Irenico ©

||PRÓLOGO||

3 de febrero de 2016.

Un señor robusto acariciaba su barba mientras tomaba asiento en un sofá. Revisó unos papeles y fotos que se encontraban en la mesa que tenía en frente.

En la mayoría de los retratos aparecía una chica, de constitución delgada, cabello rojizo y pequeñas pecas visibles. Su sonrisa mostraba alegría, pero aquel hombre detalló que a sus ojos el destello no llegaba; pues era muy bueno definiendo las expresiones de los demás.

—Manda a llamar a los cinco — le dijo al chico que estaba detrás de él.

—Como ordene señor — respondió y de inmediato abandonó la estancia dejando a aquel hombre sumido a sus pensamientos.

Sus ojos se posaron nuevamente en la fotografía de la chica y por un momento — solo un momento — sintió empatía por ella, tanta bondad, tanta pureza, rodeada de tanta mierda y teniendo que pagar por errores de los demás.

El sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos. De un momento a otro tenía en frente a cinco chicos.

— ¿Nos mandó a llamar señor? — preguntó el número cuatro.

Estaba totalmente prohibido dar a conocer sus verdaderos nombres, así que entre ellos se llamaban por números.

—Tienen un nuevo trabajo — espetó él con soberbia —. Un secuestro.

Las cejas de los cinco muchachos se alzaron mostrando una expresión confundida; hacía mucho no les encargaban ese tipo de órdenes. La última vez...no acabó muy bien.

Compartieron una mirada que solo ellos entendían.

—De acuerdo — dijo ahora el número cinco.

— ¿Quién es el afortunado? — cuestionó número dos con sarcasmo.

—Esta chica — el señor señaló las fotos que descansaban en su mesa.

—¿Una chica? — agregó número uno —. ¿Está seguro de esto?

El hombre solo asintió.

Número tres, quién aún se encontraba en silencio, pues era un joven de pocas palabras. No comprendía el porqué ese repentino trabajo. Era una extraña decisión que de la nada tuvieran que organizar un secuestro, y sobre todo, que era para una chica, nunca habían tratado con féminas por una razón que solo su jefe conocía y no ha querido compartir.

—Aquí tienen toda la información, ya saben lo que tienen que hacer — añadió el robusto mientras recogía los papeles desordenados de la mesa —. Número tres, estás a cargo.

De su boca no salió una sola palabra, solo asintió pensativo y recogió aquellas hojas para luego abandonar la habitación.

Ya en un lugar solo, se permitió contemplar el rostro de la muchacha. Ella era muy bella, muy buena, muy sana. No se merecía esto.

¿Pero quién era esa chica?

Su nombre era Olivia Cross y pronto llegaría el momento en que todo cambiaría para ella.

¿El motivo?

Un secuestro.

¿Él por qué?

Solo hay una forma de descubrirlo.

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