Capitulo 1

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Las tortugas ninja no son de mi propiedad.

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Cayo al suelo con un gran dolor en sus costillas, el entrenamiento con su padre era muy pesado pero no podía quejarse después de todo era un ninja y los ninjas nunca se quejan, o al menos eso decía su padre.

-Leonardo – escucho la voz enojada de su padre y pronto escucho las pisadas fuertes yendo hacia él. – No has estando entrenando como deberías, pareciera que cada día te vuelves más patético de lo que ya eres.

Leo se levantó para quedar sentado y miro a su padre. - Padre, yo-

-No quiero oír tus estúpidas escusas – gruño tomando el brazo de Leo para ponerlo de pie y lo arrastro fuera del dojo. – Mantente fuera de mi vista.

Oroku empujo al chico de quince años dejándolo en el suelo. Leo se levantó con dificultades agarrándose el costado donde su padre había dado una patada. Subió las escaleras y entro en el baño. Tomo una ducha larga, su cuerpo dolía, había estado entrenando duro toda la semana para demostrarle a su padre su valía. Pero no funciono, sucedió todo lo contrario. Aunque... de cualquier Saki jamás le había dado un elogio en toda su vida.

Se miró en el espejo frente a él, tratando de averiguar que había mal. Su cabello negro azulado llegando casi a los hombros y su flequillo caía sobre sus ojos, sus ojos azules que brillaban como un par de zafiros y su piel blanca manchada por moretones y cicatrices. Era delgado y sus músculos no eran muy pronunciados. Suspiro salió del baño, se puso un pijama azul.

-No pensé que podía caerse más bajo de lo que ya habías caído – escucho la voz de su hermana mayor, Karai, desde la puerta. Ella era la guerra perfecta que su padre amaba, lo que se suponía él debía ser. Su cabello era corto por encima de los hombros con dos muchas doradas a cada lado de su rostro, tenía una mirada afilada como si se tratara de una espada. – Pero cada día me sorprendes más.

-Déjame solo Karai – gruño sin mirarla, se dejó caer en su cama ignorando el dolor punzante en sus costillas. – ¿Por qué no vas a torturar a Hun? O algo más.

Karai se rio. – Eres patético – espero a que su hermano contestara pero no lo hizo, por lo que siguió. – De cualquier manera, padre dijo que empieces a empacar, nos vamos en dos horas.

-Tengo escuela mañana – se levantó rápido. – No puedo irme solo así.

-Ordenes son ordenes, Leonardo – Karai se dio vuelta para salir. – Además deberías saber lo que conlleva oponerse a padre.

Cerro la puerta de tras de ella dejando a Leo solo. Claro... él sabía lo que conllevaba estar en contra de los deseos de su padre, se llevó la mano a su pecho donde se encontraba la cicatriz que su padre le había hecho cuando tenía diez años, después de llegar tres horas tarde a casa después de la escuela. Se levantó de la cama y se dirigió a su armario. – Estoy empezando a pensar en dejar mi ropa en las maletas – murmuro para sí mismo.

Mientras tanto en la oficina de Oroku Saki, él y Garra de tigre estaban reunidos hablando sobre su próximo viaje. – ¿Estás seguro de esto?

-Si maestro, unos soldados están seguros que se trataba de Hamato – respondió firme, mostrando el informe de los guerreros del clan. – Lo han visto con tres adolescentes de la edad del joven Leonardo.

Oroku miro fijamente el papeleo en sus manos. – Bien, puedes retirarte – ordeno, Garra de tigre hizo una reverencia y se marchó. Oroku miro la fotografía de tres sombras moviéndose por los techos. – Ha llegado el momento de vernos de nuevo Hamato.

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