Demasiado pesado. II

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Si engancho esto aquí, desatornillo eso de allí y enrosco esto de acá... ¡No! Mejor enrosco esto aquí, engancho esto allí y desatornillo esto de acá y.... ¡Nada! Nada más entrar a su casa, Eva me había liado de tal manera que no me había atrevido a contar que no tenía ni idea de cómo montar ese trasto. Ahora, por hacerme el listo, sobraban dos piezas que no tenía ni idea de dónde iban colocadas y para rematarlo, una de las patas cojeaba hacía la derecha.

- ¡Eva! Pásame el tornillo marrón que está encima de la caja en la cocina- le dije sin apartar la vista del mueble por un solo segundo, a pesar de que ella se había sentado en el sofá contemplándome todo el rato. Escuché como se movía con agilidad por la casa hasta llegar a mí.

- Toma, aquí tienes- dijo dándomela con energía como si le maravillase verme en la situación de no saber como montar un mesa de centro- Te puedo ayudar si quieres- sugirió arrodillándose a mi lado con una sonrisa en los labios que mostraba claramente que estaba encantada con la situación.

- Puedo solito- respondí levantando la vista del mueble para mirar como se acomodaba en el suelo con una cosa peluda entre los brazos- Hola cosa- susurré al mismo tiempo que le acariciaba la cabeza a la perra que lanzaba pequeños gruñidos de vez en cuando como si exigiese que la siguieras acariciando.

- Se llama Vega, no cosa- se quejó sacándome la lengua al mismo tiempo que rascaba con suavidad la panza del animal.

- Bueno... Vega o cosa... ¿Qué más da?- le sonreí levemente aunque ella bufó con desgana, elevando la mirada al techo.

- ¡Hombres!- dijo dejando que la perra siguiera su camino.

- Mujeres- le respondí yo haciendo que me mirara.

- ¿Podrías parar un poco?- comentó apoyándose en el suelo para mirarme desde una mejor posición y así conseguir ponerme más nervioso aún.

- ¿Que pare el qué?- la miré extrañado y con el ceño fruncido. Ella se limitó a sonreírme victoriosa.

- De intentar hacer algo que no sabes hacer porqué posiblemente no lo has hecho en tu vida... ¡Torpe!- rió mientras alargaba la mano para arrebatarme el destornillador con rapidez.

- ¡Oye!- me quejé- Y... lo de torpe- alargué la mano para intentar quitárselo, pero ella me esquivo con lentitud-... sobraba- di un suspiro de resignación.

- Anda, no te quejes tanto... -la miré con mala cara al ver como ahora me llamaba quejica-... ¿Y vamos a tomar esa cerveza?- lo preguntó con cara de "perdona" y yo sonreí un poco.

- Venga- le sonreí de medio lado- Que me muero de sed- sí, tal vez me moría de sed... pero no era precisamente por beber la cerveza.

...

Las latas de cerveza temblaban en mis manos sin un porqué. Tal vez era el frío por culpa de tener el balcón abierto o que me iba a poner mala de gripe ya que de los nervios estaba segura que no era, solo una completa idiota se pondría nerviosa al tener al vecino atractivo que odias sentado en tu sofá después de haberse portado como un príncipe contigo.

- Aquí la tienes- le di la cerveza antes de abalanzarme en el sillón acomodándome con toda la libertad del mundo a pesar de que él estaba allí.

- Ponte cómoda- dijo con ironía.

- ¡Déjame en paz!- le di con el pie levemente antes de colocarme como era debido- Bueno... ahora que estamos de buenas por primera vez desde que nos conocimos- lo miré. Lo miré y eso fue un error porqué volvía a tener esa sonrisa de medio lado que tan nerviosa me ponía.

- ¿Qué?- yo levanté una ceja al ver, bueno, al imaginar lo que pasaba por su cabeza con mis palabras.

- ¡Cochino!- le volví a dar, esta vez con mi codo. Él rió mientras se quejaba- Me refería a que podías contarme un poco más de ti y de tu vida.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora