Bienvenido, bebé.

381 50 10
                                    

Los meses transcurrieron con normalidad. El Soukoku trabajando para la Port Mafia, evitando la combinación de sus habilidades por las grandes consecuencias que traía aquello. Así mismo, Mori los había inscrito en la escuela secundaria, donde ambos estudiaban en un mismo salón de clases.

Tenían clases de matemáticas. Chūya las amaba, pero Dazai todo lo contrario, eran aburridas para él y sólo hacía los apuntes, sin responder nada.

— Oye, ¿no piensas resolver los problemas, Dazai?

Preguntó Chūya, su compañero de pupitre. El castaño suspiró con cansancio y accidentalmente, quebró la punta del lápiz, decepcionándose más. Le gustaba la escuela, pero odiaba matemáticas, sólo esa clase. Era su mayor pesadilla y quería salir del aula para despejar su mente.

— No entiendo nada, Chūya. ¿Puedo copiarte las respuestas?

Jaló un poco la hoja resuelta de Chūya, para echar un vistazo. El pelirrojo se la arrebató de inmediato, algo molesto.

— ¡¡Claro que no, idiota!! ¡¡Haz funcionar tu cerebro hueco!! ¡¡Sólo lo tienes de adorno!!

Gritó en respuesta. Pronto, Osamu y Chūya interrumpieron a la clase entera, provocando que el profesor se acercara a ellos, y los obligara a levantarse.

— Los dos, afuera. Irán a la cancha deportiva, y trotarán cinco vueltas sin parar. Los veo desde la ventana.

Ordenó con autoridad.

Chūya miraba con odio a su  compañero de pupitre, mientras que éste, parecía no interesarse en lo absoluto.

En una pequeña casa...
Siendo todavía el primer día del mes de Marzo...

El anciano notó muchos movimientos en la criatura dentro del Arahabaki. Tenía cabello negro con puntas grises, y estaba muy bien formado. Su piel demasiado blanca y pálida, y sus puñitos cerrados, estirándose lentamente pero más de lo normal. Hasta que la esfera Arahabaki se iluminó de color rojo, muy intensamente y seguido de eso...

La esfera estaba rota y podían oírse los llantos de recién nacido.

— Las trece horas con seis minutos... Primer día de Marzo. Bienvenido al mundo, bebé Ryūnosuke. Llamaré a Dazai-kun para darle la noticia.

Recostó al bebé azabache sobre un cartón, envuelto en una sábana. Si bien, no estaba sucio ni tenía sustancias que un bebé de nacimiento normal de su madre tenía, Ryū estaba cubierto de brillo y agua, que desprendió la esfera todos estos meses. Debía ser limpiado.

— Venga, pequeño. Voy a llamar a ese chico y luego te limpiaré.

Cansados de trotar, se detuvieron un poco a la tercera vuelta. Para Chūya era mucho más agotador, ya que debía traer zapatos pesados para que su habilidad de gravedad no le afectara al caminar o estar de pie.

Chūya tosía.

— Vamos, Chūya. Nos quedan dos vueltas más.

Trataba de animarlo, recibiendo un gruñido de parte del más bajo.

— Sabes porqué estamos haciendo esto, ¿Verdad, Dazai? Por tu culpa y tus estupideces.

Fue en ese momento cuando Dazai recibió una llamada telefónica que alegró su tarde.

Tan pronto como pudo abandonar la escuela, se encontraba en casa del anciano, tocando la puerta con desesperación. Chūya lo siguió sólo por curiosidad. No le interesaba ese niño, o es lo que él creía, pero estaba curioso de verlo.

El anciano les permitió entrar a su casa, y los guió hasta la habitación. Ahí estaba Ryū, despierto y bastante tranquilo, moviendo un poco sus brazos y piernas, atento a su entorno.

Dazai dejó caer su mochila y fue hacia él, tomándolo en brazos con nada de experiencia, pero demasiado feliz. Derramaba lágrimas.

— Mi Ryū, mi bebé Ryū, bienvenido a la vida fuera del Arahabaki. Yo soy tu papá. Papá Dazai.

Le hablaba con cariño. Chūya sólo lo observaba a la distancia.

— Te ves ridículo. El mocoso no entiende nada. Quizás ni te escuche.

— Es tu hijo también, Chūya. ¿No vienes a conocerlo?

— Nunca.






Improvisando una FamiliaWhere stories live. Discover now