Libro 2 Capitulo 22

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Inglaterra, Abril de 1555

La gran corte real era fría y solitaria a excepción de aquellas ocasiones en las que se rodeaba de gente y música, abriéndose las puertas a renombrados y poco agradables nobles que venía con la intención de lograr casar a alguna de sus hijas con alguno de los cuatro hijos del actual e intimidante monarca.

Niklaus Mikaelson, príncipe de Gales, no era un apasionado de las celebraciones; no cuando las mismas se trataban de complacer a su padre, Mikael el cruel. Aquella velada, sin embargo, el muchacho guardaba cierta esperanza; pues era a lo único que podía aferrarse luego de largos meses de mortal sequía.

El vino fluía, la gente bailaba y el banquete del que no se habían escatimado gastos volviendo a recordar al mundo lo bien posicionados que estaban los Mikaelson; pues las reservas de oro nunca habían sido tan abundantes. Los sirvientes, procurando que nadie estuviera sediento o hambriento, corrían de un lado a otro mientras que algunos nobles, bajo la influencia del alcohol y la estupidez, tropezaban entre sí para luego romper en estrepitosas risas. El salón estaba bajo un enorme barullo que no dejaba al joven escuchar ni sus propios pensamientos, por lo que lentamente comenzaba a molestarse.

- Hermano -Freya, con una pequeña niña rubia de apenas dos años tomándole la mano, llamó su atención cuando este se encontraba de pie cerca de unos inmensos pedestales con la figura de su abuelo Henry Mikaelson quien al igual que su padre, Mikael I, la historia le tenía como un monarca excéntrico y poco paciente- No parece que estés disfrutando la fiesta -La princesa, una niña astuta para la edad, apuntó lo que todo el mundo había estado guardando.

- Dudo se pueda disfrutar de un evento organizado para venderme cual cordero -El mayor, sin esperar que la joven comprendiera, se acuclilló a su lado para acomodar la tiara de la niña más pequeña; su hermana Rebekah. Esta, última hija de los actuales monarcas de Inglaterra, traía un vestido rosa pastel y unas zapatillas blancas que hacían juego con las rosas bordadas en la fina tela de su torso- Aquí, tienes algo de dulce -Comentó a su hermana Freya, limpiándole la comisura del labio donde quedaba evidencia del asalto a alguna de las mesas.

A pesar de que su padre jamás le diría algo, pues esta era la única hija a quien el monarca parecía querer, su madre rápidamente le reprendería diciéndole que no eran aquellas formas de comportarse; al menos no para una princesa.

- ¿El marqués viene esta noche? -La niña, sorprendiéndole, consultó con una vergüenza que el actual príncipe de Gales no pudo pasar por alto.

- ¿Stefan? -Interrogó con el ceño fruncido, observándola asentir mientras Rebekah se llevaba la atención de la esposa de un Conde. Su mejor amigo, el marqués Salvatore, a sus quince años era uno de los miembros más atractivos e importantes en la corte. La princesa, de ocho años de edad, tenía un ligero enamoramiento por el joven quien claramente no le correspondía debido a la diferencia de edad entre ambos- Si, debe estar por llegar con su familia -Informó dejando pasar el hecho de que lo de ellos jamás iba a poder ser, por lo menos no fuera de sus sueños.

Dio un vistazo al salón, pues la celebración había comenzado hacía ya una hora y aún no había rastro del muchacho o su familia. No había, mucho menos, rastro alguno de quien realmente él esperaba ver aquella estrellada noche de Abril. Había saludado y alagado a decenas de nobles, aun así no a quien deseaba. Su hermano Elijah no había dejado pasar su insistente búsqueda, advirtiéndole que tal vez no era la noche, y Finn incluso se había atrevido a decir que el salón estaba repleto de mujeres deseando desposarlo; tal vez incluso complacerlo por solo una noche si temía que alguien lo viera saliendo de algún burdel.

Pasó otra media hora, donde se había limitado a asentir y sonreír como si estuviera complacido con la situación, antes de que sus orbes celestes alcanzaran las puertas del paraíso. A los pies de las escaleras, alejadas de la pista de baile, había un gran grupo de jóvenes mujeres que se encontraban platicando entre sí; tal vez comentando sus respectivas expectativas para esta velada. Ahí, entre todas esas extravagantes y desconocidas mujeres, estaba ella enfundada en un vestido verde oliva. Traía, tal cual la recordaba, el cabello castaño en largas ondas que llegaban hasta la altura de sus pechos y su semblante serio le evidenciaba que estaba lejos de disfrutar la fiesta, incluso de escuchar lo que le estaban comentando con entusiasmo.

Si solo fuera Josie -Hosie 2Where stories live. Discover now