Epílogo ✓✓

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Tiempo después.

El hombre colocó los once teléfonos sobre su escritorio, en una línea recta uno al lado del otro. Los observó por un segundo más para enseguida levantar sus ojos y encontrarse con aquella desorbitada mirada.

La joven se encontraba bastante estable, encogida sobre aquella silla frente el escritorio de madera. Era nuevo, tanto que el olor a pino tallado predominaba en la oficina central del hospital psiquiátrico de Windercreen.

—Es una buena historia —concluyó el doctor.

La joven siguió sin inmutarse, parecía pérdida entre los ojos de aquel hombre.

—Abby, necesito que siga tomando su medicina...

—Y yo necesito más teléfonos —murmuró con gran rapidez, él apenas pudo entenderlo.

—¿Para qué necesitas más teléfonos? ¿Vas a crear otra historia ficticia? —cuestionó el doctor—. Apenas acabo de terminar ésta. Es difícil seguir es hilo de tus historias, saltar de un teléfono a otro para seguir las conversaciones no es para nada fácil.

—Le dije que su guía eran las fechas y hora —murmuró ella, para ser una recluida allí no parecía tener ningún signo de estar loca exceptuando aquella mirada fría que parecía perderse en un horizonte perdido entre las paredes blancas—. ¿Le gustó?

—Sí, fué una lectura bastante interesante —contestó sinceramente—. Pero, tengo una duda ¿Martha murió?

La chica al escucharle sonrío, mostró sus dientes chuecos y un poco amarillos en una sonrisa amarga.

—Era un momento de supervivencia, aunque no era parte de ser de Martha fué ella quien triunfó en esa guerra de vida o muerte —soltó un par de carcajadas—. Martha mató a Abby, lo hizo para sobrevivir.

—Cuando me entregaste los teléfonos me dijiste que la historia que leería era real ¿No?

—Sí, así es.

—Eso es imposible, porque tú eres Abby y estás aquí viva ¿Cierto? —el silencio reinó en la oficina por un par de segundos—. Bueno, es hora de que tomes tu medicina, Abby.

—¡No me llamo Abby ni Abigail! ¿Cuántas veces quiere usted que se lo repita?

—Cuando te encontramos tenías una identificación y un collar en tu cuello con ése nombre.

—No eran míos.

—¿Entonces como te llamas?

—Blue. Ése es el nombre que mi madre eligió para mí. Así como te conté su historia mediante mensajes quiero contarte la mía. Mi historia. Mi Propia Mensajería.

Mensajería Erótica, Romántica y PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora