Capítulo 37: Gold and Honor

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Cuando volvió a Gryffindor, Harry fue directamente a su dormitorio para ver cómo estaba Susara. Lo primero que notó fue que el calentador se había enfriado. En un garabato desordenado al lado yacía lo que parecía ser una serpiente hecha de oro. Por un terrible instante, Harry temió que Susara hubiera muerto, pero cuando tocó la forma inmóvil de la serpiente, descubrió que sólo era una fina piel de oro suave, que se arrugó bajo la ligera presión de sus dedos. Harry recordó que su libro de torclinde decía que la piel desprendida de una torclinde era oro purificado de sus primeras comidas. Harry miró con desenfreno por la habitación, y divisó a Susara durmiendo en la ventana oeste, que probablemente había estado soleada, poco antes.

-¿Susara?-.

-Cansada-.

Harry levantó a Susara y la metió en su camisa para que entrara en calor. -Te conseguiré más oro-, prometió.

Susara pareció sentirse mejor después de tragar un galeón. Se acurrucó en el cuello de Harry y volvió a dormirse. Harry se acomodó en la ventana para examinar la piel desprendida.

Mientras acariciaba el suave oro, sintió el deseo de hacer algo con él. Esto se unió a su anterior idea de darle a Draco una muestra. Ciertamente, podría hacer algo con el oro para Draco. Ahora bien, ¿qué me representaría para Draco? No un rayo. No podría. Puedo soportar que me llamen así, pero sigue siendo la muerte, en cierto modo. Es la maldición asesina. Necesito algo más... divertido. Harry hizo rodar el oro entre sus dedos, y pensó.

A las once, Harry se acostó y corrió las cortinas. Ya tenía su capa escondida bajo las sábanas, y su regalo para Draco estaba agarrado en la mano. A medianoche, Harry se escabulló de la habitación, y luego de la torre, y se dirigió a la Cámara de los Secretos.

Draco ya estaba allí. Parecía inusualmente desarreglado, pero muy despierto. Sacó su varita cuando se giró para enfrentarse al sonido de los pasos de Harry que se acercaban, y por un momento, sus ojos fueron tan brillantes y peligrosos como cuando estaba lanzando la Maldición quemadora de Huesos.

-Tranquilo-, le dijo Harry. Su voz salió ligeramente temblorosa.

-Lo siento. Draco guardó su varita, cerró los ojos y respiró profundamente. -Repasé toda la lista, esta tarde-.

Harry asintió. -Tengo una confesión-.

Draco frunció el ceño. -Puede que no sea el momento-.

-Me arriesgaré-. Harry miró sumisamente hacia abajo. -He espiado tu reunión con Snape, esta tarde-.

Draco parecía molesto, pero no furioso. Harry intentó una ligera sonrisa. -Debes estar agotado-.

-Está empezando. En cuanto no esté temblando por el poder, tendré sueño. Pero no voy a dormir-.

-¿Por qué no?-.

-Porque ésta podría ser nuestra última visita-.

Harry suspiró. Sacó la ficha del bolsillo, pero la mantuvo envuelta en la mano. -Susara mudó de piel, hoy-, dijo.

-Oh. Bonito, ¿verdad?-.

-He decidido hacer algo con ella-.

Harry le tendió la mano a Draco. Pudo notar por el calor en su rostro que se estaba sonrojando. -Esto es para ti-.

Draco lo miró con curiosidad. Después de un momento, extendió la mano y Harry dejó caer la ficha en ella. Una sonrisa creció en el rostro de Draco al mirar el trozo de oro brillante. Tenía la forma de un palo de escoba, de unos dos centímetros de largo, con las formas de las ramitas rayadas en la cola, y una pequeña "L" presionada en la parte inferior del palo. Harry había preguntado en la Sala Común por un alfiler, y Lavender le había dado uno de un alfiler de solapa del que había perdido la parte delantera. Harry había fundido el alfiler a la parte central de la escoba, y luego había endurecido mágicamente el resultado.

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