A escondidas

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Alex y Miles volvían un poco ebrios de una noche de fiesta. Entre risas y tropezones abrieron la puerta de la casa de Alex, haciéndose señas con el dedo índice sobre los labios para indicar silencio. La madre del menor se encontraba durmiendo en el piso de arriba, creyendo que los dos chicos habían estado en la habitación, cuando en realidad se habían escapado.

Caminaron hacia las escaleras, chocándose sin querer con muebles y cosas desperdigadas por el suelo. No paraban de reír y decir cosas sin sentido, quizás habían bebido demasiado. Les costó subir las escaleras, y cuando llegaron arriba la luz de la habitación de la señora Turner se encendió. Sintieron un ligero miedo opacado por su mareo y ebriedad, y con un movimiento rápido se metieron en el pequeño armario de la limpieza. Allí se quedaron en la oscuridad, oyendo a la madre de Alex salir de su recamara.

De repente se dieron cuenta de su cercanía. La respiración de Miles se aceleró un poco al ver la traviesa sonrisa de Alex, sabiendo lo que sucedería. Le encantaba provocarlo frente a su familia, ya sea estirando una pierna por debajo de la mesa en los almuerzos familiares o dejando marcas moradas en su cuello cuando sabía que debía volver a su casa. Sinceramente amaba esa parte de Alex. Podía parecer muy dulce y aunque lo era, tenía ese lado travieso y seductor que sólo mostraba con Miles. Podía ver su expresión cambiar cuando se mordía el labio inferior y trazaba un plan rápido para provocar a su supuesto amigo.

No llegó a decir nada cuando los labios de Alex se posaron directamente en su cuello, lamiendo y succionando ligeramente. El mayor no pudo evitar soltar un pequeño gruñido, amaba cuando Alex hacía eso. Las manos del pelinegro se colaron por debajo de la tela de su camisa, recorriendo su torso. Miles suspiró, perdido en las sensaciones. Alex se alejó y ahora Miles fue quien tomó el control, queriendo vengarse.

"Dos pueden jugar este juego, querido Al", susurró en su oído. Lo empujó suavemente hacia la pared contraria, posando una mano en su cuello y otra en su cintura. Alex dejó salir una sonrisa de sorpresa mezclada con calentura.

Miles imitó lo que Alex había hecho minutos atrás. Bajó por su pálido cuello depositando besos y lamidas, disfrutando los gemidos ahogados que soltaba el otro. Siguió bajando hasta que la ropa comenzó a molestar, por lo que metió sus manos por debajo de su camiseta y la subió. En el camino rozó accidentalmente uno de los pezones de Alex, oyendo un inesperado y bastante alto gemido. Levantó la vista con sorpresa, encontrándose con una imagen que a pesar del alcohol recordaría siempre.

Allí estaba Alex, con las mejillas sonrojadas a más no poder, los labios entreabiertos curvados ligeramente en una sonrisa y el cabello alborotado. Esa vista hizo que se olvidara de la situación. El mundo a su alrededor y las preocupaciones de ser atrapados se esfumaron, todo lo que quería y necesitaba era a Alex. Se lo hizo saber con un beso intenso y lento, que fue acelerándose hasta que se perdieron el uno en el otro. Miles adoraba besarlo, con esos labios suaves y que siempre sabían qué hacer, pero en ese momento había algo más importante. Sin quererlo había descubierto un nuevo punto débil en Alex, uno del que pensaba aprovecharse. Terminó el beso un poco apresuradamente, se separó y bajó un poco, hasta que su boca estaba a la altura de su pecho. Sintió a Alex tensarse al presionar sus labios contra uno de sus pezones, y a medida que lo besaba y mordía ligeramente se deleitó con los gemidos y gruñidos que soltaba. Alex siempre estaba provocándolo, y ahora era su turno.

"¿Alex? ¿Miles? ¿Están allí?" sonó la suave voz de la señora Turner. Los chicos se separaron rápidamente, las respiraciones aceleradas y los rostros sonrojados.

"Maldita sea" susurró Alex.

"Quítate la chaqueta" dijo Miles. "La necesitarás"

Miles señaló la entrepierna de Alex, quien se puso todavía más rojo y le hizo caso. Después el mayor hizo lo mismo, y se cubrió de la manera más disimulada posible. Ambos salieron del armario de la limpieza intentando estar lo más serios posible, acallando pequeñas risitas. En el camino a la habitación de Alex se encontraron con su madre.

"Buen día, mamá", dijo Alex. Miles se rio para sus adentros por la ocurrencia de su novio. Eran claramente las tres de la mañana, afuera todavía estaba oscuro y ellos supuestamente estarían en la casa. La señora Turner frunció el ceño fingiendo enojarse, pero los dos chicos supieron que reprimía una risa.

"Duérmanse. Mañana hay escuela" fue lo único que la mujer dijo.

Miles y Alex se miraron entre sí y asintieron,sabiendo que luego de lo que había sucedido, lo que menos harían esa nochesería dormir. 



¡Hola! Bienvenidos y bienvenidas a la primera historia. Aquí las habrán de todo tipo ;)

Déjenme saber si les gustó, me harían muy feliz <3 

Muchas gracias por leer, 

Uri.  

Milex [OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora