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Sexo.

Esa era la clave para obtener lo que deseaba en la vida.

¿Quería dinero? Se dejaba follar.

¿Necesitaba ayuda? Se dejaba follar.

¿Quería sentirse amado? Se dejaba follar.

Todo era mas fácil cuando abrías las piernas y permitías a otras personas usarte como un agujero. No había ciencia oculta detrás de un hecho tan evidente. El sexo y el dinero movían el mundo entero. O al menos, el mundo de Park JiMin.

Había descubierto esa reveladora realidad a los quince años y desde entonces lo único que tuvo que hacer fue guardar silencio, recostarse en la cama y soportar. Siempre soportar. Justo como lo hacía en ese momento cuando el tipo sobre él dio el último embiste y suspiró satisfactoriamente, cayendo sobre su cuerpo inmóvil por apenas segundos antes de alejarse.

El frío hizo temblar a JiMin cuando el calor que emanaba de la otra piel se separó. Sus ojos observaron cada movimiento del sujeto quien se quitó el condón, lo anudo y arrojó al cesto de basura. Acto seguido, se sentó a la orilla de la cama a fumar un cigarrillo.

JiMin se impulsó hasta apoyarse sobre sus codos, esperando.

Al parecer él sintió su mirada porque giró a verlo y le dedicó una mueca desganada.

―Siempre estás tan ansioso por ver el dinero, tus ojos brillan ―rió el hombre― eres...

―¿Una puta? Pues si, lo soy ―asintió JiMin, sonriendo― ¿y mi dinero?

El hombre resopló ligeramente indignado pero aún así se inclinó a levantar su pantalón del suelo y buscó su billetera entre los bolsillos.

JiMin esperó impaciente, sus ojos recorrieron ligeramente el tatuaje en la espalda del hombre, el cual ocupaba toda la piel desde su nuca hasta la curva de su trasero. Sus manos, venosas y atractivas, también tenían tatuajes. Sus nudillos, dedos y brazos. Parecía ser trabajo de profesional, cada trazo era preciso y cada impresión era bellamente lograda.

―¿Eres tatuador o algo? ―preguntó, sorprendiéndose a si mismo de sus propias palabras.

Él no preguntaba, jamás lo hacía porque nunca se involucraba lo suficiente con un solo hombre. Las formalidades y la curiosidad sobre la vida de los sujetos que lo follaban no era algo a lo que quisiera aferrarse.

El pelinegro que acababa de estar entre sus piernas segundos antes también pareció sorprendido, sus movimientos se detuvieron unos segundos antes de continuar buscando la cantidad de billetes correcta.

―Uhm... Si, lo soy ―asintió tras un momento en silencio― pero obviamente no me he hecho la mayoría de estos yo solo ―apuntó a sus tatuajes.

JiMin no preguntó nada más. Lo anterior se le había escapado por accidente. Él nunca se permitía preguntar otra cosa que no fuera en qué posición querían hacerlo. Algo más aparte de eso era irrelevante.

Finalmente el sujeto cuyo nombre no sabía, sacó unos cuantos billetes y se los entregó. JiMin sonrió y los tomó rápidamente como niño pequeño entusiasmado. El pelinegro soltó una risita burlona mientras JiMin contaba la cantidad.

―Me diste de más ―comentó tras hacer cuentas.

―Es extra ―el sujeto se encogió de hombros y le dio la espalda de nuevo, fumando― hiciste buen trabajo.

―Estaba inspirado ―JiMin revoloteó las pestañas, aunque el desconocido no pudiera verlo, y empezó a buscar sus pertenencias.

El hombre ni siquiera se inmutó mientras él se movía desnudo por toda la habitación de motel recolectando su ropa del suelo.

―Gracias por usar mi servicio, señor ―dijo con tono ligero y burlón una vez que estuvo listo para marcharse.

El pelinegro alzó la mirada a través de sus largos mechones de cabello ligeramente ondulado pero no dijo nada. No es como si JiMin esperara un agradecimiento verbal o alguna palabra cariñosa de despedida. Eso nunca iba incluido en el paquete a no ser que la persona que lo contrataba estuviera metido en esa mierda del romanticismo falso y la palabrería cursi.

Sonrió una última vez y se dirigió a la salida.

―Llámame ―agregó antes de cerrar la puerta tras de si.

El pasillo estaba despejado y la alfombra olía a polvo aromatizante. La luz no parpadeaba cada cinco segundos y las puertas no estaban medio caídas. Ese motel era de los costosos. No era exactamente de lujo pero tampoco era de esos basureros a los que estaba acostumbrado.

Aquel pelinegro de quien no sabía casi nada era uno de sus clientes frecuentes. Lo había conocido un año atrás. Él había aparecido en un bonito auto clásico en color negro de esos que rugen como bestias cuando pisas el acelerador.

En aquel entonces JiMin pensó que era la primera vez que ese desconocido visitaba aquellas calles de mala muerte en busca de compañía. Parecía un poco fuera de lugar cuando se detuvo frente a él y bajó la ventanilla del auto para preguntarle la cuota.

Ese tipo siempre lo llevaba a moteles agradables como ese. El primero había sido uno parecido. JiMin estaba un poco sorprendido cuando entró a la habitación y una cama grande y cómoda sin resortes botados lo saludó. Se sorprendió aún más cuando descubrió un pequeño chocolate de menta sobre las almohadas y un agradable olor a limpio.

Esa primera noche fue follado con intensidad y salvajismo. No exagera al decir que ese tipo por poco lo rompe.

No se quejó en lo absoluto a pesar de estar sufriendo dolor. El pelinegro lo había marcado y mordido hasta saciar su necesidad. En ese momento JiMin pudo sentir algo; ese hombre estaba triste y quería desahogarse.

No preguntó nada pero mientras era clavado brutalmente al colchón y su vista se enfocaba sobre el techo se le pasaron por la mente algunas hipótesis. Probablemente el pobre tenía el corazón roto. Quizás simplemente estaba frustrado. A lo mejor se sentía solo. Tal vez sufría de amores no correspondidos.

Fuera como fuera, JiMin se dejó follar y cuando finalmente terminó de ser usado decidió que no sería mala idea darle su número a ese desconocido.

JiMin pensó que no lo llamaría nunca pero justo dos semanas después recibió la llamada. El pelinegro fue directo y sin rodeos, JiMin respondió de la misma manera y desde entonces aquel hombre lo llamaba regularmente. Así fue como se convirtió en un cliente frecuente y uno de los favoritos de JiMin también, aunque nadie tenía porque saber esto último.

Mientras recordaba el pasado, JiMin avanzó por la calle nocturna bajo la atenta mirada de la luna en cuarto menguante. Hacía frío, su cadera dolía un poco y los adornos navideños que encontraba en el camino lo hacían sentir nostálgico. Pronto sería su cumpleaños y esas fechas siempre lo ponían de mal humor.

Su móvil vibró en su bolsillo así que lo sacó para atender la notificación de mensaje de texto.

Cliente #5 [en línea]

Estas disponible ahora??
09:21p.m

Hizo una mueca. Ese tipo le jodía un poco la cabeza porque era asfixiante y “poético” pero pagaba bien y lo buscaba sólo una vez cada mes. A JiMin le gustaba ser complaciente con sus clientes, tratarlos bien significaba tener mas dinero y mejor reputación lo cual era positivo. Esos clientes lo recomendaban con conocidos y se hacía de una base sólida de “admiradores”. Era un ganar, ganar.

Sonriendo, tecleó una respuesta afirmativa esperando que su trasero siguiera bien para una segunda ronda esa noche. Tampoco es que se dejara follar más de dos veces por noche porque a veces tenía problemas con su próstata y debía acudir a su urólogo continuamente lo cual era un dolor de cabeza. Prefería ser cuidadoso y no morder más de lo que podía comer.

―Más dinero al bolsillo ―tarareó y emprendió el camino a un nuevo trabajo, olvidando la agradable y cálida sensación que el cliente anterior le había dejado en el cuerpo.

𝒞𝒶𝓁𝓁 ℳℯ 💋 𝗏𝗆𝗂𝗇Where stories live. Discover now