𝐕𝐈𝐈𝐈

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𝐀𝐑𝐂𝐎 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐎

𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐈𝐈𝐈

Algunas mentiras se hacen reales.

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La sensación de alivio cada vez que se sacaba el corsé, era como una recompensa a lo que lograba cada día. Llevaban tres semanas fingiendo con éxito el cortejo y tenían nuevas pistas del paradero de su hermana. Chuuya casi podía ver el final del túnel del engaño en el que se había metido con sus propios pies. Akutagawa no se quejaba, conocía su posición como un sirviente más y estaba orgulloso de servirle a Chuuya, lo prefería con creces por sobre su padre, ese vil hombre parecía haber olvidado su origen humilde tan pronto el dinero entró a su vida.

El barón hacia la vista gorda con Chuuya merodeando por la casa, no se metía con él, pero no disimulaba ni un poco cuando estaban a solas en el comedor para compartir la comida. Lo miraba con el desprecio al que, para bien o para mal, Chuuya ya se había acostumbrado. Y ese día no tendría nada de común.

El mayordomo irrumpió la estancia en la recta final del almuerzo, algo que el pelirrojo agradeció silenciosamente, pues la filosa mirada de Kensuke no le dejaba disfrutar la comida y hasta temía sufrir de una indigestión a ese paso. El hombre entrado en años susurró unas palabras al oído del barón que parecieron dejarlo frío. El duque esperaba en la sala de invitados.

Aquella habitación rebosaba de hombres esperando pacientemente, a que la damisela que había sido el centro de atención la noche anterior apareciera. Pues por supuesto, una dama encantadora y soltera podía recibir visitas de sus pretendientes en su casa, siempre bajo la supervisión de otro familiar, hasta que alguno ofreciera una propuesta de matrimonio y fuese aceptada.

Era claro que ninguno de aquellos caballeros tenía conocimiento de la enmadejada de mentiras que los sacarían a todos de allí con prontitud. Tan pronto como el duque se unió al enjambre de pretendientes, la mayoría se supo derrotados aún sin haber presentado sus regalos a la dama Nakahara. No pasaron más de diez minutos cuando el robusto barón entró seguido de Chuuya.

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— Caballeros, gracias por su visita, pero me temo que mi querida hija ya ha recibido una propuesta de matrimonio, por lo que agradeceré si se retiran amablemente.

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Más de uno rechistó desganado, dejando igualmente las flores a la lady por mera cortesía antes de retirarse. Los sirvientes ayudaban a colocar los racimos en jarrones a medida que la joven los recibía y se los pasaba luego de un avergonzado agradecimiento. Chuuya no sabía si aludir la fama que pudiera tener su hermana o si era su propia gracia lo que había llenado su salón con pretendientes semana tras semana. Kensuke se permitió respirar a gusto cuando el último partió, quedando solo ellos tres junto a dos sirvientes en el salón.

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— Me alegra que aceptara mi propuesta, barón —disimuló el castaño. La servidumbre de esa casa seguramente serían los primeros en difundir la cotilla.

— Ni más faltaba. Les dejo a solas, tendrán mucho que planear para su... Boda —escupió las palabras el Nakahara mayor, con odio disimulado.

— Tenga por seguro que me haré cargo de todo —deleitó. Kensuke, cansado y asqueado, se retiró.

— ¿Le apetece caminar por el jardín, excelencia?

— Si a la lady no le molesta, preferiría llevarla a una cafetería en el distrito comercial.

𝖀𝖓𝖆 𝕰𝖘𝖕𝖔𝖘𝖆 𝕱𝖆𝖑𝖘𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖊𝖑 𝕯𝖚𝖖𝖚𝖊 - SσυкσкυDonde viven las historias. Descúbrelo ahora