Popular

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Alex era el típico chico popular de la clase. Con su aspecto de músico punk bohemio, el cabello negro por los hombros y esa sonrisa que hacía que cualquiera se arrodillara frente a él, era difícil que pasara desapercibido. Sin embargo, había un secreto que lo hacía avergonzarse de sí mismo.

Algunas noches, cuando se sentía solo e incomprendido, solía ir a escondidas a visitar a Miles. Él no era para nada el tipo de persona que esperarías ver con alguien como Alex; era amable y callado y Alex ya tenía su reputación de chico malo. Pero muy en el fondo, el pelinegro adoraba recostarse en el pecho de Miles y sentir las caricias sobre su cabello, amaba pasar noches enteras escuchándolo hablar y, para qué negarlo, gemir bien alto su nombre entre las sábanas.

Pero Alex no podía admitir eso. No podía decir que su dañado corazoncito se sentía en casa cuando besaba a Miles, no podía decir que quería observarlo dormir y reír y morderse el labio acallando los sonidos de placer. No podía admitir todo eso. Estaba realmente aterrado, y Miles sabía eso. Le dolía saber que era sólo un secreto para Alex, algo que cuando amanecía decidía ocultar en una cajita muy alejada de todo, algo que negaría siempre, algo, y esto era lo que más dolía, de lo que se sentía avergonzado.

Pero una mañana todo fue demasiado para Miles.

Todo estaba ocurriendo con normalidad. Alex estaba sentado en el salón en uno de los recesos, rodeado de su grupo de amigos idiotas y un montón de chicas coqueteándole. Miles estaba más que acostumbrado a esa imagen, pero nunca le había dicho a Alex lo mucho que le dolía verla. Porque sí, su tonto corazón había caído por el pelinegro. Podía y amaba ver eso de él que nadie más llegaba a notar, esa sensibilidad y ternura que guardaba solamente para él. Durante las largas noches llegó a conocerlo más de lo que lo conocía cualquiera de sus supuestos amigos, descubriendo una profundidad que no había imaginado. Pero ahí estaba él, ignorándolo como todas las mañanas. Pasó de largo, queriendo sentarse en su asiento en el fondo del salón. Pero, claramente, algo debía salir mal.

Uno de los imbéciles que Alex consideraba amigos puso un pie en frente de Miles, haciendo que se tropezara y cayera, casi golpeándose con un asiento. Se levantó rápidamente con las mejillas sonrosadas, y su mirada fue de forma casi automática a Alex. Él estaba mirándolo con los labios fruncidos, y pudo ver que tragaba saliva. No se veía contento, pero obviamente no podía dejar que sus amigos notaran eso.

"Alex..." soltó sin querer Miles, decepcionado. Tenía el ceño fruncido y esperaba que el pelinegro lo defendiera, pero no fue así.

"¿Por qué este idiota te mira así?" dijo entre risas un imbécil de cabello rubio. Los ojos de Alex se posaron en Miles, la persona que lo había calmado en su habitación cuando sentía que su mundo se derrumbaba, que lo hacía reír cuando lo único que quería hacer era llorar. Puso en la balanza sus dos contradicciones y antes de saber realmente lo que pesaba más, el miedo de que supieran quién era realmente lo carcomió y no pudo evitar el veneno que salió de sus labios.

"No lo sé. Ni siquiera sé su nombre"

Nadie notó entre la risa que envolvía el lugar el instante en que ambos corazones se rompieron, en los que las miradas de ambos chicos se llenaron de preguntas, decepciones y arrepentimiento. Fue casi un instante en el que Miles calmó su ira e hizo lo que hacía cuando se sentía realmente herido; atacar donde más dolía.

"Qué curioso. Creí oírte pronunciar mi nombre cuando rogabas que te diera más duro"

Miles caminó hasta su asiento sin voltear atrás. Supo que toda la reputación de Alex estaba en peligro, todos sus amigos y la imagen que había logrado crear, pero no le importó. Había aguantado suficiente mierda, y sabía que no lo merecía.

Milex [OS]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ