Epílogo II

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Pov Alba.

Presente.

-Joe, Alba. Que tú se supone que siempre estás de nuestro lado en esto para picarla.

Las quejas de Elena me hicieron reír. Estaba acostumbrada a que siempre nos uníamos para meternos con Natalia, sobretodo con el tema del parto. Y lo hacíamos porque ella nos seguía el rollo, aunque en el fondo tanto Elena como yo, admirásemos a nuestra morena favorita. Ya lo hacíamos desde mucho tiempo atrás, probablemente desde que la conocíamos, pero cada día conseguía superarse un poquito.

-Ya, pero es que hoy me he levantado con ganas de decirle a mi mujer lo increíble que es.- Me encogí de hombros, dedicándole después una sonrisa mientras reforzaba mi agarre en su mano. -Porque es la persona más valiente que conozco.- Le susurré con cariño, provocando que se acercara a besarme. -Mi mami valiente

-Uy, qué pelota está...- Murmuró María, acercándose más a ella para susurrarle. -Esto huele a cuernos.

-¿Qué dices, imbécil?- La regañé entre risas, volviendo a mirar a Natalia después sin borrar la sonrisa.

-Es que ayer nos pasamos la tarde mirando los álbumes de fotos de cuando éramos unas crías. Y está un poco melancólica.- Me picó divertida.

-Es que hemos vivido muchísimas cosas juntas, Nat...- La miré con un puchero. -Y por muchos años que pasen, seguimos viviendo cosas nuevas juntas.- Desvié mi mirada a nuestra hija, que estaba sorprendentemente callada. -Y lo mejor es que nunca me canso de vivirlas contigo.

-Para eso nos quedamos embarazadas, ¿no? Para salir un poco de la rutina.- Bromeó.

-Estás tú muy graciosilla hoy, ¿no?- La regañé golpeándole el hombro.

-Es por las fotos.- Se excusó alzando las manos. -Tú te has puesto blandita y yo me he puesto graciosilla.

-Casi 30 años y sigues siendo igual de tonta que con 19.- Me mordí el labio, sujetando su cara con una de mis manos, acercándome a dejar un beso sobre su sonrisa.

-30 años y me sigues queriendo igual que con 19.

-Y que con 13.- Añadí, y esta vez fue ella la que se acercó a besarme.

-Aurita, tus madres son unas plastas empalagosas.- Le susurró Elena, que se había levantado para agacharse frente a su hamaquita. -Cuando seas un poco más grande y sepas hacer caca en el baño y limpiarte el culo sola, te llevaré conmigo de viaje y así descansas un poco de tanto azúcar. Que si yo estoy harta, no me puedo imaginar como estarás tú.

-Tú no te llevas a mi niña a ningún lado.- Le dió su hermana una suave patadita con el pie en el trasero. -Que me la corrompes.

-Eso, eso. Se vendrá con la tita María y con el tito Pablo.- Se levantó también la otra, agachándose al lado de Elena.

-Uff...- Vi como la morena abría los ojos de forma exagerada. -No sé qué me convence menos.

-A ver, cariño...- Reí, acercándome más a ella para bajar la voz. -¿Pero entonces tú estás segura de que hemos elegido bien a las tutoras legales?

-Ahora que lo pienso...- Me miró fingiendo seriedad y bajando también la voz. -Estamos locas, Albi. Mañana sin falta llamamos para que nos lo cambien.

-Menos mal que has entrado en razón, Nat.- Le seguí el rollo. -No sé en qué estábamos pensando.

-En que no tenemos ni un solo amigo que esté bien de la cabeza...- Dijo con obviedad, quedándose un rato pensativa, bajando la mirada a mis labios cuando yo me los mordí con una sonrisa por lo tonta que era y lo que me encantaba que lo fuera. -Ya sé, podemos poner a la vecina de arriba. No recuerdo su nombre, pero siempre saluda.- Yo reí, y al ver que seguía con su atención fija en mis labios, borré del todo el espacio entre nosotras para besarla.

AuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora