Prólogo:

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Nunca le he puesto atención a las leyendas urbanas, porque desde niña, aprendí a diferenciar la ficción de la realidad. Viviendo con una madre como la mía, le tenías más miedo a los vivos que a los muertos. Ella solía decir, que los mayores miedos del mundo los ha creado el ser humano. Entonces, ¿quién es el verdadero monstruo?

Con tantos detalles de la vida desde una edad tan temprana, desarrollé una atracción excesiva con las personas. Adoraba observarles, todo lo que hacían me resultaba intrigante, desde pequeños gestos, hasta los más grandes. Porque así como los niños tenían un animal favorito, yo también tuve uno, el hombre.

Aprendí todo con lujo y detalle, desde su forma estructural, hasta las explicaciones lógicas para sus acciones físicas. De esta manera las mentiras dejaron de existir para mí, la gente solo me era una hoja transparente, donde ver a través de ella, era un simple juego de infantes. Pero la adoración excesiva puede llevarnos directamente al odio cuando descubres que eso que amas no es tan perfecto como parece serlo, puede transformar un paraíso en caos en milésimas de segundos.

Ese sentimiento de odio intenso lo experimenté por primera vez cuando asesinaron a mi mamá. Lo hicieron sin saber siquiera si era una buena persona o no, simplemente le dispararon, condenando a una inocente y exonerando a un bendito culpable. Sin más me arrancaron todo lo que tenía y dejaron un vacío sin fondo en mi pecho, uno que dolía incluso más que una herida de bala

Lo más triste de una pérdida, es saber que lo único que quedará en ti, son recuerdos. Nada de nuevas palabras, solo las que ya fueron dichas, nada de nuevas acciones, solo las que ya fueron hechas. Y así pasan los días, te consume el llanto, el tiempo, incluso el mismísimo aire se vuelve pesado para que tus pulmones puedan procesarlo.

Yo esperé sentada a que encontrasen un culpable, conté las horas del reloj pidiendo una sentencia que nunca llegó. Tal vez porque todos esperaban que yo fuese el karma reencarnado del asesino o quizá, porque el destino sabía lo que venía y se reía en mi cara mientras me escuchaba llorar. Contando solo con aquel largo poema, en una hoja de papel amarillenta como única ancla a mi pasado perdido, como única recuerdo de sus manos aferrándose a algo con tanta fuerza.

...

Llega cuando nadie lo llama,

aparece cuando menos lo necesitas.

Consume tu ser, al igual que tu alma,

mientras te canta las mañanitas.


Juega con tu mente, debilita tu esencia.

Se entretiene mirando,

tus gritos de impaciencia.

Sabe que quieres salir,

pero no va a dejarte.


Para él lo eres todo,

como su linda obra de arte.

Aparece con el ruido,

precisamente porque no puede oírlo.

Te convierte en adicta,

a algo que no puedes siquiera ni percibirlo.


Yo solo quiero pedirte,

nunca digas su nombre en voz alta,

aunque no sea un demonio,

es un hombre, pero que asesina y ataca.


Para librarte de él,

tararea su canción y repite;

no estoy loca, sigo cuerda.

Algún día alcanzaré esa puerta...

Deten el ruidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora