Capítulo 1

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Miré a mí alrededor, mi habitación estaba llena de cajas por la mudanza. La pintura azul en la pared ocultaba la pared rosa que recordaba de mi infancia. Habían pasado seis años desde la última vez que estuve en esa casa, y no la echaba de menos.

Con los años aprendí que la vida es más fácil si no te encariñas con las cosas, o con las personas. Mi padre se aseguró de que aprendiera aquella lección.

-Se egoísta, Nyx- me decía-. Es más fácil no preocuparse por los demás, hacer lo que te venga en gana. No te enamores, pequeña. Sólo te traerá problemas.

Y, ahora, habíamos vuelto a Eakins, Illinois, la ciudad que debería de sentir como mi hogar, pero no lo hacía. Aquel sitio sólo me traía recuerdos amargas, momentos que prefería olvidar. Pero, hay veces en las que el universo se empeña en gravar los peores momentos de tu vida en tu cabeza.

Bajé a la cocina y desembalé algunas de las cajas en busca de platos y cubiertos. Cuando estaba a punto de freír el pollo me di cuenta de que no nos quedaba aceite. Me puse una sudadera y salí de casa, dirección a la de los vecinos.

Di dos golpes fuertes en la puerta y esperé. Desde el interior se escucharon unos gritos y entonces la puerta se abrió. Un chico alto se apoyó en el marco de la puerta, mirándome con unos profundos ojos grises casi ocultos por su pelo castaño. Era una cabeza más alto que yo y probablemente tendría mi edad, pero su pose y su sonrisa egocéntrica le hacían parecer mayor.

-Soy Nyx, tu nueva vecina- le dije. El seguía apoyado en el marco de la puerta, mientras me miraba de arriba abajo, sin ningún reparo.

-Lo sé, cuando éramos pequeños nos revolcábamos juntos en el barro.

-¿Perdón?- no podía creer lo que estaba escuchando.

-Cuando éramos niños jugábamos juntos- me dijo hablando despacio, como si no pudiera entenderle-. A veces hacíamos peleas de barro en mi jardín delantero.

-Como sea- le espeté algo enfadada-. He venido a por aceite, no a recordar viejos tiempo o a soportar tus tonterías.

Él me miraba con las cejas alzadas y con un atisbo de sonrisa en sus labios. Por supuesto, le divertía la situación.

-De pequeña eras adorable, ¿qué te ha pasado?

-Crecí.

-Lo sé- me dijo dándome otro repaso descarado y sonriendo abiertamente, mientras un hoyuelo aparecía en su mejilla izquierda-. Me he fijado.

-De pequeño no eras un gilipollas, ¿qué te ha pasado?

-Crecí.

-Una pena.

Sin decir nada más me giré sobre mis talones y regresé a casa dando un portazo, despertando a mi padre.

Dejando el pollo a un lado, saqué unas pizzas y las metí en el horno. Mi padre me miraba desde el sofá, todavía dormido y con rostro confuso.

-Creía que ibas a hacer pollo frito.

-No hay aceite- le dije.

-¿Por qué no se lo pides a los Maddox, los vecinos de al lado?

Me agarré con fuerza a la encimera, respiré hondo y conté hasta diez.

-Lo he hecho. Pero no había nadie en casa.

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A la mañana siguiente me desperté cansada. No había dormido bien por culpa de los nervios. El primer día de instituto después de las vacaciones de verano nunca es fácil, pero es peor todavía cuando eres nueva y no conoces a nadie.

Beautiful Failure (James Maddox)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora