𝐗𝐗𝐗𝐈

1.8K 281 25
                                    

𝐀𝐑𝐂𝐎 𝐓𝐄𝐑𝐂𝐄𝐑𝐎

𝐂𝐀𝐏𝐈̇́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐗𝐗𝐗𝐈

El pecado de la curiosidad.

⠀⠀

La hora de la cena nunca había sido tan tensa para Chuuya, desde la última vez que había compartido la mesa con su padre, lo cual era raro cuando ya se había acostumbrado en los últimos siete meses a las comodidades de una duquesa, sin la presión de la pesada mirada del barón escrutándolo y juzgándole. Su anfitrión, el conde Kunikida Doppo, un hombre rubio, alto y un poco esquelético para ser un noble, se notaba igual de incómodo que él. La razón, estaba comiendo silenciosamente a su lado: Dazai cortaba la carne en su plato con parsimonia, como si las mangas de su chaqueta no estuvieran manchadas con la sangre del miserable mercenario en la celda de la mazmorra bajo la mansión.

Chuuya no se atrevió a decirle algo después de que saliera de ahí (con una sonrisa extraña en el rostro) y le ordenara al soldado que lo estaba acompañando antes de eso (que según recuerda, en ese momento le dijo que se llama Yōzō) que preparase todo para volver lo antes posible a la mansión en Delfran.

Le dijo que tenían una alimaña que cazar.

Luego de eso había estado demasiado callado.

⠀⠀

— Eh, bueno —intentó el conde romper el hielo—, espero que la duquesa esté a gusto con la nodriza que he conseguido para usted. Fue muy apresurado, pero Haruno tiene excelentes credenciales. Por supuesto, no espero que se sienta presionada a conservar sus servicios, tal vez usted tenga a alguien más en mente —se apresuró a aclarar, pues la mirada de Dazai estaba clavada en él como si hubiera insinuado que su esposa era incapaz de lidiar con la crianza de su bebé, como si Chuuya fuera capaz de amamantar en primer lugar; Nakahara culpó a su buena actuación.

— Estamos agradecidos con su hospitalidad y su elección me parece acertada. En este momento, lo único que me preocupa es qué haremos cuando nos marchemos a la capital. Supongo que la joven también tendrá una familia y un niño propio a quién alimentar. No me atrevería a separarlos.

— Puede hablarlo con Haruno, pero no creo que sea problema. Su hija ya está algo grande, igualmente no creo que sea algo que con la paga adecuada no se pueda acomodar.

— Entonces es perfecto —aceptó Chuuya, que notó que Dazai no apartaba esa mirada pesada y arrogante del rubio que se supone es un viejo amigo de la academia.

— Creo que mi esposa está algo cansada, debemos preparar todo para partir mañana así que nos retiraremos primero —señala mientras se levanta sin prisas de su asiento, haciendo que Kunikida se levante apresurado para despedirse respetuosamente. Chuuya, que apenas había reaccionado en lo que significaba eso, se levantó también y tomó la mano que el castaño le ofrecía, para despedirse rápidamente del conde mientras es guiado rápidamente fuera del salón comedor.

— Pero ¿qué ha sido eso? —le murmura el pelirrojo mientras van subiendo las escaleras—. Tú nunca habías actuado así antes, ¿hice algo para molestarte acaso?

— Para nada, solo quiero estar a solas con mi esposa. ¿No puedo?

⠀⠀

Aquello le dejó mudo. No sabía cómo debería tomarse esas palabras, si eran sarcasmo o una broma. Una vez dentro de la habitación, a solas realmente por primera vez en el día y desde que se habían reunido, Dazai le acorraló contra las puertas, sosteniendo sus manos contra la madera a la altura de su pecho y le habló cara a cara, demasiado cerca para su gusto siendo que se estaba comportando extraño desde que bajó a torturar a ese hombre horas atrás.

⠀⠀

— ¿Por qué tan asustado? —inquirió el castaño—. No es como si fuera a hacerte daño, Chuuya~

— Me estás lastimando, Osamu —y fue como si hubiera encendido una luz en medio de la oscuridad. Frunció las cejas y se llevó una mano a la sien, como si le doliera. Luego, su mirada se suavizó y lo observó con confusión, alejándose ipso facto del pelirrojo, que temió ser malinterpretado—. Oye, no es para tanto, solo tenías que aflojar un poco el agarre.

— ¿Pero qué estaba haciendo...? —dudó. La cabeza le punzaba y miro casi con espanto entre sus mangas manchadas y Chuuya, cosa que este notó enseguida.

— Hey, ¿por qué no tomas un baño y te cambias esa ropa sucia? Le pediré a Aku y Gin que preparen la tina.

— Chuuya... —el castaño cerró los ojos un momento, frunciendo el entrecejo con la mano en su sien nuevamente—. Sí, por favor.

⠀⠀

Minutos más tarde, la tina había sido acomodada en la habitación con agua tibia y Chuuya despachó a las criadas junto a los Akutagawa, decidido a ayudar él mismo a Dazai con aquello. El castaño ya se había despojado, con la ayuda de los sirvientes, de las prendas más difíciles y ahora solo estaba con la camisa y la ropa interior. Chuuya no dudó en subirle la camisa y sacársela, alborotando los cabellos del castaño que se notaban revueltos en un desastre cómodo de ver.

⠀⠀

— ¿No te vas a voltear para que me desnude, Chuuya? —preguntó para romper la tensión del momento, intentando sonar gracioso para aligerar el ambiente y dejar de sentir que lucia vulnerable.

— No tienes nada que yo no tenga, pero si tienes vergüenza de que vea bajo tus vendas... —se tapó los ojos, con una suave sonrisa. Dazai tomó el brazo con el que obstruía su vista y lo apartó para llevarlo hasta el inicio de una de las vendas en su brazo. No estaba completamente cubierto, solo en zonas que podían quedar a la vista de la ropa, como los antebrazos, el cuello y una pequeña porción de su pecho.

— Adelante.

⠀⠀

Sin ninguna prisa, Chuuya comenzó a retirar una a una esas vendas. Con cada poco que quitaba, marcas de viejas cicatrices iban apareciendo en el camino, prueba viviente de la historia que el caballero, Yōzō, había contado sobre el pasado del castaño en la guerra. Cada uno de los cortes, que no parecían haber sido tan graves, estaban tan bien cicatrizados que parecían líneas blanquecinas recorriendo la piel casi sin dejar bultos a su paso, apenas tangibles. La excepción, quizás, era una larga y gruesa cicatriz en su pecho, que lo atravesaba diagonalmente desde el pectoral izquierdo hasta debajo de la última costilla derecha. Esa parecía más reciente que las demás y Chuuya la tocó con mucho cuidado, como si pudiera causarle dolor al contrario.

⠀⠀

— Esta bien, han pasado tres años desde esta. No me vas a romper por tocar con firmeza, Chuuya —sonrió gentilmente, antes de comenzar a sacarse los pantalones para meterse por fin a la tina; Chuuya había desviado la mirada a propósito para no incomodarlo o mejor dicho, no incomodarse él mismo—. Bañate conmigo —pidió, ya sentado en la tina de bronce. Chuuya bufó, pero se comenzó a sacar el vestido y el corsé, con las mejillas sonrojadas para cuando solo faltaban los calzones.

— ¿Podrías... Cerrar los ojos un momento? —Dazai se echó a reír, pero obedeció.

— Lo que sea para que la duquesa esté a gusto —bromeó, manteniendo los ojos cerrados hasta que sintió al otro sumergirse frente a él en el agua de rosas, con algunos pétalos flotando en esta. La tina casi se rebasa y era un manojo extraño de piernas bajo el agua, así que Dazai se inclinó hacia delante y sin pudor alguno, pidió permiso a Chuuya a sentarse delante suyo para usarlo como almohada, a lo que este accedió un poco atolondrado, con las mejillas más arreboladas.

— ¿Me contarías? —habló luego de unos minutos, mientras jugaba con el cabello del otro que se había humedecido con sus manos y ahora caía todo hacia atrás, mostrando por completo las facciones firmes y atractivas del duque—. Las cicatrices, quiero decir. ¿Cómo te las hiciste? Oh —exclamó de pronto, pensando en que la pregunta podía ser un poco grosera en sí—, pero si no quieres decirme está bien-

— No me molesta —avisó, notando que Chuuya estaba por comenzar a disculparse, quizás por pensar que sonó un poco insensible—, pero la verdad es que no estoy del todo seguro de los detalles. Pasó hace tanto tiempo, hace unos diez años...

𝖀𝖓𝖆 𝕰𝖘𝖕𝖔𝖘𝖆 𝕱𝖆𝖑𝖘𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖊𝖑 𝕯𝖚𝖖𝖚𝖊 - SσυкσкυDonde viven las historias. Descúbrelo ahora