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El caballo galopaba demasiado rápido, ya íbamos una hora aproximadamente de camino. Alina, que estaba entre el general Kirigan y yo, parecía estar nauseosa. Lo digo por las arcadas que escuché.

— ¿Podemos parar? — pregunta en voz alta.

— ¿Por qué? — cuestiona él. 

— Me duele la coxis — añade ella.

Él accedió a su pedido deteniéndose al cabo de unos minutos. Yo bajé primero, quise ayudarla pero me hizo un ademán para que me alejara ya que ella lo haría sola. 

Divisé a mi alrededor, no había más que una extensa pradera y en los extremos, montañas. Había un árbol seco y derribado cerca nuestro por lo que me senté en su tronco. Kirigan ató la correa del animal en una de las ramas. Mi hermana se alejó para luego flexionar sus piernas e intentar vomitar, pero nada salió de su boca, su estómago estaba vacío.

Kirigan se acerca a ella, preocupado.

— ¿Qué fue eso? — le pregunta ella en voz baja, aún así pude escucharla. Me dio una mirada que esquivé rápidamente.

— Drüskelle, la élite del ejército fjerdano — informa él —. Son entrenados para raptar y matar a los grisha. 

— Me refiero a la forma en la que los mataste — sisea ella entre dientes.

Frunzo el ceño. 

— ¿Hubieras preferido que use una espada? — responde irónico. 

— Yo ... no lo sé — suspira.

Él le empezó a explicar, yo por mi parte descendí mi vista hacia mis manos, nunca antes había experimentado nada como esto, las yemas de mis dedos, ahora todas oscuras, me indicaban que, aunque quisiera, no podría volver a mi vida de antes. ¿De ahora en adelante tendría que controlar mis emociones por qué al más simple fastidio podría matar a un inocente? ¿Las personas me tendrán miedo? ¿Mal, Kilian y Alina se sentirán inseguros a mi lado? 

Vuelvo mi vista hacia ellos.

— No — sentencia ella.

— ¿No qué? 

— No quiero nada de esto — contesta agotada —. ¿Por qué no lo destruyes tú? 

— ¿Crees que no lo he intentado, señorita Alina? — pregunta él, percibo sarcasmo en su voz —. Si entro en La Sombra seré un faro para los volcra — me señala —. Es un milagro que su hermana esté viva ... Lo único que haría sería empeorarlo.

— Entonces por qué no utilizamos esta ciencia grisha para transferir lo que tengo a otro.

— ¿Se puede hacer eso? — pregunto llamando su atención.

Él niega con la cabeza — ¿Renunciarías a tu don?

— ¿Don? — bufa ella —. ¡Me separaron a la fuerza de mis amigos y a la única que tengo es a mi hermana quien ahora desconozco por completo! — sus palabras fueron como cuchillas que laceraron mi piel, al instante llevó ambas manos a la boca —. Amelie, lo siento, no quise ...

— Está bien — me apresuro en decir —. Te entiendo ... 

— Amelie — susurra, quiere acercarse pero al instante me levanto y camino en dirección al animal. Asciendo mi mano y, con cuidado, acaricio su lomo. 

— Sólo tienes que aprender a controlarlo — dice Kirigan a los segundos apareciendo a mi lado.

— ¿Viste lo que le hice a ese pobre hombre? — pregunto con la mirada perdida, recordando los restos de su cuerpo distribuidos por todo el pastizal, imposible de reconstruir.

Amelie Starkov: Invocadora de sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora