Libro 2 Capítulo 38

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Se miró al enorme espejo de piso ubicado en su habitación, inconscientemente sonriendo ante lo que este reflejaba de forma idílica en esta extenuante mañana de enero. Sabía que algún día ocurriría pero hoy, recordando todo lo que había vivido, parecía bastante irreal; un completo sueño que por momentos era capaz de rozar con la yema de sus finos dedos.

¿Era capaz de aceptar la felicidad que se le estaba ofreciendo en este momento?¿Era esta digna de la misma, incluso después de haber tomado una vida?¿Merecía la felicidad así de fácil?¿Sin más trucos?

No, nada había sido fácil en su corta vida. Nada, aunque pudiera parecerlo, era fácil cuando se formaba parte de la realeza.

Todos tenían, probablemente de forma inconsciente, aquel sueño paradisiaco de lo que era formar parte de una familia real; seres elegidos especialmente por Dios para representar a este en la tierra. El deseo de nacer, por arte de magia, con una imponente corona sobre la cabeza que fuera capaz de solucionar todos sus problemas en la vida.

Josie podía decir que si bien se encontraba agradecida de la oportunidad que la corona le daba para poder cambiar el mundo, como siempre había querido desde que era pequeña, aún así muchas veces la consideraba una terrible maldición. No por nada la corona era una responsabilidad, una obligación para con la misma y el país. La misma estaba, siempre, por sobre la felicidad de cualquier monarca.

Había, claro estaba, llegado a una especie de acuerdo entre las cosas malas y buenas de aquello. La corona había, por magia o increíble desgracia, aterrizado en su cabeza y estaba bajo su poder el obrar con esta para el bien o para el mal. Estaba, en sus únicas y pequeñas manos, el poder de marcar una diferencia en la historia y el mundo.

- Te ves hermosa, cielo -Su madre le apretó los brazos, conteniendo las lágrimas con demasiado esfuerzo.

Caroline siempre había sido una mujer muy sentimental, especialmente cuando se trataba de sus hijas.

Ella había sido la única hija de un matrimonio que a finales de tiempo se había visto forzado a permanecer juntos, por obligación para con la iglesia, una vez su hija había aceptado su compromiso con el príncipe heredero al trono de Francia; país que fuertemente profesaba el catolicismo. Bueno en realidad había sido vendida, por su padre Bill Forbes, al príncipe Alaric II por un par de tierras al sur del país pero aquello era algo que Caroline nunca se había enterado.

- Gracias, mamá -Josette le sonrió, por a través del reflejo, a la mujer ubicada de pie tras su espalda.

Sus ojos volvieron a viajar por la extensa prenda, admirando el trabajo del tan conocido sastre de la familia real.

El vestido, largo y blanco cual espuma, tenía varios detalles en encaje. Moría de ganas, como jamás antes hasta este momento, porque Hope lo viera.

Aún así su hermana, Elizabeth, le había advertido que ver a la novia antes de la ceremonia era traer mala suerte a la relación. Eran meras supersticiones que venían desde hacía décadas pero Josie ya había tenido bastantes malos momentos en su vida como para también poner en juego este, probablemente el momento más importante en su existencia. De todas formas pese a que sabía que su relación con Hope iba más allá de la suerte, no veía razón para ponerse a esta en contra.

Josette no iba a arriesgarse, no podía hacerlo, no con Hope.

- ¿Has hablado con Hope? -Le preguntó, tras volver a pensar en la chica, a la desinteresada rubia que yacía recostada sobre su cama.

Ya estaba, no podía contenerlo más. La emoción, y los claros nervios, la estaban comiendo viva como la mas terminal de las pestes.

Ansiaba ver a Hope, incluso podía ya imaginarla de pie con algún vestido ostentoso que Rebekah le había obligado a utilizar luego de interminables discusiones. Era increíble como a dos días antes de la boda, con su apresurada llegada a Francia desde Inglaterra, la mujer había logrado hacer varias modificaciones con la clara bendición de Elizabeth.

Si solo fuera Josie -Hosie 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora