VII. Triste

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VII. Triste

Los cubitos de hielo golpean el vaso repleto de whisky. Ha estado observando tales movimientos por mucho rato, no se acuerda de lo que estaba pensando y la convirtió en ese mar de lágrimas. Tiene hipo y la garganta escuece.

Mira hacia abajo. No hay vertido ni tampoco miedo. Lo que escala desde el fondo de su mente no se parece a ello. Tambalea y se acomoda al lado de la luna colgante. Siempre le pareció tan linda. Extiende los dedos, señalando la real. Es redonda y borrosa en los bordes, casi parece un sol difuminado. Pero blanco.

A Yoonji siempre le ha gustado el blanco. Sin embargo, la hace lucir más pálida, por eso se viste de negro o de azul oscuro.

Eres fea...

Eres demasiado flaca...

Tienes ojeras todo el tiempo, ¿acaso duermes?

¿A eso le llamas música? Escribes basura.

Eres una vergüenza para tu familia.

Quiere jurar que no le importa. No se hará daño a sí misma, no otra vez. No desde que era niña y los objetos corto punzantes le susurraban en el oído que se lo merecía. Ahora las voces han regresado. Es una caricia metafórica a las cicatrices que guarda debajo de la ropa.

—¿E... Estás bien? —una voz interrumpe su tristeza.

Yoonji está tan triste. La luna la llama.

Un sonido la hace bajar la mirada. Su vaso cayó y se reventó contra el pavimento, ¿en qué momento?

—¡OYE! ¡BAJA DE AHÍ!

Sigue el lugar del cual proviene la voz. Le sonríe a la muchacha cuya silueta es borrosa. Como la luna. Es porque deben ser lo mismo, ¿cierto?

—Sólo... miro...

La lengua está pegada a su paladar. Le molesta.

—¡Baja por favor!

—Pero... no quiero... —frunce el ceño.

—¡Te a-ayudaré en lo que sea! ¡Pero POR FAVOR baja!

—¿Aaaayudarme? —Yoonji se ríe— No puedes. Estoooy muerta por dentro. Todos debemos morir en algún punto. Supongo que me tocó en vida.

Solloza. Se limpia las lágrimas del rostro y se aparta el pelo. La muchacha suspira.

—No lo hagas enfrente de mí, por favor.

—Entonces vete.

—¿Y dejarte sola?

—Sí.

—No quiero vivir con tal remordimiento de consciencia.

Yoonji se encoge de hombros—. ¿Qué se hace cuando uno se suicida? —la chica está caminando hacia ella; lo nota cuando voltea. Le asusta— ¿Qué haces?

—Si te vas a morir, pues que sea juntas.

—No quiero morir con tal remordimiento de consciencia. —Yoonji le devuelve.

La chica se sienta a su lado en la luna que lanza un chirrido.

—Le falta aceite —dice la desconocida—. Mi nombre es Jeongguk, por cierto.

Yoonji asiente en su dirección y procede a limpiarse las lágrimas que caen sin aviso. Jeongguk la abraza. Yoonji solloza y se aferra a ella.

Ha llamado a Nam, quien seguramente está en camino. Debe saltar. Así, tal vez, el hueco en su pecho desaparecerá.

Intenta escapar del abrazo, pero Jeongguk no lo permite. Se aferra a ella, manchándose de su tristeza.

Todos, tarde o temprano, se pintan de azul por su culpa.

—¡YOONJI!

Cierra los ojos reconociendo ese tono. Es grave y masculino.

—Nam... —susurra, metida en el cuello de Jeongguk.

—¡YOONJI, JODER, VEN AQUÍ!

Las ayuda a subir a la especie de terraza y envuelve a Yoonji en sus brazos anchos. Su pecho es cálido y tan conocido.

Sólo puede llorar.

—Gracias por... estar con ella. —Yoonji escucha a Namjoon decir. Ni siquiera se molesta en fingir la voz femenina.

Ve a la tal Jeongguk asentir y agarrar su skate contra su pecho.

Sumamente triste. Yoonji la tocó y la convirtió en azul. Es su culpa. Como todo.

Jeongguk la observa marcharse. Guarda silencio. No quiere molestar a la pareja, ni tampoco incomodar a quien hacía poco estuvo apunto de...

Le resulta difícil imaginarse lo que hubiera pasado si ella no...

Intenta seguirla.

Pero... se desvanece.

—¡Hola una vez más!

Pestañea, encontrando a la chica de antes. ¿Jin?

—Hola.

—¿Me das tu número? —ella ladea la cabeza, emocionada.

Jeongguk asiente.

Mentiría si dijera que no le gusta su coqueteo obvio.

Sobre ser ellasWhere stories live. Discover now