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Un reformado entre la nieve

El hedor a moho me inundaba la nariz, inclusive el hedor a muerte seguía en el lugar. Estaba impregnado en las paredes como un latente recordatorio.

Deslice los dedos por las marcas de las muñecas, cicatrices. Necesarias y eternas. Igual a los recuerdos de sentimientos que las acompañan.

—¿Jaz?¿Estás aquí?

«Lo estaba». Pero acechar desde las sombras me gustaba, el invasor se adentro buscando a tientas el interruptor y lo apretó. Nada, aún en completa oscuridad, cada foco estaba destruido.

Lo ronde, mis ojos ya estaban acostumbrados a la ausencia de luz, entonces tire un objeto y otro y otro... Confundiéndolo, exaltándolo. Tan falso y tan estúpido. Tenía miedo y aun así no se iba, siempre quedándose a buscar atención. Era un ser asqueroso.

—¿Me buscas? —llegue a tocar un mechón largo de su melena.

—Me preocupas.

—Tan tierno.

Salto a un lado cuando una gota ácida salpicó en su piel, me detuve sabiendo que ya voltee varios de los productos tóxicos que había en las estanterías.

Aunque fuera solo la parte de su miedo la que me gustaba también admitía que me gustaría más verlo sangrar verlo llorar y sufrir. A veces el juego me cansaba, pero que mas podía hacer.

—¿Lo quieres duro?

—Quiero saber porque actúas así —murmuró por lo bajo hablando a un punto fijo en la oscuridad—. ¿Qué pasó afuera?

Sonreí sin sonreír, la gente realmente era muy ilusa.

—Parece que sí, lo quieres muy duro —me acerque detrás suyo mientras me frotaba contra él—. Ponte en cuatro como lo haces siempre.

—No, Jaz. Tenemos que hablar. ¿Qué hay de Alev? Pensé que yo era especial para ti —dijo celoso. Si a eso se le podía llamar "celos".

—Lo eres, porque a ti te puedo follar.

—Hablo en serio.

—Y yo —tomé un brazo poniéndolo detrás del otro y lancé su cuerpo al piso con su parte trasera a la vista, chilló y berreó— ¿Me voy? —pregunte al ver su actitud histérica.

—Es tu primo —siguió con su absurda escena—. En cambio yo puedo estar contigo.

—Me disgustas en estos momentos.

—Y tú a mí —chillo apartándose y limpiando sus lágrimas—. Yo te quiero. ¡Joder! Y tú... Eres un enfermo.

Nadie me quería realmente. ¿Quién podría? Solo era un retorcido.

—Quieres seguir con tu berrinche por lo que veo.

El Adams era un chico tan ambicioso, siempre queriendo llegar alto a costillas de otros. Jugar con él era todo un reto porque nunca sabías cuándo te podía morder.

—No seguiremos con esto, yo te quiero y quiero ir al exterior.

Si sólo viera el exterior y las conexiones de los Hanks se mearía en sus elegantes pantalones.

—De acuerdo —declare negociando—, solo deja que te la meta una vez más y listo.

—Pídelo a tu acoplamiento.

—Así vamos —reí.

—Quiero que Alev se largue.

Ahí estaba. Eso deseaba, esa ficha, que gran número quería sacar. La eliminación del más fuerte; su padre, el gobernador, la querida Mona, todos buscando una excusa antes de que la cúspide del proyecto se manifestara. Ellos aborrecían lo que desconocían y no podían controlar, a Alev nunca lo podrían controlar ya que Aleksander se ocupó de eso.

Neón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora