Capítulo 6

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Yo leyendo los comentarios del capítulo anterior sobre JongIn: 😲☕

Yo también siendo Dios en este fanfic y sabiendo toda la tramoya que va a explotar más tarde: 😈

. . .

Las doncellas del Palacio del Sur estaban inmensamente sorprendidas.

El Emperador Kim era conocido por su tenacidad en la guerra, la justicia impartida a su pueblo y su forma de dirigir el país bajo un régimen militar inusual aunque efectivo. Desde su nacimiento, Kim JongIn había estado preparado para la gloria absoluta. Dirigía pelotones de guerra cuando los conflictos estallaban, su mente brillante creaba estrategias militares tan espléndidas que llenaría de dicha y deleite a todo estratega consagrado, además, su cuerpo tan fuerte y tan duro como una montaña estaba capacitado para enfrentarse a cualquier tipo de enfrentamiento físico o natural.

Kim JongIn era un Emperador de armas tomar; totalmente lo opuesto a los dirigentes literatos que todos acostumbraban a ver en esos tiempos. Sin excusas, su pueblo y sus funcionarios de alto rango lo habían visto tomar su espada o su sable cuando las cosas no iban bien; no enviaba a alguien a dirigir el ejército, iba él mismo a hacerse cargo de los asuntos mortales con sus propias manos. De esta manera, a pesar de su personalidad aguerrida y barbárica, fue visto como uno de los mejores Emperadores de todos los tiempos.

Por esta razón, era imposible imaginar a alguien atreviéndose a ridiculizarlo, insultarlo y enfrentarlo sin una mínima gota de temor.

No era algo posible, o al menos era así hasta que llegó el Segundo Príncipe del Imperio Do.

Las jóvenes doncellas habían visto lo impensable, cómo una belleza de aspecto delicado, manos suaves como la seda y facciones preciosas y celestiales arrojaba los obsequios que le enviaba el Emperador a todas partes (cuando no los quemaba, rompía o mojaba con té, por supuesto). Escuchaban, estupefactas, la forma incorrecta que él tenía para dirigirse al Emperador: sin títulos, sin educación, sin respeto o reverencia. Incluso un par había visto una vez como el Emperador había salido de las habitaciones del Lord con la mejilla sonrojada y cinco dedos impresos en ella.

Era inconcebible, inaceptable.

El joven hombre salvaje escalaba cada vez más arriba en la montaña de imposibilidades y ofensas hacia el Emperador, llegando a niveles cada vez más altos hasta conseguir asentarse en la cima.

Pensar que todo esto estaba ocurriendo y el Lord continuaba respirando era aún más inaudito. ¿Cómo era posible que tal cosa sucediera? ¿Cómo podía no hacer nada Su Majestad?

Las cosas parecieron complicarse aún más cuando el Emperador decidió nombrar a esa pequeña fiera Concubino Real. El desconcierto y la incredulidad llenaron las mentes y los corazones de las pobres doncellas confundidas, y la pregunta que nadie se atrevía a formular se mantuvo flotando en el aire, palpable en el ambiente pero silenciosa en los oídos.

¿Acaso el Emperador había puesto su corazón en esta persona? ¿Podría ser que no existiera nada capaz de afectarlo o enojarlo cuando se trataba del Príncipe? ¿Él era así de intocable e influyente en Su Majestad?

Ninguna quería imaginarlo. Ninguna quería soñar con el día que alguien cometiera un error y ofendiera al Príncipe de alguna manera, pues sabían que toda la furia del Emperador caería sobre ellas de ser este el caso.

Aún así, no se podía luchar contra los chismes y rumores de los pasillos del Palacio. Esta era una batalla imposible de vencer, incluso para el joven Emperador del Sur y su repertorio de victorias completamente jugoso.  Pronto, todos los Concubinos Reales sabrían sobre la nueva adquisición de Su Majestad y el desprecio del mismo por este.

El Concubino del EmperadorWhere stories live. Discover now