Capítulo 22

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Aunque había cierto entusiasmo por el regreso de Kim JongIn al país, este se vio ofuscado ante la tensión que se reunió en el salón de banquetes. Los ministros cruzaron miradas entre ellos y KyungSoo había mantenido la mirada en su comida, ignorando olímpicamente el lugar vacío junto al Emperador, donde debería estar la Emperatriz.

Kim MinSeok, Byun BaekHyun y Lee TaeMin no pudieron obtener información de parte de KyungSoo, pues había demasiados oídos a sus alrededores y no era correcto que los demás se enteraran de la situación a raíz de una conversación privada que aún no había sido tratada por el propio Emperador; entonces ellos se limitaron a sentarse junto al joven Príncipe y comieron rodeados de un silencio que resultaba ser abrumador en los oídos de todos.

Cuando la comida acabó, Kim JongIn envió a su General y Capitán a descansar. KyungSoo notó la mirada profunda del General Choi puesta sobre el ajeno y distraído Concubino Lee antes de retirarse, sin embargo, no pudo ahondar demasiado en el asunto, no cuando el propio Emperador había conseguido cruzar una mirada con él que le había arrebatado el aliento.

El consejero real susurró sobre el oído del Emperador y este asintió con firmeza, mirando a sus ministros y a sus Concubinos. Él ordenó la retirada de sus bellas flores con la promesa de un reencuentro próximo y convocó a los ministros a la sala de reuniones, donde se tomaban las decisiones importantes para el país.

KyungSoo estuvo a punto de levantarse para unirse a JiHyun e ir a su habitación cuando el ministro Hui lo detuvo, pidiéndole con voz mansa y recatada, lo suficientemente baja como para ser solo escuchada por sus oídos.

-Concubino Do, es necesaria su presencia en esta reunión. Como víctima y testigo, no puede ser dejado a un lado en los asuntos que concierne a la Emperatriz. Por favor, acompáñanos.

KyungSoo asintió, comprendiendo fácilmente, y sonrió hacia sus amigos, que se habían detenido para mirarlo con preocupación. Él les debía algunas respuestas, así que debía salir de aquella situación para ponerlos al corriente.

Entonces, seguido de JiHyun y siguiendo a su vez a la estela de hombres que llenarían la sala de reuniones, KyungSoo caminó en silencio, mirando de forma ocasional la ancha espalda del Emperador. Siempre tan recto, tan digno.

KyungSoo deseó en lo más profundo de su corazón apoyarse en esa amplia espalda, besar sus hombros y acariciar su largo cabello siempre atado. Que JongIn cumpliera con la primera promesa que le había hecho antes de irse.

Besarlo nunca había sido un deseo ferviente para la mente agitada de KyungSoo, y, sin embargo, ahí estaba él, anhelando un roce de sus bocas en medio de un momento inapropiado.

Era tan lamentable.

Dentro de la sala de reuniones, cada quien se acomodó en el lugar al que correspondía. Kim JongIn de sentó en su trono de oro y jade, luciendo magnífico e imponente. Los ministros, con miradas bajas, permanecieron en silencio mientras el Emperador tomaba su lugar y KyungSoo se detenía al final de las escaleras que daban al trono, de pie junto al ministro Kang.

-Ahora que estamos aquí, ¿qué es lo que ha sucedido? Sean honestos y directos.

El consejero imperial, tomando prontamente su lugar, se inclinó ante el Emperador e informó las últimas noticias.

-Su Majestad, Su Alteza la Emperatriz ha sido recientemente encarcelada al admitir su participación activa tras el planeamiento de asesinado del Concubino Do hace dos noches -Kim JongIn no pudo ocultar su sorpresa; su rostro se movió hacia KyungSoo, que mantenía la mirada baja y se hallaba en completo silencio, y sus cejas se fruncieron mientras buscaba algún rastro de lesiones-.

El Concubino del EmperadorWhere stories live. Discover now