INTRODUCCIÓN

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La orden de las sombras nunca fue el mejor escenario para un romance...

Quizá si estas dos almas se hubieran encontrado en otro lugar... Otra época... Cualquier otro contexto...

No hubiera terminado de aquella manera.

Un joven, pulido por la violencia de la guerra desde temprana edad, sin conocer otra cosa más que el instinto de supervivencia, el rencor y la sed de venganza. Rodeado por un aura de arrogancia para proteger lo poco de humanidad que yacía en el fondo de su ser. Shieda Kayn nunca pareció mostrar interés en otra cosa que no fuera él mismo, y su obstinación por ser siempre el mejor, sobresalir de los demás alumnos de la Orden para quizá un día, ser él mismo quien la dirigiera.

A pesar de su gran ego, pareció ir en decadencia. La soledad, aquellos traumas y el estrés del diario entrenamiento pasaron factura de forma inevitable... Pero para su suerte había alguien dispuesto a tenderle la mano, a intentar hacer más llevadero aquel martirio sin esperar algo. De todos modos... ¿Qué se podía esperar de Kayn?

Cada alumno y miembro de la Orden conocía su historia, lo repudiaban por su detestable actitud, algunos por su origen Noxiano. De cualquier manera, el Shieda tampoco puso jamás de su parte para encajar con sus compañeros, eran simples obstáculos, estorbos a los que no debía prestar atención en su largo camino hacia la grandeza.

Pero ese chico... Parecía no querer rendirse... Su corazón parecía ser aún tan puro y capaz de ver algo bueno dentro de Kayn...

El joven Yuu, separado de sus padres a temprana edad por culpa de la guerra, encontró también refugio en la Orden de Zed. Creció ahí, entrenando con sus compañeros, ordinario, simple como cualquier otro. No era el mejor guerrero, no era un gran luchador, aunque se defendía, no era especial.

Más él fue el único que vio ese algo dentro de Kayn... Algo que probablemente jamás existió... Algo que lo condenó.

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-¿Estás bien?- Extendió su mano el más bajo.- ¿Eres Kayn cierto? Te perdiste el almuerzo... Pero ten, te guardé un poco de pan, no pude traer té, lo lamento... Mi nombre es Yuu.

El de cabello trenzado miró confundido al otro joven. A decir verdad sentía hambre, pero por su orgullo no había puesto ni un pie en el comedor. Se sintió débil, con unas enormes ganas de gritar que no necesitaba caridad, pero algo lo detuvo, ¿Sería cansancio? Cansancio de lidiar cada día con todo, de aparentar aquella expresión de indiferencia... De ser "fuerte".

-No era necesario.- Habló en voz firme pero baja, tomando el pan envuelto en un trozo de tela, lo cual provocó una sonrisa en Yuu.

Ambos se sentaron bajo la sombra de aquel árbol, en silencio por algunos momentos.

-No quería que te quedaras sin comer, necesitas energía para los entrenamientos... Bueno, eso pienso, ya que dices siempre que quieres ser el mejor.

-Soy el mejor.- Respondió, mirando a su compañero de forma altanera.- sólo debo superarme a mí mismo.

El menor soltó un suspiro.

-Suena mejor si lo dices así... Me la paso comparándome con todos... Incluso contigo. Aunque, si me esfuerzo en ser una mejor versión de mí nada más, quizá no sea tan complicado.- Sonrió con suavidad al decir aquello.

Kayn sólo quiso reír a carcajadas, mas se contuvo, le pareció ridículo ese discurso. Por un momento pensó en pisotear el optimismo de Yuu, pero el que otra persona se acercase a él sin miedo, sin odio, se sintió bien. Y aunque le parecía molesto, muy en el fondo aceptó al chico, aún si nunca lo admitiera ni en sus propios pensamientos.

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¿Sentimientos? De eso no se habla.

Pero de alguna forma tienen que abandonar nuestro ser para no asfixiarnos, de manera silenciosa, pero significativa. A través de las acciones.

Kayn y Yuu mantuvieron su extraña relación, la cual evolucionó a través de los años, mientras crecían juntos, entrenando codo a codo bajo las sombras de la Orden.

Nunca se habló de ello, pues ninguno conocía la forma de hacerlo, quizá así hubieran aclarado las cosas. Probablemente eso hubiera alertado a Yuu.

El chico, que siempre hablaba maravillas del Shieda frente a los demás, alimentando sin querer aquél ego insaciable, esa soberbia; nunca se dio cuenta de la manera tan vil en la que era utilizado, pues a sus ojos Kayn sólo era un incomprendido, alguien que necesitaba un poco de cariño.

Cuánto cariño le quedaba por dar, y nunca recibía más que mendrugos de atención. Se excusaba el azabache diciendo que así era su forma de ser, y que nada lo cambiaría jamás, que su afecto era muy claro de ver, ¿O es que acaso no se daba cuenta Yuu de que los demás eran sólo escoria para Kayn? ¿Y que con él, era un poco menos indiferente? ¿Qué eso no es suficiente?

Además, eso de estar al pendiente del menor era una distracción más, era Yuu quien debía procurar por él. Así funcionan las cosas, la ley del más fuerte.

Así maquinaba la mente de Shieda, a pesar de que sus acciones lo esclarecían, Yuu estaba cegado por su amor, por su necesidad de ser reconocido por aquél que admiraba.

Tan sólo quería ser útil a aquel que le había aceptado, y no lo había hecho a un lado como los demás, al que le miró a los ojos a pesar de ser tan insignificante y ordinario.

Dark Kayn One-ShotsWhere stories live. Discover now