~CAPITULO 43~

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Hoy celebran el primer año de vida de mi bella Emily, Lucía se lo festejara en la casa del señor Tim a petición de él.

Así que, aquí estoy probandome vestidos a diestras y siniestras, pero no hay ninguno que me guste como queda en mi cuerpo. No se si aumenté de peso pero es raro porque comencé a salir a caminar. Igual no me jode mucho, no he sido una persona muy fitness, sólo hago llevadero mi cuidado.

¡Al fin! Encontré algo que me quede. Opté por un enterizo negro, me encanta como se amolda a mis curvas y mis pechos se ven mas voluptuosos.

Preciento a alguien observarme mientras me acomodo mi ropa, alzo mi mirada y me encuentro con la de Sam que está en el lumbral apoyado con los brazos y pies cruzados.

Sus ojos son intensos.

—¿Qué?

— Nada.— Niega con una pequeña sonrisita.

Camino al gran espejo que está en la habitación y me paro delante de el para mirarme.

Me veo fantástica, nada mal.

Veo a través del espejo caminar a Sam y colocarse detrás de mí, me toma de mis caderas y de un ágil movimiento me pega contra él, haciendo que sienta su bulto en mi espalda baja. Me sorprendo, no sabía que con sólo mirarme le genero una erección.

¡Dios mio!

Esto me fascina, eso es lo peor de todo. Corre mi cabello dejando libre mi cuello y lo besa tiernamente, mi respiración es un desastre, coloco mis manos sobre las de él y las acaricio.

— Como me encantaría romper esta prenda y follarte hasta el cansancio.— Jadeo ante la declaración.

Siento que me derrito en sus brazos, debo morder mi labio para evitar decirle que haga realidad su pensamiento. Mi entrepierna palpita y sé que debemos parar antes que no lo podamos hacer. Me giro y abrazo su cuello y agradezco traer tacos y no ponerme de punta de pie.

— Me encantaria conceder tu deseo, pero debemos irnos o se nos hará tarde.

— Tienes razón, pero juro que cuando llegues te daré tan duro que me pediras más.— Y no lo dudo, terminaré como una perra pidiendo más.

— Concuerdo contigo.— Sonríe y me guiña el ojo.

— Ahora vamos, preciosa—me dice colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja.

Asiento y tomo mi bolsa pequeña que está encima de la cama. Salimos de la suite del hotel y subimos al ascensor. Sam decidió quedarnos en el hotel para tener más nuestra intimidad. Cosa que agradezco porque no me gustaría que su familia escuche mis gemidos.

Salimos del elevador y caminamos a la salida, nos adentramos en el coche.

Llegamos a la gran mansión y nos recibe Alex que esta afuera con su teléfono.

—¡Hola primos!— Saluda.

— Hola, primo—dice Sam.

No entiendo el sentido de ser tan frío.

—¡Hola Alex!—vocifero

— Pasen, están todos adentro, en unos segundos entro—comenta.

Asentimos y nos adentramos, a pesar que era algo más familiar, Lucía y Elías invitaron unos amigos que viven aquí en Los Ángeles. Se escuchan murmullos y música al acercarnos al  jardín trasero, así que deduzco que están en ese lugar.

Confirmado, veo a varias personas desconocidas y el resto de la familia, quienes beben de su copa y platican plenamente. Se percatan de nosotros y aquí viene la parte frustrante, el saludar al batallón.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora