Capítulo 2

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"Bajo el olor del alcohol, se esconde el alma de un traidor"

(Un año antes)

Ráfagas de viento, frío intenso y olor a bebidas tibias. Así recordaba yo mi hogar en esta época del año y, más o menos en ese ambiente, esperaba envolver mi departamento. Aunque el lugar no era muy agradable que digamos, debo admitir que sus vistas me resultaban increíbles, a lo mejor por eso preferí quedarme, antes de seguir buscando opciones.

Aquí vivía con Ilsha, la persona que se convirtió en mi mejor amiga, gracias a nuestro período en convivencia. Ella llevaba mucho más tiempo que yo viviendo en la ciudad, así que compartir las finanzas no fue tarea difícil, sobretodo porque ya tenía su propio negocio y se le daba bien eso de la administración.

Era una amante de la artesanía, tanto como de ligar. De hecho, envidiaba su carácter despreocupado y atrevido, pues, la terminabas amando por solo compartir un café a su lado.

Ilsha era un dos años mayor que yo, pero aún así parecía una niña chiquita, falta de cariño. Abandonó su casa precisamente por problemas con los padres, claro, sin contar la falta de privacidad que producía convivir con 8 hermanos.

Esa tarde teníamos planeado ir a un bar, pues, desde que había partido diciembre, el tiempo no nos dio tregua para poder salir de casa, así que tomamos un receso de tanto trabajo. Yo desde temprano recogí y limpie todo e inclusive, fui a un salón cercano para hacerme un tratamiento facial y relajarme un poco con los chismes ajenos.

Ilsha, en cambio, pasó todo el día en la tienda, acomodando estantes y haciendo el inventario de cierre de semana. Pero por suerte, llegó a tiempo para acicalarse antes de irnos.

—Cartera, celular, llaves —conté mentalmente para que no se quedase nada.

—Ya estoy lista, Lilith —mi mejor amiga entró a mi habitación en modo, modelo empoderada.

—Ay pero que mujer más sexy —le silbé y terminamos casi ahogadas de la risa con mi silbido fallido.

—Vámonos ya, que si me quedo un segundo más en esta casa, terminaré por comerme todas las magdalenas de la cocina.

Bajamos al parqueo de edificio, para subir al auto de Ilsha, que era la única que sabía conducir de las dos. Nos adentramos al vehículo y en cuando puso su trasero regordete sobre el asiento, convirtió el coche en una discoteca con su lista de reproducción de los ochenta.

—Extrañaba tener que gritar para hablar contigo —dije lo más alto que pude, para que me oyese por encima del volumen de la música.

—Hasta yo extrañaba ser irresponsable por una noche al menos —la vi reírse y se centró en cantar a todo pulmón el coro de la canción actual.

Anduvimos un rato en el auto, hasta que por fin llegamos al lugar de destino. El bar solo abría para personas con edades comprendidas entre 18 y 30, así que conservaba el espíritu joven. Tenía un cartel rojo neón, con el nombre del local, lo que contrastaba grandemente con el blanco pálido de sus paredes.

—Siento que esto va a gustarme —le dije en la fila para entrar.

—Y yo que voy a emborracharme, para ver si aminoro el frío porque aquí afuera voy a tullirme.

—Toma —metí mis manos en la cartera y le entendí un par de guantes.

— ¿ Cómo sabías qué...?

—Primeramente, todo artesano debe cuidar sus manos —señalé lo obvio—, segundo; tienes la punta de los dedos rojos, cortes a lo largo de los mismos y llevas más de 10 segundos haciendo una mueca de dolor, cada vez que te tocas en el pulgar, ¿tienes algún golpe?

Deten el ruidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora