𝐀𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐞𝐧 𝐢 𝐟𝐞𝐥𝐥 𝐢𝐧 𝐥𝐨𝐯𝐞 🎋

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La serenidad repentina del pelinegro era sorprendente, pues había decidido sacrificar algo importante para ocultar su mejor secreto.

O es lo que él creía, creía saber lo más importante entre una hoja de papel y sus sentimientos.

Él es un idiota, no solo un simple idiota, era un estúpido adolescente incapaz de cumplir a su palabra sin pensar demasiado en como esto puede afectar a los demás.

Llevaban más de treinta minutos en silencio sentados bajo el árbol, Killua mantenía la vista sobre él en todo momento por si trataba de escapar.

—¿Y bien?— cuestionó acercándose aún más al pelinegro con enfado quien finalmente había tomado una decisión que a sus ojos parecía correcta.

Devolvió la mirada determinada, que cohibió por un par de segundos al chico frente a él, su corazón había palpitando tan fuerte de repente, tal vez fué el susto de que de un momento a otro el azabache lo encarase.

No era momento de pensar en ello.

Frente a frente, ambos se miraban con intensidad sin animarse a soltar una palabra para iniciar la ronda de preguntas.

A los ojos de Killua solo se encontraba analizando algún signo de mentira en el contrario, pero, ¿Era necesario el acercarse al punto de casi juntar sus respiraciones?

El pelinegro parecía sudar en exceso, su cuerpo había flaqueado ante el acercamiento del ojiazul, que no paraba de acercarse cada vez más.

Demonios, quería juntar sus labios a los de Killua.

—Bien, Ki-killua, hablaré— tomó de los hombros al mencionado y lo alejó, finalmente permitiéndose respirar tanto aire como hubiese sido posible, cerró sus ojos y apretó los puños llevándolos al lugar donde su doloroso corazón amenazaba con escapar.

—Espera

Abrió los párpados y vió la figura  del bello albino acompañada de una débil sonrisa, pero a comparación de la mayoría, esta era una genuina.

—¿Eh?

Algo cálido se posó sobre su mano, era la palma de Killua, que acariciaba con suavidad la suya propia, su piel era tan suave como la porcelana, tan blanca como la nieve.

—Lamento haberte presionado, no tienes que decírmelo si te cuesta demasiado, ¿entendido?— apartó con delicadeza su mano y la llevó a uno de sus bolsillos. Se recostó un poco sobre el árbol, contrajo sus piernas hasta su pecho, las abrazó y escondiendo su rostro entre las piernas.

El pelinegro aún parecía confundido ante el accionar tan extraño del ojiazul, pero se mantuvo en silencio dejándose llevar por el ambiente tan pacífico y agradable que habían formado.

Killua en cambio no se encontraba para nada tranquilo, oculto en su propio cuerpo su rostro parecía un tomate y su pecho palpitaba con frenesí, ¿Qué fué eso?

Es lo que se preguntaba, jamás le había molestado tocar la mano de otra persona, pero, al tocar la suya, un cosquilleo recorrió todo su cuerpo, una extraña calidez que deseaba mantener solo para él. Su estómago se sintió revuelto, como si derrepente hubiese empezado a bailar tango.

Toda una explosión de sentimientos extraños detonados por un simple tacto.

Se sintió vulnerable tras cortar el contacto.

Tal vez ese era el día de suerte para otro chico que podía ser correspondido, solo tal vez, ese árbol le había proporcionado buena fortuna.

Porque ese fué el momento exacto, en el que Killua Zoldyck se enamoró.

Porque ese fué el momento exacto, en el que Killua Zoldyck se enamoró

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