Defensa

249 53 2
                                    

—¿Así que estos son tus macabros planes? 

—Hijo, ¿qué estás haciendo aquí? — su rostro palideció. 

—¿Para esto nos trajiste aquí? ¿Para usarla a ella como rata de laboratorio? No eres tan distinto a esa gente inescrupulosa y dañina que te persigue. Te admiraba, te guardaba en una caja de cristal, pensando que eras el único hombre en la tierra correcto, con principios y humano. 

—Esto lo hago por tu bien.

—¿Por mi bien o por tu cargo de conciencia? No voy a permitir que le hagas daño a ella. Si ella está así es por mi culpa. 

—Esa jovencita es la única oportunidad que tendremos para liberarte de todo esto. Estoy casi seguro que la cura debe hallarse en su sangre. 

—Si ese es el caso, entonces prefiero morir siendo este maldito monstruo, que sacrificarla a ella por mi propio beneficio. 

—¿Cómo puedes decir eso? ¿No has pensado en tu familia, en tu madre, en mí, en ti y en todos los improperios que has enfrentado debido a esta situación? 

—Por supuesto que he pensando en todo lo que he pasado y perdido por culpa de este virus, pero no todo ha sido malo. Cuando creí que más solo no podía estar, ella apareció en mi vida como un rayo de luz y esperanza. Y no, no porque la vea como una cura a mis males, sino porque con ella comparto algo más que este mal. Papá, siento que Zaira y yo tenemos un vínculo inquebrantable desde el momento en que nos unimos. Ella se ha vuelto parte de mí. 

—Estás confundido, hijo. Todo lo que sucede es que te has refugiado en ella, porque has descubierto que los dos están pasando por lo mismo. Sientes lastima, culpa por haberla infectado y piensas que debes hacerte cargo de ella. La mejor manera de ayudarla, es evitando que el virus se siga propagando y apoderándose de su cuerpo y sufra los mismos cambios que tú. 

—Y según tú, ¿cuál sería la forma adecuada de ayudarla? ¿Estás insinuando que la use y luego la prive de la vida? Espero que realmente esto no lo estés diciendo en serio, papá. 

—Te estoy dando la mejor solución en la que ambos podrán verse beneficiados. Ella dejará de sufrir y tú también. 

Escuché un chillido en mis oídos, algo que me alertó de inmediato y por alguna razón lo asocié con Zaira. No sé lo que estaba ocurriendo, pero mi primera reacción fue salir corriendo en busca de ella. Vi que dos hombres la estaban llevando arrastrada por ambos brazos por el pasillo y ella estaba forcejeando con ellos. Una especie de calor se centró en mi nuca y una electricidad fluyó por mis venas, algo extremadamente sofocante y agitante. Los síntomas aparecieron en el peor momento, provocando que mi vista se viera afectada. Lo que me mantenía en alerta era escuchar esa estática en mis oídos. Ni siquiera pude tener control o recolección del preciso momento en que me abalancé sobre uno de ellos y mis colmillos atravesaron su cuello, percibiendo instantáneamente ese sabor tan dulce en mi paladar. Habiendo neutralizado a uno de ellos, mi siguiente movida era proteger a Zaira. El otro hombre se arrastró, alejándose de nosotros. 

—¡Cálmate, hijo, por favor! 

Promesa mortal I •Tetralogía mortal• [✓] Where stories live. Discover now