CAPÍTULO. 18

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No sabía muy bien que decir o hacer, mis manos temblaban, mi mente y vista se nubló.

¿Mi madre tuvo la idea de matarme?, ¿Qué conseguiría con eso?... Sabía que me odiaba, que su desprecio hacia mi llegaba hasta el punto de la repugnancia, pero para mí eso no significaba que ella tomaría la decisión de matarme sin dejar rastro que la incrimine. Claramente me equivoqué.

Ya que pensé ―o más bien creí― que muy en el fondo de su corazón ella me amaba solo que no sabía demostrar su amor, que ella...

Sin poder contenerlo un sollozo broto por mis labios. Esto era imposible, ella es mi madre, ¿No se supone que las madres protegen a sus hijos?, ¿Qué darían hasta su vida si estos corrían peligro? Y si ese es el caso, ¿Por qué la mía no era igual a ellas? Mi pecho se comprimió, en ese momento me di cuenta de que tal vez no en todos los casos era así, las madres cuidaban, protegían y velaban por sus hijos, y en otras... Simplemente no.

Mi vista se dirigió hacia Kylos y Corruen, quienes seguían aferrando sus manos a los barrotes, podía ver como estos dos temblaban, como sus cuerpos y rostros dejaban ver hasta su último y más oculto pensamiento, la tristeza de la situación los superó y condenó y a pesar de que al fin lograron soltar lo que tanto les estaba quitando el sueño no podían aceptar como me desmoronaba frente ellos.

―Es mi madre... ― Musité tan bajo que dudé por unos segundos si ellos lograrían escuchar lo que dije, pero cuando vi que sus rostros se contrajeron con aún más tristeza entendí que sí.

―Lo es. ― Formuló Corruen mirando el suelo.

―Mi madre, la persona que me dio la vida, yo... Dios, no saben cuánto la odio, ¡Pero es mi madre! ― Chille y lágrimas más gruesas corrieron por mis mejillas, mis ojos comenzaron a deslumbrar puntos negros, la compresión en mi pecho aumentó y en busca de estabilidad me arrodille contra el cemento del suelo, por un leve momento creí que ayudaría ya que el dolor había disminuido, pero enseguida volvió con otro problema más grande, la falta de aire, ruidos sordos salían de mi boca mientras que con el mayor esfuerzo del mundo intentaba recuperar el oxígeno que faltaba en mis pulmones. Escuché la celda abrirse y supongo que Kylos y Corruen entraron al mismo lugar que yo.

Logre sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, como sus ojos buscaban los míos en un intento desesperado por volver a captar mi atención, sus gritos resonaban en mi cabeza, pero no lograba entender nada de lo que decían, solo veía sus cuerpos, sus grandes cuerpos contra el mío.

― ¡No la toquen! ―

Al fin un grito despertó mi mecanismo, giré y vi hacia la dirección de donde provenía encontrándome nuevamente con el pequeño cuerpo de Kyra, estaba lejos, tan lejos que quizás mi mente confundió su persona, pero algo en mi sabía que era ella, tal vez la melena pelirroja que rodeaba sus hombros y moldeaba sus costillas me hizo más fácil distinguirla, la miré con desesperación.

―Aléjate de ella, Kylos. ― Vociferó con más firmeza. Él recién nombrado no se separó.

Fijé mi vista en él, vi como sus labios se movían, pero ninguna voz interceptó mis oídos, ¿Qué ocurría?

―Déjenla sola, creo que así estará mejor. Lo necesita. ― No pude entender cómo, pero ella entendió enseguida lo que necesitaba y no sabía con certeza.

Los brazos que descubrí que solo eran los de Kylos se separaron de mí, se levantó del suelo al igual que Corruen, más no dejaron la celda.

―Váyanse. ― Logre mascullar, debido a la luz y a que mis ojos todavía no se adaptaban a esta no vi con suficiente claridad sus rostros, pero conociéndolos sé que se ofendieron.

Ella era la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora