42 | Inesperada navidad

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Tercer día de maratón, que nervios

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Barcelona, España

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Barcelona, España

25 de diciembre del 2022


Anheli

Deslizo las tiras del vestido rojo sobre mis hombros y llevo mis manos por debajo del corsé de mi torso, acariciando mi abdomen que demuestra la silueta de una bailarina y patinadora de años a lo largo de tanto entrenamiento físico. Ladeo mi cabeza frente al espejo para el visto bueno hacia mi apariencia.

Mi cabello castaño cae por cascadas detrás de mi espalda y los tacones del mismo color del vestido me hace ver un poco más alta. El maquillaje es simple, pero atractivo y sensual a la vista dejando que el azul de mis ojos se lleve toda la atención. Las comisuras de mis labios se elevan cuando veo el tono carmesí del labial sobre mí.

Aunque eso no es lo que se termina llevando por completo mi atención.

Mi mirada baja por mi cuello hasta quedar en la palabra de tinte negro que ha quedado marcada por encima de mi clavícula. La letra curva deja un rastro elegante ante la tipografía del tatuaje, y me es inevitable no acariciar el relieve de la palabra "Cielo" adornando mi piel.

Cuando le dije a Nikolái que quería marcar mi cuerpo con un tatuaje significativo, puso a mi disposición a uno de sus tatuadores personales, quien se dedicaba solamente a dibujar en la piel de mi hermano. Nunca pude sacar de mi mente y de mi corazón el hecho que Cristian llevaba sobre su brazo el apodo que, según él, sólo a mí me pertenecía al igual que el amor que me profesaba.

Con el estado actual de nuestra quebrada relación, quería hacer lo mismo por él, pero esta vez más como si estuviese manifestando al universo que me diera un final feliz con el pelinegro que tanto amo. Mamá sonreía cuando me escucha sisear un poco debido al dolor que causaba las agujas a una zona sensible de mi cuerpo, sin embargo, sus caricias en mis manos me mostraban el apoyo que tenía de su parte para esto, a pesar que sea una tontería.

Luego del tatuaje, se había subido la manga de su camiseta para mostrarme una "A" tatuada a un lado de su muñeca. Me contó que se lo tatuó el día que pudo reencontrarse con mi padre y que él también había decidido hacer lo mismo. Cada uno tenía una "A" en su muñeca, y no pude evitar sonreír cuando me contó todo lo que tuvieron que pasar para no dejar morir su amor en una historia romántica fallida.

«Después de haber pasado por tantos amores paternales, algunos peores que otros, seguía anhelado el amor que mis verdaderos padres se tenían uno por el otro»

Saber que el apellido que nunca quise cambiar porque me recordaba que podía tener un pasado feliz pertenecía a uno de los hombres más bondadosos que pude haber conocido me generaba un sentimiento de orgullo, y no más resentimiento. Ser consciente que provengo de una mujer que me amó al instante que supo de mi existencia me brinda consuelo a mi existencia, y a la infancia infeliz que tuve que pasar.

Olvidando sus reglas #2 © | ✔ (Versión 2022)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant