𓄼𓈒 meraki ᥫ᭡ kimetsu no yaiba

­ ­ ­ ­ ­ ­ ­ ­ ­ ­ 三

Suyen soltó el aire que retenía en sus pulmones. Habían pasado unas semanas desde el fallecimiento de Tanjuro Kamado y desde su funeral, las personas de su pequeña familia no volvieron a ser los mismos. La herida seguía fresca desde el primer momento y el humor más agrio que el anterior. El salario escaseaba y ya no habían tantos aldeanos que compraran carbón hasta el próximo invierno.

Por supuesto, siendo la mayor de los hermanos, constantemente era la responsable del hogar. Iba y venía, desde la aldea hasta el pie de la colina en donde era su hogar, desde el amanecer hasta el atardecer.

La pelirroja sabía que ya no podía seguir esa rutina, habían muchas bocas que alimentar y dependían de ella, el salario vendiendo carbón era tan bajo, que aveces, escondía el carbón en arbustos y salía a cazar, vendiendo la carne a los aldeanos (mayormente a la gente mayor.) Sin embargo, Kie era una mujer que podía ver a través de su pequeño truco, y aunque tuvieran muchas conversaciones por la noche, Suyen lo seguía haciendo para no preocupar a los niños Kamado.

Por supuesto que no podía seguir así.

Estaba cansada de llorar y de culparse por no prevenir el estado de salud en el que se encontraba su padre adoptivo. Porque si, Kie al final le confesó que era adoptada, la mujer ya no podía seguir prolongando la mentira.

No sé quebró porque dentro de ella misma lo presentía, pero si la hizo sentir culpable. En su conciencia, sabía que no era como los demás Kamado's.

Necesitaba irse.

Necesitaba un nuevo trabajo.

Y por algún motivo, necesitaba adrenalina. El querer salir y hacer algo con su maldita vida. El querer ganar más dinero, el querer valerse y demostrar que podía hacer algo más que ser una simple hija de carbonero. Sin ofender a su padre, claro esta.

Algo más la llamaba, y cada poro de su cuerpo necesitaba saber exactamente que era lo que estaba buscando.

Es por esa cuestión que se encontraba en ese momento delante de esa mujer que la vio crecer, Kie Kamado, la mujer que la saco hacia adelante, que la recibió con brazos abiertos y la lleno de amor como una verdadera madre.

Y la mujer a la que le quebraba su corazón.

────No tienes que irte, Suyen. No tienes que demostrar nada. ────Kie la agarro de los hombros. Con unos ojos llorosos y mejillas rojizas por el dolor de ver partir a una niña pequeña.──── Ahora estamos bien porque tú estás con nosotros.

La pelirroja ya mantenía una pequeña bolsa de viaje a su costado.

────Ōka-san, sabes que la comida escasea y las telas se estan volviendo más caras como para hacer kimonos frescos, los niños no pueden seguir así, está haciendo mucho calor y ellos solo mantienen ropa de invierno. ────tenía que ser fuerte, por su madre y hermanos.──── Y se que dirás que la ropa es innecesaria, pero míralo desde mi punto de vista, no podemos usar las mismas cosas todos los días, no es saludable.