capitulo 6

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Valentina devolvió la mirada a su plato.
—Sí, no he estado allí desde que me fui. Será agradable volver a ver a los amigos. Aún hay miles de sitios a los que quiero ir, pero podré viajar de vez en cuando. 
—¿No quieres quedarte en Londres?
Ella se encogió de hombros.
—Aunque quisiera, no podría. Mi visado de trabajo expira en dos meses y entonces tendré que marcharme.
—Siempre podrías encontrar con quien casarte que sea natal de Londres, Juliana. Entonces podrías trabajar en cualquier parte de Europa durante el tiempo que quisieras —dijo Johnny arqueando las cejas—. Si necesitas a alguien para el puesto, házmelo saber.
La expresión de repulsa que Valentina le dirigió a Jonny fue cómica. Juliana les dirigió a los dos una sonrisa.
—Vaya, gracias, Jonny, pero, dado que sólo pienso hacerlo una vez, si me caso será por amor.
Volvió a mirar a su plato, decidiendo sacar el mayor partido al postre. El olor a limón le recordaba al abrazo de Valentina. Disfrutó de cada pedazo hasta que sólo le quedaron unas pocas frambuesas y algo de nata. Dejando de lado las buenas maneras, dejó el tenedor y tomó con los dedos una frambuesa, untándola en la nata hasta cubrirla por completo. Se la metió en la boca y lamió con la lengua la nata de los dedos. Estaba deliciosa. Le habían añadido la cantidad idónea de licor para darle un toque dulce. Ignorando a los demás por completo, repitió el proceso hasta que se terminaron las frambuesas. Luego mojó el dedo en la nata y se lo lamió. En ese momento miró a Valentina y la intensidad de su mirada le resultó sorprendente. Bajó la mano nerviosamente y se concentró en la conversación. Nayeli y Jonny parecían estar hablando de tenis.
Juliana observó cómo Valentina disfrutaba de su postre.
—¿Cómo está la tarta? 
—Magnífica —contestó ella—. ¿Quieres un poco?
—Oh, no —dijo ella inmediatamente—. No. Gracias.
Valentina agarró su tenedor y pinchó un pedazo de su postre. Luego estiró el brazo hacia ella.
—Venga. Sabes que lo deseas —dijo con voz suave y tan tentadora como la tarta.
Mientras la miraba, Juliana vio la llama del deseo otra vez en sus ojos. No debería haberse mostrado tan codiciosa. Con su brazo estirado sobre la mesa, frente a Nayeli y a Jonny, era imposible negarse. Evitando el contacto con sus dedos, agarró el tenedor y se lo llevó a la boca. Valentina tenía razón, estaba magnífica, pero no sirvió para saciar el hambre que crecía en su interior.
Estaba mirándola intensamente, y ella le devolvió el tenedor con rapidez, incómoda por la intimidad del momento.
—¿Quieres más? —preguntó ella. Su voz resultaba penetrante, y a Juliana le fue imposible apartar la mirada mientras negaba con la cabeza. Apretó los labios y trató de no relamerse, no queriendo mostrar la tensión sexual que sentía. Pero sabía que aquella acción lo mostraba igualmente.
Nayeli y a Jonny se habían quedado callados, y Juliana recordó su presencia de pronto.
—¿Vosotros queréis? —preguntó alegremente, con la intención de aliviar la tensión que se había apoderado de la mesa. Los dos rechazaron la oferta, y ella apartó la mirada avergonzada.
Jonny se fue a hacer una llamada y Nayeli se levantó en ese instante para ir al baño. Los buenos modales obligaron a Juliana a permanecer allí acompañando a Valentina mientras se terminaba su postre.
La miró y se fijó en su boca.
—Tienes un poco de nata —dijo llevándose la mano a la barbilla.
—Oh —Juliana levantó una mano y se limpió.
—No, en el otro lado —dijo Val con una sonrisa—. Aquí —estiró el brazo por encima de la mesa y deslizó el dedo por debajo de su labio inferior.
Juliana suspiró y ella dejó quieto el dedo. Deseaba saborearlo con la lengua. Abrió la boca para hacerlo, desesperada por lamerse los labios, lista para ella. Hubo un silencio. Entonces Valentina volvió a mover el dedo, hacia arriba en esa ocasión. Ella se quedó quieta, derritiéndose por dentro.
—Dime que no deseas que te toque —dijo Carvajal suavemente.
Juliana tenía varios talentos, pero mentir no era uno de ellos. Se quedó callada y ella volvió a deslizar el dedo por sus labios. Deseaba más. Deseaba sentir sus labios. Se inclinó hacia delante y contempló su boca.
—¿Juliana? —dijo ella—. ¿Sientes esto? ¿Lo sientes?
—Es sólo sexo —dijo ella, y se echó hacia atrás, desesperada por controlar la situación. Pensó en echarle la culpa a la nata con licor, pero sabía que eso era más aroma que alcohol.
Valen la miró, y el calor fue visible en sus ojos.
—Si es sólo sexo, ¿por qué no hacemos algo al respecto?
¿Una aventura de una noche? Estaba tentada. Muy tentada. Iba a marcharse pronto del país. ¿Por qué no tener una aventura? Mariana había sugerido que hiciera eso con Karl. Pero era demasiado peligroso.
Miró hacia la mesa. Valentina volvió a estirar el brazo y le levantó la barbilla.
—¿Porque no es sólo sexo? —sugirió ella.
Juliana sintió un vuelco en el corazón, porque sabía que ella tenía razón. Aquella atracción parecía ser más que física. Razón de más para negarse.
—No puede ocurrir, Valentina.
—No hasta que tú no lo digas —dijo ella apartando la mano.

Cuando regresaron a la oficina y siguieron trabajando, las cosas habían cambiado. La atmósfera entre ellas era distinta. Juliana había admitido la atracción a la que ella se había referido antes. Y, a pesar de su intención de no hacer nada al respecto, era un secreto que compartía, un vínculo entre las dos. Sus miradas se encontraban cada vez que Jonny hacía uno de sus comentarios escandalosos. Sus dedos se tocaban cada vez que se pasaban papeles. Sabía que Valentina la miraba tanto como ella. Era un juego peligroso, pero pensaba que podía controlarlo, mantener las cosas como estaban. Habían admitido que la tentación existía, pero eso sería lo más lejos que irían.
Antes de irse a casa, le pidió a Valentina que comprobara unas cifras que había metido en una de las bases de datos. Ella se colocó a su lado y se inclinó por encima de su hombro, señalando la pantalla. Juliana tuvo que hacer un esfuerzo por no inclinarse hacia ella. Sentía el calor de su cuerpo detrás. No le costaría nada apoyarse contra ella, sentir su cuerpo duro y firme, como había estado soñando noche tras noche.
Valentina pareció notar que había perdido la concentración en el trabajo.
—¿Qué champú utilizas? Tu pelo huele muy bien.
—Se llama Esprit de Fleur. Puedes comprarlo en el supermercado por cinco con noventa y nueve —no pudo evitar la brusquedad de su respuesta, pues era una manera de defenderse de su cercanía, un modo de apartarla porque, si no lo hacía, corría el peligro de acercarla más; física y figuradamente.
Notó cómo se apartaba y supo que estaba a punto de marcharse, y de pronto esa idea le pareció aún peor.
—Aunque no te sugiero que lo hagas —dijo volviéndose hacia ella.
—¿Por qué no? —preguntó ella acercándose de nuevo.
—Porque el que usas ahora te va bien —contestó Juliana girándose de nuevo hacia la pantalla.
—¿De verdad?
—Sí —respondió ella—. De limón. Es agradable. Fresco. 
—¿Lo has notado?
«Noto todo lo que haces», pensó ella. Decir eso habría sido ir demasiado lejos. Estaba jugando con fuego y lo sabía. El problema era que le resultaba irresistible. ella era irresistible.
Valentina se quedó quieta, tal vez esperando otro movimiento, otra señal. De modo que, con una fuerza sobrehumana, Juliana mantuvo la mirada fija en la pantalla, deseando que los demás no se hubieran marchado ya, hasta que finalmente ella se incorporó y regresó a su silla.
Juliana respiró aliviada. Cerca, había estado cerca, y aun así no le parecía suficiente. Mentalmente rezó para que la quincena pasara deprisa; cada día era peor. ¿Por qué siempre deseaba lo que no podía tener?

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