~CAPITULO 29~

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Ayer llegamos de Los Ángeles y como dije no me despegue ni un segundo de Sam, él igual estuvo pendiente de mí y no me dejaba sola ningún momento, cosa que agradezco.

Hoy venimos a almorzar con mi madre, en realidad iba a venir yo pero cuando le avisé a Sam me dijo que me acompañaría, cosa que se me hizo algo extraño pero no le di mucha importancia.

— Cariño, te quieres traer el postre por favor— Pide mi madre—, las fresas están en la bandeja y el chocolate encima de la isla.

— Ok, ya regreso.

Me paro y camino a mi objetivo, llego y tomo una fresa la mojo en chocolate y me la llevo a la boca, saboriando su exquisitez.

— Por eso tardabas—dice Sam entrando a la cocina, causando que de un brinco por el susto.

—¡No me asustes así!—protesto, volviendo a mojar la fresa en chocolate y comer.

— No puedo creer que Ethan y Sabrina terminara siendo algo serio— comenta riendo.

— Ni yo—digo mirándolo unos segundos y volviendo a comer fresa.

— Tienes chocolate.

—¿Qué?—pregunto mirándolo.

Se acerca a mí y me lame la comisura izquierda de mi labio, se separa y me da media sonrisa.

— Tenías chocolate— Se excusa.

Asiento, se acerca de nuevo y me besa, le sigo su beso, nuestras lenguas se mueven en compás, me toma de la cintura pegándome a él y yo rodeo su cuello. El beso se pasa a ser más intenso y siento algo caliente en mi cuello, rompe el beso para bajar en un camino de besos y lamidas hasta que llega a mi cuello y caigo en cuenta de que me echó chocolate en mi cuello.

Saborea, besa, lame y muerde mi cuello. Estoy comenzando a excitarme.

— Sam...—digo mezclado con un gemido.

El gruñe y me besa con desenfreno, levanta un poco mi blusa y acaricia con sus dedos mi piel, sintiendo un cosquilleo en mi interior, se escuchan nuestras respiraciones agitadas. Pero su móvil suena y nos trae a la realidad. Se aparta de mí y responde.

—¿Si?—dice cortante.
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—¿Qué?— Frunce su seño y se ve preocupado.
..................

— Voy para allá—dice y cuelga.

—¿Qué pasa?—inquiero.

— Mi abuelo tuvo un ataque cardíaco. Debemos irnos.— Veo como se le cristalizan los ojos.

— Por supuesto, vamos.

Salimos de la cocina y le aviso a mamá que surgió un imprevisto que luego la llamo. Conduzco porque Sam está muy alterado y llegamos al hospital unos minutos después.

Vemos en el pasillo que están literalmente todos. Caminamos hacía ellos.

—¿Qué pasó padre? ¿Cómo está?— pregunta Sam.

— Sam, hijo, tu abuelo está muy delicado y no saben si pase esta noche.

Yo me tapo mi boca y Sam se toma su cabello y comienza a caminar de aquí para allá.

— Esta mañana se levanto raro, y quedamos que vendríamos hacerle un chequeo—dice la señora Eva llorando.

No veo a Ethan, así que me aparto un poco y llamo a Sabrina. Va a necesitar de su mejor amigo.

—¡Hola, hermosa!—responde.

— Hola. ¿Sabri estás con Ethan?

— Sí, ¿por qué?—pregunta preocupada.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora