Nueve| Confusiones

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La primera vez que Jimin se sintió enfermo creyó que sólo estaba muy cansado. Sus hombros pesaban y un calor interminable incitaba a sus párpados a cerrarse el día entero. Aún era amigo de Joohyuk y él fue el primero en notar el cambio aletargado en el carácter de Jimin.

Dejó de reír, de arrojarse al suelo cuando de su pecho escapaba una carcajada. Dejó de ir a fiestas, de cantar por los pasillos del bachillerato, de prestar atención en sus materias favoritas.

Jimin ya no fue nunca más ese chiquillo alegre que robaba el corazón de decenas de chicas y chicos durante clases. Su sonrisa resplandeciente se transformó con el paso de los días en una mueca forzada e incómoda.

Meses después sólo tuvo energía para levantarse de la cama e ir de vuelta al baño. Ya no tenía hambre y sus costillas se pegaron a la piel que un día fue fornida y llena de color. Sus padres creyeron que era la adolescencia hasta que los hematomas comenzaron a aparecer como por arte de magia en su cuerpo.

Luego vinieron las hemorragias nasales y la sudoración excesiva por la noche, y cuando ocurrió el quinto desmayo en una semana, los Park supieron que algo no iba bien con su único hijo.

Pero nunca creyeron que fuera cáncer, nunca imaginaron lo que desencadenaría aquella visita al hospital.

Jimin lo perdió todo. Perdió a sus amigos, su escuela, el club de canto, su hermoso cabello oscuro, el color rojizo de sus mejillas, el brillo de su piel, su fuerza y por sobre todo perdió la posibilidad de amar.

Él era un jovencito a pesar de tener leucemia, él quería enamorarse perdidamente de su primer amor y vivir todo lo que veía en las películas. Quería dar su primer beso en una cita romántica, quería recibir chocolates los catorce de febrero, deseaba recibir cartas y mensajes cariñosos, deseaba entrelazar su mano con otra y disfrutar de aquella sensación mientras iba por un parque.

Deseó muchas cosas, idealizó al amor como una novela romántica y lo único que la vida le entregó fue la amarga hiel de un corazón roto.

Nam Joohyuk era todo lo que Jimin quería. Se enamoró de él, de su voz fresca, de sus gestos tiernos al sonreír, de sus ojos de niño, de su estatura, de su cuerpo atlético. Joohyuk era bromista, educado y estudioso. Todos le amaban, todos celebraban su envidiable personalidad, él era el prospecto perfecto, era un príncipe azul.

Y por supuesto que cuidó de Jimin cuando supo que padecía cáncer, lo acompañó a sus primeras consultas y le ayudó cuando poco a poco iba perdiendo las fuerzas. Jimin creyó en sus palabras cuando tras la primera quimioterapia le dijo "no voy a dejarte, estaré contigo siempre".

Lamentablemente los príncipes azules no existen y Jimin lo aprendió de la peor manera. Nam Joohyuk, quien fue su caballero armado por algunos meses, se percató de la admiración que los demás sentían por él al cuidar a un chico moribundo.

Comenzó a victimizarse del cáncer de su amigo, comenzó a lucrar con su sufrimiento para conseguir más entusiastas de su buen corazón. Todos veían al chico leal mas perdían de vista al chico enfermo.

La empatía, la condescendencia y los buenos deseos pasaron a ser propiedad exclusiva de Joohyuk; la lástima se quedó para Jimin.

Pero Jimin lo tomó, Jimin aceptó su cariño a pesar de que día a día era menos real. Lo aceptó porque estaba perdidamente enamorado, porque idealizó su amor con tanto afán que estaba contento con las migajas que tenía de él, porque eso era mejor que nada.

Sin embargo, el cáncer no sólo destruyó su salud sino que comenzó a engullir el matrimonio de sus padres, la estabilidad económica en la que siempre vivió. Y cuando perdió su belleza y sólo vomitaba y temblaba de dolor en la cama Joohyuk tuvo suficiente de Park Jimin.

Healing Jimin [MY;PJ]Where stories live. Discover now