capitulo 1

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Juliana acababa de llegar a la barandilla cuando oyó las pisadas detrás de ella. Se dio la vuelta apresuradamente y se sentó en el banco entre las sombras, con la esperanza de no ser vista y de poder tener cinco minutos para calmarse.
Observó la figura que se aproximaba, sabiendo perfectamente que no era invisible y que se dirigía directamente a ella. No la reconoció. Llevaba en Carvajal & Company tan sólo cinco meses y conocía a todo el mundo. Aquella mujer caminaba con unas piernas largas envueltas en un vaquero oscuro con la naturalidad de una atleta. Era alta y tenía el pelo claro. La única iluminación en el balcón provenía de las rendijas de las ventanas de la sala de juntas, de modo que no podía ver mucho más. Suspiró y sintió un vuelco en el corazón. Mariana debía de haber enviado a su amiga Nayeli a buscarla. ¿Por qué la gente pensaba que los casamenteros eran una buena idea?
Incapaz de quitarle los ojos de encima, Juliana decidió ignorar la tensión en el estómago y la promesa que le había hecho a Mariana de estar «abierta a las posibilidades». Se enfrentaría a la situación. Se lo diría claramente y podría tener su espacio de nuevo.
— ¿Mariana te ha dicho que estaba aquí fuera? —preguntó con su tono más decisivo.
—No —contestó ella con una sonrisa radiante que destacaba en la oscuridad. Se sentó junto a ella y dejó su copa a un lado. Se había sentado de lado, mirándola. Su cara estaba a oscuras, pero se encontraba cerca, demasiado cerca. Su presencia irradiaba calor, y desprendía cierto aroma a cítrico. Limón fresco y suave.
—Mira, perdona —comenzó ella, tratando de sonar amable, aunque firme—. No sé lo que te ha dicho Mariana, pero no estoy interesada.
—Oh. ¿De verdad? —pareció sorprendida. 
Juliana respiró profundamente y siguió hablando apresuradamente.
—Puede parecer difícil de creer, cuando todo el mundo, está ansioso por conocer gente, pero realmente yo no busco diversión. Estoy segura de que eres una gran tipa y de que no tendrás problemas a la hora de encontrar a alguien. Sobre todo ahí dentro —dijo señalando hacia la ventana—. Después de todo, Mariana dice que seduces muy bien.
Sus carcajadas le sorprendieron. Pero más sorprendente aún fue el modo en que resonaron dentro de ella. Fue un sonido profundo, cálido y seco.
— ¿De verdad? Qué amable por su parte —dijo antes de dar un trago a su copa—. Pero creo que no deseo a cualquier otra persona. Sobre todo no «ahí dentro» —añadió imitando su tono.
Juliana agarró su copa con fuerza. Aún se sentía molesta, y aquella interrupción no le estaba sirviendo de ayuda.
—Muy bien —dijo con resignación—. Pero dejemos una cosa clara. No va a ocurrir, así que simplemente nos congelaremos, ¿de acuerdo? —lamentó ligeramente su sequedad, pues no había pretendido sonar tan directa. Respiró profundamente, tratando de controlarse, pero respirar correctamente le parecía más difícil de lo normal sentada al lado de esa mujer.
—Me parece bien —convino ella—. ¿Siempre eres tan directa?
Juliana frunció el ceño y sintió cómo se le sonrojaban las mejillas.
—Mmm. Lo siento si piensas que soy desagradable. No era mi intención, pero no quiero que haya malentendidos.
—De acuerdo —entonces se rió, demasiado intensamente para su gusto.
Juliana la miró, pensando que parecía bastante relajada para haber sido rechazada de entrada. Observó su sonrisa; una sonrisa cálida. Era el tipo de sonrisa que daba ganas de sonreír también y acercarse más. Miró de nuevo hacia las ventanas y observó el cinismo de la fiesta mientras dos consultores luchaban por conseguir la atención de Mariana. Juliana miró de reojo a Nayeli, deseando que Mariana le hubiese advertido que era la mujer más físicamente atractiva del planeta, y no sólo alguien a la que se le diera bien la seducción.
—Ahora que hemos aclarado eso —dijo ella—, ¿por qué no me cuentas algo de ti?
—¿Qué quieres saber? —preguntó Juliana. Ya había rechazado a la tipa antes de que tuviera ocasión de empezar, de modo que no tenía por qué ser totalmente grosera.
—No sé —estiró una pierna, colocándola entre la puerta y ella como una barrera—. ¿De qué parte de Australia eres?
—Soy de Nueva Zelanda —contestó ella con frialdad, tratando de no admirar la larga pierna ante sus ojos.
—Lo siento —dijo ella riéndose. Una vez más, el sonido reverberó en su interior, produciéndole un escalofrío—. ¿Podrás perdonarme alguna vez?
—No pasa nada. No soy una de esas neozelandesas que se enfadan si las confunden con australianas —contestó Juliana antes de dar un trago a su copa. A pesar del aire frío, no lograba enfriarse. Se quedó quieta durante un minuto y luego se inclinó hacia ella con una sonrisa conspiradora—. A decir verdad, yo aún no distingo la diferencia entre los acentos irlandés y escocés.
—Qué sorprendente —dijo ella inclinándose hacia Juliana y, por un segundo, ella se preguntó qué iba a hacer. ¿Qué haría ella? Su proximidad resultaba abrumadora—. ¿Y yo qué soy?
—Em... —se quedó desconcertada. No le parecía que sonase como ninguno de los dos. De hecho le parecía bastante británico—. ¿Escocés?
Nayeli  inclinó la cabeza y se echó hacia atrás.
—Pues sí.
Juliana empezaba a sentirse bastante nerviosa por el efecto que le estaba produciendo. Nerviosa por el hecho de lamentar que se hubiera apartado. Era una noche fría y oscura; y ella se sentía caliente e insegura.
Mariana volvió a aparecer y Juliana observó cómo su cara se iluminaba mientras un desconocido se acercaba a ella.
—Oh, ése debe de ser la infame de Valentina.
Nayeli giró la cabeza y miró hacia la ventana. — ¿Dónde?
—Con Mariana —Valentina parecía absorbida por Mariana mientras ésta hablaba, gesticulando con los brazos con su entusiasmo habitual—. Bueno, no creo que vaya a tener muchos problemas, ¿y tú?
—¿Problemas con qué? —preguntó Nayeli.
—Con Valentina —contestó Juliana con impaciencia—. Debe de haberte hablado de ella. Acaba de llegar de la oficina de Nueva York. Ha vuelto siendo la consultora más joven que jamás haya sido ascendido a socia. Se supone que empieza mañana, pero existía la posibilidad de que apareciese esta noche. Mariana se ha puesto la camisa azul a propósito. No puedo creer que pensara que no tenía ninguna posibilidad. Pensé que apenas la conocía. Pero obviamente ella está interesada, ¿no crees? Y no me extraña; Mariana es increíble.
—Si te gustan así —contestó ella seriamente.
Juliana se giró hacia ella sorprendida.
—Es una rubia natural con ojos azules y es muy alegre. Si a algún hombre o mujer no le gusta, es que no le gustan las mujeres.
— ¡Ja! —Exclamó Nayeli—. ¿Eso crees? Creo que muchos hombres o mujeres preferirían a las no tan altas, esbeltas de ojos marrones y pelo oscuro.
Antes de que pudiera impedírselo, estiró una mano y le acarició un mechón de pelo.
Juliana se quedó mirándola, incapaz de moverse, deseando que deslizara la mano por su pelo.
Fue entonces cuando finalmente registró lo que acababa de decir y tuvo que contener una sonrisa. Trató de ignorar el tono sensual de su voz. Simplemente acababa de describirla.
Respiró profundamente mientras Nayeli enredaba los dedos en su mechón. No se sentía cómoda. Su propósito de salir al balcón estaba siendo saboteado. Apartó la cabeza y decidió reiterar su posición.
—Ya te he dicho que no hace falta que te molestes.
—No es ninguna molestia.
Estaba observándola intensamente. Juliana se cruzó de piernas y comenzó a balancear el pie en el aire.
—No es como me la había imaginado.
— ¿Quién? ¿Valentina?
—Sí. Pensé que sería más alta y aparente —no podía dejar de pensar en la mujer que tenía al lado. Ella sí era aparente. Fue plenamente consciente de cómo su rodilla le rozaba la pierna. Debía de haberse acercado. Ella se apartó más y volvió a cruzar las piernas.
— ¿Por qué? ¿Cómo te la describió Mariana?
—Al parecer es como un regalo divino —aliviada por la distracción, Juliana se rio y enumeró los rasgos con los dedos—. Alta, rubia, guapa, un gran cuerpo sobre todo por lo que dicen que tiene un elemento extra, una jefa exigente pero al que todos admiran... Suena demasiado bueno para ser cierto, ¿verdad? Ésa es la versión de Mariana, claro. Pero el remate es, y cito textualmente: «Cuando te mira, es como si fueras la única persona en el mundo. Tiene unos ojos increíbles».
Entonces miró a Nayeli. No podía verle los ojos con claridad. Era imposible distinguir el color en la sombra. Mariana no se los había descrito; había insistido más en lo divertida que era. Juliana tenía la sensación de que sería más que divertida, y eso era peligroso.
Siguió describiendo a Valentina.
—Al parecer es difícil de cazar. Por lo que cuentan, nunca ha tenido el más mínimo escarceo con nadie del trabajo.
—¿Y eso hace que sea difícil de cazar?
—Bueno, ya sabes cómo es este lugar; todos van detrás de todos —la fama de flirteo de la consultoría en la que trabajaba era legendaria. Estaba poblada por unos cuarenta y cinco especímenes, todos atléticos, artísticos, inteligentes y atractivos; la diversión después del trabajo estaba garantizada.
—No es tan malo, ¿verdad?
—No, probablemente no —dijo ella—, Pero lo parece. Son todos flirteos sorprendentes. Las aventuras en el trabajo nunca acaban bien. Es demasiado complicado —complicado era quedarse corta; algo que ella sabía bien gracias a Sergio—. Y con Mariana intentando emparejarme contigo... — ¿Y qué dijo al respecto? —preguntó ella. 
Juliana la miró y optó por la verdad.
—Que eras una jugadora atractiva que sabe cómo hacer que una chica lo pase bien —Juliana sintió una punzada de culpabilidad al repetir la descripción de Mariana tan burlonamente, aunque su amiga lo había dicho como un cumplido y, francamente, tal como iban las cosas, tenía toda la razón.
—¿Y tú eres una chica qué necesita pasárselo bien?
—Obviamente Mariana lo cree así —contestó ella con una risa sarcástica—. Pero la verdad es que no. Cuando quiera pasarlo bien, me buscaré diversión, pero gracias de todos modos. Estaba preocupada por ti porque no has salido con nadie en los últimos dos meses. Pensó que seriamos fantásticas la una para la otra.
—¿Tú tampoco has salido con nadie últimamente?
Juliana había estado pensando en ella; el problema era que la única gente que conocía eran compañeros de trabajo y, después de lo de Sergio, no se permitiría tal cosa. Precisamente era la razón por la que Mariana quería emparejarla con Nayeli para una aventura de despedida antes de que ella abandonara el país. Pero Juliana estaba segura de que lo último que necesitaba era salir con un galán experimentado o en este caso experimentada. Jugar con fuego siendo ella una advenediza sólo podía acabar en desastre. Cuando apareciese una persona segura, se tomaría las cosas con calma.
Esa mujer no era segura. Tenía la rodilla presionada contra su pierna de nuevo, podía sentir el calor. De pronto tuvo el deseo de sentarse más cerca, de sentir toda su pierna, no sólo la rodilla. Pensó que aquello sería cálido. ¿Pero a quién quería engañar? Sería caliente. Ella pareció leerle el pensamiento.
—¿Tienes frío? Llevamos aquí fuera un rato.
Juliana negó con la cabeza y dijo:
—Estoy bien. Pero no quiero entretenerte, si quieres volver dentro —añadió con la esperanza de librarse de ella y, al mismo tiempo, deseando que se quedara. Era sorprendente, y tenía que admitir que se lo estaba pasando bien con ella. No había nada de malo en flirtear un poco.
—No, estoy bien aquí. Es bastante refrescante. ¿Qué estás bebiendo, por cierto?
—No estoy muy segura —contestó ella observando su copa—. Creo que es algo con sabor a manzana.
—¿Un alcopop? 
—Está bueno. Es dulce.
—Y también es letal si te lo bebes demasiado deprisa. ¿Cuántos te has tomado?
—Éste es el segundo.
—¿Y has cenado?
Juliana se giró para mirarla de frente, tocándole las rodillas con las suyas. Ignoró el escalofrío que sintió en los muslos y el perverso deseo de separar las piernas. Echó la cabeza hacia atrás y la desafió. 
—¿Pretendes invitarme o insinúas que estoy borracha? En cualquier caso, la respuesta es «no».
Ella se giró y se inclinó hacia delante, mirándola fijamente. Juliana tragó saliva; la luz de la ventana iluminaba su cara y, por primera vez, pudo observarla correctamente. Se fijó en su mandíbula fuerte y su nariz recta, pero fueron sus ojos los que captaron su atención. Eran de un increíble azul cielo u océano que en realidad daba gusto perderse en ellos. Se quedó mirándolos; nunca había visto unos ojos así. Pasaron unos segundos hasta que se acordó de parpadear.
— ¿De verdad? —preguntó ella con una sonrisa pícara.
Fascinada, Juliana observó cómo arqueaba los labios hacia arriba. Eran unos labios gruesos y tentadores. Fue consciente de que se había inclinado más hacia ella, así que se apartó y miró de nuevo hacia la ventana. Tal vez sí estuviera un poco borracha; desde luego se sentía un poco mareada. Imposible. No había bebido mucho, así que tenía que ser la falta de comida.
—Sí —contestó ella con aspereza—. Y no pienses que puedes avasallarme para tener una cita por lo que te haya dicho Mariana.
Nayeli se inclinó hacia delante en el asiento y se llevó las manos a la cabeza riéndose.
—Oh, para —dijo ella—. No ha sido tan divertido... Estás insistiendo demasiado, y ya te he dicho que no tiene sentido.
No dejó de reírse, y Juliana comenzó a preguntarse si habría algo en la broma que se estuviese perdiendo. Parecía encontrarla demasiado divertida. Y ella empezaba a sentir frío, experimentando deseos que tenía que controlar. Deseos de acercarse a una tipa de la que sabía que le gustaba jugar. Haciendo un llamamiento a su dignidad, se puso en pie.
— ¿Vas a volver ahí dentro a divertirte? —preguntó ella, levantándose también.
Entonces se dio cuenta de lo alta que era. Ella no era baja, y con los tacones medía casi uno ochenta, pero aun así Nayeli le sacaba unos cinco centímetros. Tuvo que levantar la cabeza para mirar aquellos fabulosos ojos azules. Al ver cómo ella la observaba, inmediatamente supo que lo mejor sería apartar la mirada. 
—De hecho, creo que voy a irme a casa... 
—Buena idea —contestó ella. 
Juliana volvió a mirarla. No parecía arrogante pero aun así ella se puso en guardia. Tenía que alejarse de allí. No, tenía que alejarse de ella. ¿Acaso había subestimado la habilidad de Mariana como casamentera? la tipa hacía que se le acelerase el pulso.
— Ha sido un placer conocerte por fin, Nayeli. Buenas noches —dijo educadamente y, sin pensar, estiró la mano para estrechársela. En cuanto sus manos se juntaron, se dio cuenta de su error. El contacto físico le produjo un torrente de electricidad que subió por el brazo hasta el corazón, provocándole un vuelco. Su mano era firme. Su piel, cálida y seca. Otro escalofrío recorrió su cuerpo, y las dos se quedaron ahí, mirándose la una a la otra. Se le aceleró el pulso y sintió la excitación en el estómago. Observó su mirada picara y apartó la mano al instante. Murmuró una breve despedida y se dirigió hacia la puerta.

Aquí les dejo una nueva historia espero la disfruten ya saben comenten y voten ⭐
Pregunta en ¿realidad será Nayeli la que está hablando con Juliana 🤔🤔? Que creen ustedes déjenme saber

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