Pues no. Los mellizos siempre han querido hacer y vestir casi todo a la par, a excepción de los deportes claro. Aiden podía ser mucho más rudo y fuerte de lo que aparenta su personalidad tímida.

—Pues muchas gracias por desordenar mi cama, eh —espeto, apoyada en la pared mientras los veo gritar y reír. Mi hija salta hacia un lado para verme y sonríe.

—Ya estaba desordenada, mami.

—Ustedes la desordenaron más.

—Un poco más, un poco menos. No cambia el hecho de que ya haya estado desordenada —responde con inteligencia. «Mocosa sabionda»

Olvidando sus reglas #2 © | ✔ (Versión 2022)Where stories live. Discover now