Capítulo III

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Cuando Duna despertó no pensó que se encontraría con otro problema, pero así fue.
Cuando salió de su cabaña vio que todos los lobos de su manada estaban congregados con cara de preocupación y tristeza.
Duna se acercó a ellos inquieta.
—¡La Luna no está conforme con la muerte del Alfa!–dijo una loba.
—¡¿Qué hemos hecho mal?!–Aulló otro lobo.
Duna se acercó a una compañera de manada.
—Liebre, ¿Qué ha pasado?–Preguntó preocupada.
—Hemos salido al amanecer a patrullar el territorio por tierra y Granito ha caído al río. Se lo ha llevado la corriente.
Duna abrió mucho los ojos. Así que el Omega había muerto. No dejaba de ser un lobo de su manada así que se sintió triste por él.
A Liebre se le empaparon los ojos.
—Le intentamos seguir río abajo volando, pero cada vez había más maleza y no conseguimos salvarlo....
Duna se miró las patas, triste y furiosa. Su manada estaba destrozada psicológicamente ¿Cuándo acabaría esa pesadilla? Porque nada había terminado todavía. Estaban en peligro y ella lo sabía. Ella sabía todo lo que había ocurrido.

~• • •~

Habían pasado ya tres días después de la reunión y hasta la siguiente no se sabría nada más de las demás Manadas, a no ser que ellas pidieran otra congregación.
El sol estaba ya bajo cuando los lobos de la Manada del Helecho volvieron de cazar. Nocturna llevaba una pieza de carne entre sus fauces, que dejó a los pies de Boreal que dio las gracias a la joven con una inclinación de cabeza. Sus heridas habían mejorado mucho y pronto podría volver a cazar. Nocturna se sentó al lado de la veterana mientras esta comía.
—Oye Boreal, ¿De verdad las Gemas no dejan entrar a otros lobos volando a la aldea?
Boreal negó con la cabeza mientras masticaba.
—Crean un campo de poder invisible que nos protege del peligro del exterior–dijo al tragar.
Nocturna escuchó a Boreal interesada.
—El poder es de la gema, pero se puede manejar.
—¿Cómo?—Nocturna irguió las orejas.
—Solo los Alfas tienen el control de ese poder, ya te lo dije.
—Nunca he visto a Roble utilizarlo.
—Claro que no, porque no ha sido necesario por ahora.
—Oh...y ¿Cómo obtienen el poder los Alfas? ¿La Gema sabe quién es el líder? ¿Tienen vida propia?
Boreal río y miró a la joven con sus sabios ojos.
—La Gema no está viva, pero la magia sí. Cuando un Alfa muere la magia que él tenía pasa al siguiente Alfa, a aquel que fue elegido por el anterior.
Nocturna recordó a León y al fallecido Alfa del Liquen.
—¿Y si no le eligió antes? Como la Manada del Liquen.
—Un Alfa siempre tiene pensado quién va a ser el siguiente, él ya lo tendría pensado, ahora solo falta que ese elegido lidere a su Manada.
—¿Y la subordinada?
—Ella puede liderar por supuesto, pero necesitará tener un compañero. Y no lo tiene ahora.
A Nocturna le pareció muy complejo todo. Ya no era un lobezno, estaba claro, pero seguía sin entender algunas de las normas de la Manada. Era difícil.
Boreal intentó levantarse y Nocturna no tardó un segundo en levantarse también y ayudarla colocando su cuello bajo el suyo.
—Cuidado.
—Gracias Nocturna, eres una buena chica. Quiero entrar en mi cabaña.
Ambas dieron media vuelta y entraron en la cabaña. Boreal se tumbó en su lecho con una mueca de dolor.
—¿Todavía te duelen mucho las heridas?
—No tanto como antes, solo tiran un poco, no te preocupes.
—Yo debería irme ya a mi cabaña también.
—Muy bien, entonces nos vemos mañana joven.
Nocturna se despidió con una inclinación de cabeza.
—Gracias por explicarme lo de las gemas.
—Gracias a ti, siempre que necesites algo puedes acudir a mi—Boreal sonrió.
Nocturna asintió con una pequeña sonrisa y salió de la cabaña cerrando tras de sí. Fuera el sol ya se había escondido al completo. Empezaba a refrescar un poco.
Roble estaba en la entrada mirando hacia el cielo. A él también le había afectado la muerte del Alfa del Liquen, aunque intentara esconder su dolor. Nocturna esperaba que se encontrara al culpable, la muerte no sería en vano.
Fue hacia su cabaña, dentro Robledo ya estaba en su lecho, dormido. Nocturna se acercó a él y le dió un lametón en la oreja.
—Buenas noches Hermano—susurró, y se fue hacia su lecho.
No tardó en dormirse a pesar de que tenía muchos pensamientos en su mente. Sus párpados se cerraron y después todo fue oscuridad.

Al día siguiente el cielo estaba despejado, aún así hacía bastante viento. La Manada se preparó de nuevo para la caza, esta vez irían solo por tierra.
Fueron por el bosque, todos tras su líder, en silencio y sigilosos en busca de alguna presa.
Esta vez tardaron más en encontrar alguna criatura, fue casi media hora hasta que por fin encontraron un jabalí de enormes colmillos. Fue fácil de cazar, aunque alguno se llevó una que otra coz.
Volvieron triunfantes con piezas de carne a la aldea. Los cachorros se acercaron correteando y Boreal por primera vez se acercó andando dificultosamente hasta ellos.
Nocturna miró alegre a Boreal, que le devolvió la sonrisa y luego tomó su pieza de carne.
Los cachorros se acercaron a Nocturna.
—¡Hola Nocturna!—saludó Campanilla.
—¡Hola! ¿Qué tal está la comida?
—¡Rica!
—Me alegro—sonrió Nocturna.
El otro cachorro se acercó.
—Robledo nos ha dicho que el Jabalí te ha dado una coz.
—¡Si!—exclamó Campanilla–¡En toda la cara!
—¿Qué?—Sorprendida, Nocturna buscó a su hermano con la mirada.
Estaba riendo a lo lejos y observando la escena con una mirada divertida.
—¡Eso no es verdad!–Se agachó para susurrar a los cachorros–Robledo es un mentiroso, a él le dió una coz en el trasero ¡Pero no quiere admitirlo.
Los cachorros rieron a carcajadas y corrieron hacia Robledo quien al escuchar a los cachorros cambio la expresión de su cara.
Nocturna río satisfecha de haber conseguido su divertida venganza. Se estiró. tenía ganas de dar una vuelta por el aire, así que avisó a su Alfa, salió de la aldea y alzó el vuelo. El viento era favorable aquel día, podría practicar un poco el vuelo dinámico. Buscó una corriente de aire, la tomó y bajó con ella. Solo había que dejarse llevar.
Al rato dejó la corriente de aire y batió las alas con fuerza, subió muy alto, todo lo que pudo hasta traspasar las nubes. Allí arriba no había viento, todo estaba en calma. Era hermoso.
El momento de calma se acabó cuando notó una presencia. Miró hacia su izquierda. Más a lo lejos vio un lobo.
Sabía que al lado de su territorio estaba el del Liquen, pero ¿Tan cerca estaba del territorio?
El cánido desconocido también se dió cuenta de su presencia y ambos se miraron desde la distancia.
Nocturna no sabía si acercarse o no, pero no le hizo falta decidir porque el lobo acababa de ocultarse bajo las nubes.
Pillada por la curiosidad Nocturna se dejó caer pasando de nuevo las nubes y luego retomó el equilibrio de vuelo. El lobo ya no estaba.
La joven loba se acercó un poco más hacia donde estaba antes el cánido y subió por encima de las nubes de nuevo. La luz del sol le dió de lleno en la cara, cuando se acostumbró a la luz y miró hacia el frente lo vio de nuevo; no solo eso, reconoció a aquel lobo, más bien loba, pues se trataba de Duna. Estaba mirando a Nocturna con cara de sorpresa, no esperaba encontrarsela de nuevo.
Su pelaje castaño oscuro y rojizo parecía arder con la luz del sol y sus alas, de puntas oscuras, no dejaban de moverse para mantenerse en el aire.
Ambas se quedaron en silencio y Duna se alejó un poco con dos batidas de ala.
—Hola...—se atrevió a decir Nocturna.
—Hola—respondió Duna recelosa.
—Eres Duna, ¿No? Te vi en la reunión el otro día.
Duna miró a la loba negra con desconfianza.
—Si, soy Duna.
—Oh...bueno, al menos no he fallado—dijo con una risa nerviosa.
Hubo un nuevo silencio, así que Nocturna lo rompió de nuevo.
—¿Qué haces aquí arriba?
—Qué más te da, no busques información.
Nocturna se quedó callada. Duna respondía cortante a cada intento de conversación, quizá lo mejor era marcharse.
—Bueno, yo estaba dando una pequeña vuelta, para despejarme–dijo Nocturna dando unas batidas de alas atrás.
Duna miró a la joven con sus claros ojos entrecerrados. No parecía que le hubiera caído bien ¿Quizá porque eran de Manadas diferentes? Cuando se topó con Nevado no fue igual.
—Me iré a tomar otra corriente de aire...—Dijo Nocturna en un tono más bajo, intimidada por la mirada de la otra joven loba.
Cuando Nocturna estaba apunto de irse Duna ladró.
—¿Cómo de rápido vuelas?
—¿Qué?—Nocturna se quedó bloqueada.
—Te he preguntado que si vuelas rápido.
—Pues...no lo se, solo he hecho carreras de vuelo con mi hermano, solemos quedar empatados.
—En mi Manada solemos hacer carreras para comprobar la rapidez de nuestro vuelo, solemos utilizar el vuelo para cazar cigüeñas u otras aves grandes.
—Oh, vaya—Una nueva risa nerviosa por parte de Nocturna–y ¿Eres buena en eso?
—Soy la primera.
Nocturna no pareció percibir burla ni orgullo en la loba, no parecía dar señal de ninguna expresión en ese momento.
—Eso es genial, deberías sentirte orgullosa de ello.
Duna apartó la mirada. Antes de perder de vista los ojos de la joven, Nocturna pudo ver un brillo de rabia en ellos. ¿Qué le ocurriría?
Duna volvió la mirada hacia Nocturna.
—Debería irme ya.
—Está bien Duna, ha sido un placer hablar contigo–Dijo amable.
Duna dejó de batir las alas preparada para caer.
—¡Espera!—Nocturna detuvo a la loba—Yo me llamo Nocturna.
Duna, con las orejas erguidas miró a Nocturna a los ojos por última vez.
—Encantada Nocturna, y que la Luna te acompañe.
—Igualmente—Se despidió Nocturna, pero Duna ya había desaparecido bajo las nubes.

∆L∆S: En busca de la Gema de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora