Cap 8: Mentiras tras mentira.

1K 222 19
                                    


Estaba de mal humor, de eso no había duda.

Las personas al notar su semblante se hacían a un lado de inmediato, murmurando apenas un 'Señor', o 'Emperador' como forma de saludo.


El rubio simplemente los ignoraba. En cambio, se concentraba en seguir caminando. De hecho, solo sus pasos demostraban claramente que el gobernante se encontraba inmerso en un estado de furia.

Y es que un detalle resaltaba en la mente del rey. Ya era un nuevo día, el sol había salido de nuevo. Pero todavía, aquel asunto no abandonaba su mente.

La indignación lo inundaba. Sí, completa y nítida indignación. Pues así se sentía cada vez que le mentían. Y la noche anterior, eso había sucedido. Le habían mentido.

Aquel príncipe elfo había afirmado algo que su mente solo podía calificar como sucias mentiras. Palabras que no se basaban en hechos reales. Eso, es lo que había dicho el príncipe. Pues no había duda de que el elfo no era puro, tal y como él afirmaba. Sí, era muy claro que el joven no podía ser virgen. Simplemente aquella palabra no podía usarse para describirlo.


La inocencia era algo que carecía en aquel joven. La pureza ya era un tema lejano en el lenguaje y expresión del peliverde.

Era completamente "imposible" que el elfo fuera virgen.

Y por eso se encontraba ahora de mal humor.

A su punto de vista, las mentiras que el príncipe había pronunciado eran una completa burla dirigida hacia él. Sí, se sentía burlado, y odiaba ese sentimiento.

Y no solo eso. Para cerrar el caso con broche de oro, Izuku también había dicho otra mentira aún más evidente.

Pues la noche en la que llegó a Nidhug, el elfo se había atrevido a besarlo. Y no solo eso, el joven había dirigido aquella caricia de manera magistral. Así que era muy obvio que Izuku ya había besado antes.

Pero no, el joven había dicho que jamás besó a nadie más. Que aquel había sido su primer beso.

La furia aumentó dentro de su pecho. ¿Acaso creía el elfo que él era estúpido? ¿Qué tal vez creería una mentira como esa? Por los dioses, había esperado que el joven fuera más inteligente.

-Señor, hemos llegado- Aquel aviso logró sacarlo de sus pensamientos. Miró a Kirishima, quien tenía su mano sobre la puerta que ahora se encontraba frente a ellos.

El emperador simplemente asintió, dando la orden silenciosa para que el guardia abriera la puerta.


Y así lo hizo el pelirrojo. La puerta se abrió, revelando lo que había del otro lado.

El gobernante caminó dentro, hacia una de aquellas sillas que más bien parecía una pequeña cama. Escogiendo así una de las tres que había allí, se recostó.

-Buenos días, padre- escuchó que le decían. Alzó la mirada, encontrando a su Mahoro en el asiento que se encontraba al otro lado de la mesa. -O no tan buenos, por lo que veo- agregó la menor, al notar el semblante del rubio.

-Hmmm- fue la única respuesta.


La menor rodó los ojos. Ya estaba más que acostumbrada al carácter malhumorado de su padre. Y después de años de práctica, había aprendido a manejarlo.

-¿Qué esperas? Habla de una vez- le ordenó la joven.


El emperador la miró con cierto enojo. Sin duda alguna, si aquella joven no fuera su hija, recibiría un buen castigo por atreverse a darle órdenes.

-Moira cumpliendo con su tarea de darme más dolores de cabeza.- habló al fin.

-Te dije que no aceptaras la propuesta de esa gente, padre. Ahora debes de aceptar las consecuencias.- anunció la menor.

-Tu manera de dar apoyo es admirable, Mahoro.- respondió el rey con sarcasmo. La menor sonrió, y estaba a punto de responder cuando dos sirvientes se acercaron. Uno de ellos traía una bandeja con dos copas de vino, y el otro, traía en la bandeja dos platos con frutas.

Todo aquello fue colocado en la mesa.

Y cuando la tarea fue terminada, los jóvenes se alejaron.

El emperador de inmediato tomó su copa. Definitivamente, necesitaba alcohol en ese momento. Y mientras tomaba un sorbo, su hija habló.

-¿Qué sucedió?- El rubio rodó los ojos. No deseaba hablar más de aquel tema. -Es decir, conozco parte de lo que sucedió. Lo de la bacanal y todo ese asunto. Pero por lo que veo hay algo más.- agregó.

-Hablé con él ayer.-

-¿Y qué dijo?-

-Mentiras- fue la respuesta. La chica asintió. Ahora sabía bien por qué su padre se encontraba de mal humor.

-¿Qué clases de mentiras?- insistió la menor. El rey alzó una ceja.

-Preguntas demasiado, Mahoro- afirmó. La princesa se alzó de hombros.

-Soy curiosa y lo sabes. Además, hablar te hará bien.- Fue la respuesta. El rubio sintió molestia en ese momento. Su hija simplemente no se daría por vencida, ¿cierto?

Seduciendo al dragónWhere stories live. Discover now