Día 7: Libre. (Fluff)

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Para el último día, opté por un drabble fluff. 

Frío, tenía demasiado frío. Estaba seguro de que en cualquier momento se congelaría hasta el pensamiento. Había sido un idiota y no se le había ocurrido traer un abrigo consigo. Ahora estaba pagando las consecuencias. Solo esperaba no pescar un resfriado.

Al menos, tenía a Antonio a su lado. Estaban caminando hacia un restaurante, donde sería su próxima cita. Era el lugar predilecto de ambos y además, tenía mucho valor sentimental, ya que allí había sido el sitio donde habían ido la primera vez que habían salido.

Tenía que aguantar, Lovino se dijo a sí mismo. Pronto estarían en un lugar cálido y el tan solo recordar lo delicioso que era la comida, le hacía agua a la boca. Sin embargo, tenía que combatir el frío que se apoderaba de él para poder llegar allí.

—¿Estás bien? —Antonio se había percatado de la manera en que temblaba Lovino, como si fuera hoja en pleno otoño.

—Claro que sí, idiota —Lovino cruzó ambos brazos sobre su pecho.

Antonio sacudió la cabeza, reprochando aquella conducta de su novio.

—¿Tienes frío? Te puedo darme mi abrigo —Le ofreció:—O quizá pueda cancelar la reservación y comemos algo rico en mi lugar —Lo último que deseaba era que su novio se enfermara por culpa de la cita.

—No, no. Ya falta poco —Lovino estaba determinado a llegar al restaurante. Quizás había sido una estúpida idea no haber tomado un Uber, pero no importaba.

—Vamos, mi abrigo te va a quedar bien —le prometió Antonio.

—No, vamos, sigamos —Lovino continuó caminando, dejando a un muy confundido Antonio detrás de él. .

Él no era ninguna damisela que necesitaba de su pareja. Había cometido una estupidez y aguantaría las consecuencias de no haberse preparado conforme al tiempo. Solo debían caminar unas cuantas cuadras más y llegarían a su objetivo.

Se detuvieron en la esquina y aguardaron su turno para pasar. A Lovino le dio la impresión que la temperatura había bajado todavía más. Respiró profundamente, tal vez si dejaba de pensar en ello, no se sentiría como si estuviera en el Polo Norte.

—El frío es un estado psicológico —murmuró para sí mismo, antes de avanzar.

Apenas alcanzaron la siguiente cuadra, sintió que una prenda rodeaba sus hombros. Era tan cálida y olía demasiado bien.

—Anda, póntelo —Antonio le insistió.

Lovino hizo un puchero, como niño testarudo, pero terminó por hacer lo que le pidió Antonio. La prenda le quedaba algo holgada, pero aquella sensación de frío se había ido. Era tan cálida, como las sábanas en la cama de su novio. Cerró los ojos, ése era su lugar favorito, siempre que estuviera rodeado de los brazos de su pareja, por supuesto.

Se giró sobre sus talones y miró a Antonio directo a sus ojos. Aquel hombre tenía un poder impresionante sobre él.No entendía cómo, pero siempre conseguía hacerle cambiar de parecer. Puso ambas manos sobre el pecho de él, sin importarle que otra gente pudiera verlos y apoyó la cabeza sobre su hombro.

—Vamos a tu casa —le pidió. Quería saborear de algo rico preparado por su amado y luego recostarse en su cama por el resto de la noche.

Antonio acarició el cabello del otro. Tendría cancelar la reserva, pero no le importaba. Después de todo, nada se comparaba a pasar una velada acurrucado junto a Lovino.

Con esto concluimos, los siete días. Espero que les haya gustado. ¡Gracias por leer!    

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